domingo, 16 de febrero de 2014

12 de febrero de 2014, ALREDEDORES DE NAVACERRADA

"CONVOCATORIA EXCEPCIONAL". Así se tituló, y no gratuitamente, la propuesta de la excursión del 12 de febrero. El motivo era que Rodrigo nos acompañaba por última vez antes de su consuetudinaria estancia en el país de los peces y de las mariposas y del canal y de los que cantan orgullosos "en tu suelo cubierto de flores, a los besos del tibio terral, terminaron guerreros fragores; sólo reina el amor fraternal". De todo eso nos alegramos; no de que Rodrigo se vaya, por descontado, sino de lo de las flores y los besos y las mariposas y el amor, que para algo somos gente sensible y tierna.

La ocasión merecía un remate del paseo a borde manteles y una asistencia lo más nutrida posible, así que se proyectó un recorrido más bien corto y poco exigente por las alturas de La Barranca. Pero, una vez más, el tiempo atmosférico reinante ese día torció el propósito inicial obligándonos a achicar el empeño en duración y esfuerzo.

Pues fue que el punto de encuentro establecido estaba imposible de nieve y que tuvimos que buscar el amparo de las calles del pueblo de Navacerrada para estacionar, y el de un café en la plaza para deliberar. Fue también que, tras atinadas consultas con personal del ayuntamiento del pueblo, se decidió hacer una ruta sencilla, casi una romería, hacia la ermita de San Antonio y la llamada Dehesa de la Golondrina, en las alturas que dominan el pueblo por el suroeste.


Son las 11 de la mañana. Hace frío: como 2º. Los excursionistas, provistos en su mayoría de las oportunas polainas, emprenden el camino hacia la ermita de San Antonio y más allá. Algunos  entrenan ya desde el principio el paso en la nieve de las aceras.



Recuento y foto de mierconistas en el ancho camino, paralelo al arroyo de la Golondrina. Diez, a saber, Ignacio, José Luis H., Paco A., Joaquín, Braulio, Salva, Rodrigo, Pedro, Gonzalo, Antonio, más el fotógrafo. Uno más, José Luis A., se nos añadirá a la hora de la comida.





Es el segundo jinete que vemos en las excursiones de este año. A pesar de su aspecto feroz, éste cabalga en silencio; también en silencio el caballo, amortiguadas sus pisadas por la nieve. A petición nuestra, confirma -el jinete- que vamos en la dirección correcta hacia la ermita. (Foto: Ignacio)



La ermita de San Antonio recibe cada año la visita, en romería, de un gran número de los residentes en Navacerrada. Solamente eso puede explicar el anexo en forma de ambigú o barra americana que completa lo que correspondería al ábside de la iglesuca. Uno de los paseantes se sitúa en el interior de la barra pero, para nuestra decepción, no ofrece al resto nada, ni bebidas ni comidas, ni frías ni calientes.


En cualquier caso, y ya que estamos allí, cada uno saca de su mochila un bocado -plátano, almendras- y una bebida -agua, ...- y los degusta con la misma o mayor naturalidad con que lo hubiera hecho en caso de haber sido servido. Y es que, además de gente sensible, somos gente sencilla y campechana.


Escudriñamos el interior de la ermita a través de un pequeño ventanuco en la puerta de entrada. La penumbra y una tela mosquitera apenas dejan ver. Solamente la agudeza visual de la cámara digital desvela la imagen del santo y unas andas que, suponemos, sirven para sacarlo en procesión antes o después de utilizar apropiadamente la barra americana, en una versión decadente de la clásica romería.


El piscolabis hoy reviste su forma más tradicional y prosaica, con gran asistencia de público y animadas conversaciones. El fotógrafo -José Luis H. en esta ocasión- agradece a Paco A. la gentileza de aportar el llamado "punto rojo", tan útil en la fotografía en color con predominio de grises y pardos.



El paseo se continúa por la misma pista que traíamos. El conductor de un todoterrenoterrano nos informa acerca de las distintas posibilidades y, a pesar del gran ánimo y constante sed de aventura de los excursionistas, finalmente decidimos avanzar solamente algo más y retornar por el camino conocido, no fuera a ser que cancelaran nuestra reserva en el restaurante.


