sábado, 30 de noviembre de 2013

27 de noviembre de 2013, HAYEDO DE LA PEDROSA

Excursión que quizá se debería titular Puerto de la Quesera o Peña la Silla, a juzgar por la escasa atención que algunos de los excursionistas prestaron al desnudo e invernal hayedo. He preferido mantenerme fiel al título original, por aquello de la congruencia. Tanto da y vayamos por partes.

En la primera debe mencionarse el éxito de la convocatoria. No quiero suponer, que de suposiciones falsas están los juzgados llenos, que algo tuvo que ver la proposición de un final de paseo a borde manteles con unas así llamadas patatas revolconas como plato estrella. El caso es que 12 mierconistas, doce, acudieron puntualmente al lugar de la cita en Cotos. Mejor dicho, diez. José Luis A. se incorporó en Cerezo de Abajo y Paco A. omitió paseo, hayedo y otras menudencias para acudir directamente a la pitanza. Rodrigo fue el único ausente, con motivo, y bien que le pesó a juzgar por declaraciones posteriores.

Lucía un espléndido sol al llegar al remoto puerto de la Quesera, pero no se confunda el lector: los uno o dos grados de temperatura, con algo de viento y gran abundancia de nieve alrededor, recreaban ambiente casi siberiano. En lo de los ambientes y las regiones naturales el "casi" siempre me ha parecido una buena opción. Así, en el caso de La Siberia extremeña, por citar otra siberia, al este de la provincia de Badajoz, los límites no los establece una autoridad administrativa, sino cosas muy terrenas y naturales como el clima, la vegetación, la topografía, quizá el aislamiento secular. También en Los Monegros, en Las Merindades, en el Páramo de Masa, en la Vega de Granada, en la comarca del Sueve y en tantísimas otras alrededor del ancho mundo. Poner un pie a uno y otro lado de la raya imaginaria de una frontera es un juego infantil. Por rayas de ese tipo ha habido guerras. En un cartel que hay en el Puerto de la Quesera avisando de la raya de la provincia de Guadalajara, Comunidad de Castilla - La Mancha, alguien ha escrito con brocha y pintura, o con spray de grafitero, "esto es Castilla, no La Mancha". ¡En fin!


Ya solamente en el acto de atarse los cordones de las botas los dedos se manejan con torpeza por el frío pero, una vez comenzada la marcha, el paisaje agreste, la pesada nieve sobre los árboles, el centelleo de los cristales de hielo, el azul intenso, el aire tan sutil recomponen las fuerzas.

Hay una suave pendiente primero en terreno abierto y luego entre pinos hacia la Peña la Silla, objetivo provisional, alternativo y menor a la vista de las condiciones de la marcha. Ya se verá si se puede prolongar hasta el Pico del Granero y qué hacer con la bajada hacia el bosquete de hayas. De momento, el grupo camina animoso, locuaz como tiene por costumbre y sin signo alguno de división.



Mas, ¡ay!, al llegar a un punto donde la senda seguida hasta ahora confluye con la carretera que lleva a Majalrrayo, veintipico kilómetros más allá, al pie del Ocejón, algunos, como distraídamente, abandonan el camino de subida y se acogen, sin más meta ni propósito que hacer hambre para las revolconas, a las comodidades ofrecidas por la llana y nevada pista concebida para vehículos. ¡Allá ellos! Los restantes, cinco para ser exactos, elevan la mirada hacia la cumbre y hundiendo los pies en la nieve a través de la áspera costra de hielo, siguen avanzando lentamente fieles a sus propósitos.



Desde ese momento, la crónica solamente puede referirse al andar de estos últimos. Los otros luego contaron que habían proseguido su marcha por la carretera pública y comarcal hasta más allá de los límites de la "terra incognita", llegando a descubrir nuevos paisajes que estremecieron sus espíritus y afrontando peligros sin cuento. Verdad debió ser pues tuvieron más tarde que reponer sus menguadas fuerzas en significativas cantidades de patatas revolconas y recio vino de la tierra. Así que sigamos con los primeros. Una parte de la marcha fue de características similares a la hasta aquí recorrida: entre bajos pinares nevados, en una especie de corredor tan neto que hubiera sido necedad perder el camino. Allí se fraguaron algunas de las mejores fotos de esta mañana helada.