A estas alturas de la mañana, la magnífica perspectiva de los campos nevados y de la azulada silueta de los montes, las animadas conversaciones, la muy soportable temperatura y el aire puro serrano han hecho olvidar los azarosos comienzos y los posibles sombríos presentimientos de alguno. Todos los miembros del grupo caminan confiados y risueños, de vuelta para el cocido. Hay tiempo para recrearse en el minimalismo fotográfico -Ignacio sugirió- del que aquí se ofrece una anticipada y pequeña muestra.






De balde y otras herrumbres (Paco MC)











Erizo vegetal (José Luis H.)











Tallos en blanco y negro estricto (Ignacio)






Gracias a que la operación de despojarse de polainas y otras ortopedias montañeras se demoró algo más de lo previsto pudimos llegar al restaurante a una hora menos escandalosa. Al borde de las 2 de la tarde y, naturalmente, a borde manteles, los presentes disfrutaron de su mutua compañía, de la presencia del viajero Rodrigo y de los torreznos y otros delicados alimentos.





En el restaurante, las tres formas de estar: el regreso, la ausencia anunciada, la permanencia





Números: 6,3 m. (he querido decir 6.300 metros, que diría Paco A. o 6,3 kilómetros). 2,5 horas con paradas. Desnivel acumulado, 117 m.



viernes, 7 de febrero de 2014

5 de febrero de 2014, POR LAS VEGAS DEL JARAMA: CANAL DE CABARRÚS

Crónica de Antonio, en pie de fotos o en fotos con pie, que todo depende de donde se ponga el énfasis por parte del visitante de la página. A mí, ausente en esta ocasión, me gustan tanto fotos como pies y no me he podido resistir a su glosa o comentario, con el permiso del autor.



Se podría decir que esta era y fue una excursión de “perfil bajo”, cómoda, aunque Andrés Campos la cataloga de Dificultad Media/Baja, quizás por la longitud del recorrido, de unos 15 Km., pero no por su desnivel, ya que es “lisa cual palma de mano”.

Afortunadamente, los canales también acostumbran a recorrer terrenos lisos cual palma de la mano. Don Francisco Cabarrús, creador del banco de San Carlos, precursor del Banco de España, prefirió circular por terrenos más escabrosos como son los de las finanzas, pero liberalmente permitió que se diera su nombre a un canal sin sobresaltos en su trazado. Y para más gráficamente mostrar el perfil llano de la ruta, anticipo el esquema topográfico dibujado por Ignacio.


Preparado para entrar en acción

Lo cierto es que a las 11:00 de la mañana formaban en el inicio de la ruta, que no era otro sino el puente sobre el río Jarama en la carretera de Uceda, CM-1002, hasta nueve aguerridos mierconistas: Gonzalo, Pedro, Paco A., Jose Luis H., Rafa, Joaquín, Juan Ignacio, Rodrigo y Antonio.

Me permito añadir a las precisas indicaciones topográficas de Antonio algunas muestras de la toponimia local: Los Palacios, Las Gorroneras, El Castrón, Los Chupahuesos, Viña Tinta, Los Murojones, Las Zorras. ¡Me encanta!


El día comenzó fresquito y bastante claro. Había dejado de llover una hora antes y daba gusto andar por la senda que discurre paralela al casi desaparecido canal de Cabarrús. 

Más planitud es imposible. Fortuna que la vieja carretera haya camuflado su asfalto con los colores de la tierra, siendo así más camino, como debe ser.

A la altura de Patones de Abajo, dejamos la Casa de los Diezmos a nuestra derecha y seguimos carretera adelante, pudiendo comprobar los daños que en la fauna ocasiona la civilización.


Echo en falta una referencia al origen del nombre de Casas de los Diezmos porque no se de ningún monasterio en los alrededores de Patones como posible beneficiario de esas obligadas exacciones de la cosecha. ¿En Uceda, quizás? ¿O se trataría de los tributos al peripatético rey de Patones? Y por cierto, ¡pobre sapito cancionero!

Según íbamos avanzando paralelos al viejo canal, surgian las infraestructuras del mismo. Pudimos contar hasta 6 puentes, como el que aquí se muestra.

Se supone que por debajo transcurría el canal

Pero el gran descubrimiento fue el de una granja que fabrica unos exquisitos quesos con leche de ovejas autóctonas. Ni que decir tiene que Antonio, Juan Ignacio y Paco se desplazaron en avanzadilla e hicieron objetivo. Extrañados por la tardanza, se unieron a la avanzadilla dos números más: Rafa y Pedro, que también cayeron subyugados por el aroma de los quesos de la quesera. Ya estábamos cinco en la gruta de Circe.



Mientras tanto, el resto del grupo tomaba el piscolabis mañanero, aderezado por el queso adquirido en la quesería. Al final, tambien entraron Gonzalo y Joaquín.

Alguien acabará poniendo en conocimiento de la quesera que con la hechicera Circe se la ha comparado y Antonio, que no yo, deberá responder de la comparanza. De la narración de Antonio no queda claro quién hizo el papel de Ulises para rescatar a los navegantes de la gruta - quesería, alejándoles de esa forma de los fatales encantos de la gruta, de los quesos y de la hechicera.

¡Buen sitio para colgar los apalustres!

Vense las armas de nuestros héroes abandonadas en el exterior de la cueva, mientras, en el interior, retozan alrededor de los quesos. Me gusta el neologismo "apalustre" (¿palos con lustre?, ¿palos para aguas continentales?, ¿palos lustrosos para apalear?) aplicado a los bastones de andar, por cierto.

Continuamos nuestro discurrir siguiendo el curso del canal y contemplando el paso del tiempo sobre las obras que en su día le daban servicio: puentes, alcantarillas y sifones presentan hoy los descarnados restos de su pasado esplendor (¡Qué bonita me ha salido esta frase!)

Efectivamente la frase es bonita. Y la gloso diciendo que tales obras, si pudieran, también contemplarían los efectos del paso del tiempo en los excursionistas, admirándose de la benevolencia con que se les ha tratado.


En este grupo no estamos ni Gonzalo ni yo. Yo actuaba de fotógrafo y Gonzalo tuvo que volver a su casa para resolver un asunto con Repsol (¿!). Lo resolvió y volvió a comer con nosotros en Torremocha.

Aprovecho para señalar 1) que, a pesar del parecido, este puente no es el mismo que el que se muestra en foto anterior. El lector puede pasar el rato con el juego de las diferencias. 2) Que en manos de Gonzalo queda la posibilidad de despejar la incógnita anterior.

Al poco nos empezó a llover, lo que dio fuerza a mi propósito de comer “a borde manteles “ en el Restaurante San Isidro de Torremocha. (El lector ya se habrá apercibido de que este punto lo tenía yo planeado).



A mí no me cabe duda alguna de que Antonio había previsto la parada "a borde manteles"; su expresión satisfecha, en el magnífico retrato con paraguas, le delata. Le delata también el siguiente piropo a Torremocha, al que, planes de cohesión aparte, seguro no es ajena la gastronomía local.

Torremocha es un pueblo muy agradable, con aspecto de haber sido beneficiado por los planes de cohesión de la Unión Europea.

En el restaurante San Isidro, ...¡y eso que todavía no había llegado el primer plato!

No se que comieron los paseantes y si lo disfrutaron puesto que, como da a entender el pie de foto, sus expresiones no tienen mucha relación con lo que se ve en la mesa.

Después de comer, un pequeño paseo de unos 4 km. por encima del talud del Canal de Isabel II, dejando Patones a nuestra derecha y a nuestros pies, nos llevó al puente de inicio de la ruta, en cuya balaustrada...



Antonio ha dejado inacabada la frase anterior y, por lo tanto, el remate de la crónica de excursión. Pero me atrevo a hacerlo yo sin excesivo riesgo de equivocarme: 

... se sienta Paco A. dando por concluida una jornada pródiga en encantos alimenticios y recuerdos ilustrados.

Y concluye Antonio su envío con modos de oportuno reportero gráfico

Dos fotos más, un tanto anecdóticas:

El viejo Mitsubitshi hizo su última excursión mierconista

¿Estado del bienestar o orwelliana señalética?

sábado, 1 de febrero de 2014

29 de enero de 2014, PUERTO DEL "CUARTO Y MITAD DE CELEMÍN"

Efectivamente, hay que reconocer que la magnitud de las gestas de este grupo de caminantes disminuye y encoge en ocasiones, aunque siempre con motivo. Este es el caso de la excursión de hoy, en la que tiempo se ha mostrado más inclemente de lo previsto, obligando a un cambio de objetivo y a un acortamiento de su longitud y duración. La tal sisa ha afectado incluso a su título: el puerto del Medio Celemín, precioso topónimo más destacado de nuestra ruta, ha venido a quedar, por obra y gracia del incisivo Ignacio, en puerto del cuarto y mitad de Celemín.