A la salida del corredor el camino de la cumbre gira hacia el norte. Ya no hay árboles y se avanza trabajosamente sobre la, en ocasiones, frágil costra de hielo. Las profundas huellas de unos excursionistas anteriores facilita de alguna manera la marcha, evitando al menos el sobresalto de una pisada que se hunde bruscamente hasta la rodilla. No dura mucho, sin embargo, la subida. Unas rocas más altas que el resto avisan de la proximidad de la cima.



Tampoco se deje el lector engañar por alguna fotografía: la Peña La Silla es un pequeño promontorio, hermano menor del Granero, un poco más allá, y donde hoy el frío viento es rey (en términos menos clásicos, el presidente de la república, que hay gustos pa tó) y el hielo, primer ministro.




Sin demasiada tardanza se emprende el regreso por el mismo recorrido y las mismas huellas. Algún resbalón inoportuno sin consecuencias y alguna herida menor en la pierna por el hielo cortante son sucesos apenas dignos de mención ni recuerdo posterior.



La reunión de ambas cuadrillas se hace en el puerto de forma cordial y amistosa, con gestos de alegría por el reencuentro, lo que demuestra que no hay deserciones ni divergencias que rompan la cohesión de acero del grupo. Antes de emprender el regreso en los coches, se propone hacer breve parada más abajo para visitar y fotografiar el hayedo de Pedrosa. Varios rechazan la propuesta y se orientan decididamente hacia las patatas revolconas, lo que confirma que no hay deserciones ni divergencias que rompan la cohesión de acero al vanadio del grupo.

La visita al hayedo de Riofrío de Riaza, que también así le llaman, depara múltiples satisfacciones a los amantes de la naturaleza y de la fotografía. Es un pequeño bosque en una empinada ladera por la que corre un arroyo. Las primeras hayas son viejos y grandes ejemplares, de muy abundantes ramas. De estar en Montejo, tendrían nombre y datación. Aquí viven un anonimato digno y distante que los ennoblece. Conservan apenas unas hojas teñidas de rojo y sus ramas desnudas apenas se cubren con un poco de blanco pudoroso...



De la belleza del lugar, aunque solamente para almas sensibles y no tan propensas a los placeres de la mesa, se deja seguidamente testimonio.




Cuando llegamos al restaurante de Cerezo de Abajo, los expedicionarios rebeldes se hallan reunidos confortablemente alrededor de una mesa redonda. Nos informan de que, entre las opciones del menú, se encuentran unas patatas revolconas. Yo opto por un pisto con huevo. Todo ello demuestra que no hay deserciones ni divergencias que atenten contra la cohesión de acero del grupo.

(El material fotográfico incluye fotos del editor y de Juan Ignacio. Se ha optado por no identificar al autor de cada una para demostrar que no hay divergencias ni distinciones que atenten contra la cohesión de acero del grupo)

3 comentarios:

  1. Querido narrador o escribano, como prefieras ser denominado, tu relato me ha decepcionado en gran medida.
    No me refiero a tus habilidades literarias que las tienes y sobradas, sino por la tortura mental-gastronómica a la que nos intentas someter a lo largo de tu relato en el que las patatas revolconas se convierten en musa de los placeres más intensos y llegado el momento de rematar la faena con una descripción de los torreznos crujientes y sus trocitos de chorizo juguetones, nos chafas con el "yo opto por un pisto con huevo".
    Aplicado a una reciente novela de Salva, sería como si los espíritus infantiles fueran en realidad un casette que se conecta mediante un interruptor pegado con esparadrapo a la bisagra de la puerta.
    De todas formas, no puedo dejar de felicitarte por la excelente narración.
    Ignacio

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  2. Sugiero que "ante la cohesión acerada del grupo", se adopte un lema del tipo mosqueteril, algo así como "TODOS PARA UNO Y UNO PARA TODOS" o aquel otro recio y varonil como " ¡ A MI LA LEGION ! ".
    Yo propondría " ANTOÑIN, TOCA EL CORNETIN ", como llamada al reagrupamiento del cohesionado acerado grupo, pero mi natural humildad me retrae de protagonismos.

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    1. Me parece bien, salvo que ya teníamos aquello de "Pues los que están como nosotros...! Lo de Antoñín se puede adoptar como alternativa.

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