Pedro había previsto hacer un recorrido por el pinar de Casasola desde el embalse del Villar pero, ya  en el camino hacia allá desde Cotos, la densa nevada y la creciente oscuridad del cielo, aconsejaron un cambio de rumbo, tal como Gonzalo había presagiado en la convocatoria. Una breve encuesta entre todos los presentes, en la misma cuneta de la carretera, decidió, bien que por corta mayoría, dirigir nuestros pasos a Valdemanco y, desde allí, abordar la ruta del Medio Celemín y lo que hiciera falta.


Los motivos épicos aducidos por los que optaron por esta ruta pudieron ser excesivos y quizá poco sinceros, pero la elección nos permitió, desde el mismo arranque del paseo, al borde de las 11 de la mañana, disfrutar de unas magníficas vistas de la sierra de la Cabrera velada por la nevisca y las nubes bajas.

Desde que comenzamos a andar hasta el puertecillo del Medio Celemín, apenas transcurrieron cuarenta minutos de cómodo paseo por la pista nevada. Las fuertes rachas de viento helado, ¿aliciente o molestia?. No seré yo el que sentencie en cuestión tan profunda y compleja. 



Dos anotaciones del paso por el Medio Celemín. La primera: Quizá evocando los antiguos usos, que obligaban al abono de una tasa a los que cruzaban el puerto con mercancías, hoy se han instalado  allí diversas barreras. No me gustan las barreras y disfruto levantándolas, tal como hoy hacemos, o saltándolas. Pero me disgustan más aquellas cuya utilidad no es evidente, las que parecen un monumento a la prohibición, las gratuitas o arbitrarias. Supongo que éstas tienen su razón de ser y ahí me quedo.



La segunda: No contentos con poner barreras, se ponen avisos atemorizantes y escasamente informativos. Los que celebran, es un decir, monterías bien podrían precisar fecha y hora. Dejar así el aviso, escueto y desnudo, es tanto como decir, chulescamente, aquí estamos pegando tiros y si le cae alguno a usted no se me queje porque ya le habíamos avisado. Zafia y poco civilizada, como poco, forma de proceder.

Una vez visitado el puerto y rumiadas estas consideraciones, invertimos la dirección de la marcha y ascendemos por una fuerte pendiente para recorrer por pista un tramo de la ladera de la sierra que nos separa del valle de Canencia. Por encima de nosotros y a nuestra derecha, el Cancho del Pastor y el de la Zorra y las alturas del Regajo y el Mondalindo y el Cervunal. Lo digo no solamente por informar sobre nuestra posición, cosa que los mapas de Ignacio hacen con mayor precisión y técnica, sino para recrearme y recrear al lector con los sencillos y expresivos términos de la toponimia local.



Del carácter de la marcha a partir del puerto dan parcial testimonio las fotos anteriores. No se refleja adecuadamente el picotazo en el rostro de la cellisca impulsada por las fuertes rachas de viento, ni el sedoso crujido de la pisada en la nieve virgen, ni otras circunstancias igualmente agradables que hicieron a más de uno alegrarse de la elección de esta ruta. Llegamos a una fuente de piedra y caño y aprovechamos para reponer fuerzas. Puesto a aprovechar, yo aprovecho para seguir ilustrando la crónica con algunas fotos sin comentario y sin color.



El camino y los caminantes van descendiendo lentamente, sin sucesos, sin anécdota. Las impresiones visuales hoy ganan a las verbales e imaginativas y así sigo dejando muestra de rostros y figuras.



Más abajo y fuera del bosque la pista ha perdido ya su capa de nieve. Se atraviesa la Cañada Real. Valdemanco está allí abajo, aplastado y gris entre la bruma. Apenas la una y media de la tarde. Tiempo sobrado para abordar los coches y dirigirse sin prisas al sitio elegido para la comida.



Números: distancia, 6,3 km. Tiempo con paradas, 2,5 horas
Personas: Gonzalo, Ignacio, José Luis H., Paco A., Pedro, Rafa, Rodrigo, Salva y este cronista.