jueves, 5 de diciembre de 2013

4 de diciembre de 2013, ALPEDRETE DE LA SIERRA o CÁRCAVAS DE PATONES


Los extravíos eran, antes de los gps y otros cachivaches electrónicos, más frecuentes. Hoy se pueden dar más los descarríos, concepto similar pero que quizá connota una mayor culpa. Este cronista se extravió hoy dos veces, lo que creo Gonzalo atribuye a un descarrío general y decadente que me aqueja. El primer extravío se produjo nada más abandonar nuestro habitual meeting point en Cotos, cuando me pasé del desvío a Torrelaguna y caí en la cuenta del error allá por los pagos de Lozoyuela, a no menos de 16 km. del desvío. Del segundo se da cumplida cuenta llegado el momento.

Así que el arranque de la marcha, en el apartadero para coches donde se anuncia de forma mísera el bar La Chopera, sufrió un breve retraso por el que pido disculpas. Si la cabeza mía sigue así, me temo que tendré que reiterar frecuentemente en adelante esta petición. Para no ser cargante, valga la actual excusa por todas las futuras y ya está. 

La ruta se inició por pedregoso lecho del torrente que nace en las cárcavas, con intención de cursar una breve visita a esta fotogénica erosión del pardo suelo. Antes, se cruzan unos huertos de olivos cuajados de frutos ("el negro fruto del olivo" de Homero, hoy también verde y rojo) que templan el ánimo y suavizan las articulaciones. José Luis A. y Antonio deciden obviar la visita y ascender directamente a las alturas que dominan las cárcavas, donde nos esperarán.



Los más fotógrafos nos habíamos juramentado para prestar una especial atención a las texturas -piedras, tierras, troncos y cortezas, metales y hojas- como motivo. De los resultados de ese propósito ya tendremos ocasión de dar pública cuenta. El día estaba fresco en las sombras y algo más que templado al sol. En tal circunstancia Gonzalo advierte acerca del riesgo de "fatiga térmica" para el material de nuestra acerada musculatura. 



Cárcavas adelante y el paso más incómodo según se asciende, las miradas se elevan para contemplar las chimeneas de hadas. No alcanza mi inventiva para haber concebido tan poética denominación de los enhiestos monolitos de arenisca que nos rodean: aparentemente es su denominación oficial y técnica. Mis parabienes a su creador.



Alguna de tales hadas inspiró a este cronista la insana idea de que se podría salir de aquél laberinto de paredes de tierra descompuesta por su parte más alta. Pero el solo empeño no garantiza nunca el éxito. Después de un rato largo de bregar con resbalones, desprendimientos de piedras y ramas secas de arbustos que se quiebran con solo mirarlas, tuve que abandonar la empresa a pocos metros del imposible tramo final. Lenta bajada cuidando cada paso y rodeo hasta encontrar una ladera transitable por la que subir hasta donde el grupo esperaba. Sé que alguno de los paseantes ya se inquietaba por mi tardanza y me remito a mis excusas anteriores "por defecto". Para rematar la extemporánea salida, no pude avisar por haberme olvidado el móvil. Salva y Paco A., a los que encontré en la subida, ya habían emprendido una expedición de rescate. A ambos mi sincera gratitud.


Desde arriba, las vistas de la cárcava compensan todo el esfuerzo. A veces, las desgracias que sufre el buen orden de la naturaleza, como suele considerarse este resultado de las escorrentías locas, contienen material aprovechable para el lado menos práctico y utilitarista del ser humano. 


Una vez reunida la totalidad de la expedición, ya pasada la 1 de la tarde, se reemprende el camino, ahora por ancha pista del tipo tan apropiado para vehículos a motor. Sabemos que para gustos hay colores. Pero entre despeñarse y ésto, debe haber un término medio. Bien está: dos modos de andar diferentes que le dan a la marcha de hoy la variedad y la gracia necesarias.



Las vistas vertiginosas de las cárcavas se cambian por las más civilizadas y ordenadas del Canal del Alto Jarama, en cuyas proximidades nos movemos. Averiguo ahora que este canal se proyectó a comienzos de los años 1950 pero desconozco su uso y estado actual. Para mayor ilustración se adjunta una sección del plano de su trazado y no se hable más a reserva de investigaciones más profundas.


Así, con la placidez y falta de sobresaltos del discurrir del agua de un canal, caminamos hasta un mirador coqueto -balaustrada, gran árbol de sombra- sobre Alpedrete de la Sierra, pedanía de Valdepeñas y con una población de hecho de alrededor de 30 habitantes, aunque, dice inspirada y patrióticamente el redactor de la Wikipedia, "en los fines de semana adquiere su mejor cara con la llegada de los hijos de la tierra" Y añade: "Si bien se ha respetado el trazado original del pueblo, las construcciones tradicionales de caliza, de pizarra y de adobe son residuales y están abandonadas. Desde lejos, parece que el pueblo estuviera divido en dos: de un lado el casco antiguo situado al norte, de otro las modernas construcciones, donde predomina el blanco". Efectivamente es así, y con el fondo descrito nos fotografiamos después de dar buena cuenta de nuestro almuerzo.


Son casi las tres de la tarde y emprendemos el camino de vuelta. La sinuosa pista, suponemos que de servicio del canal, de muy cómodo trazado aunque en lamentable estado de abandono, nos devuelve a las alturas que dominan el arroyo de la Lastra donde afluyen las avenidas de agua que proceden de las cárcavas. De allí a los coches, un paseíto descendente. Cuando llegamos son casi las cinco de la tarde y ya se hace gris la luz y fresco el aire.



Antes de despedirnos, algunos nos dejamos tentar por la propuesta para tomar un café o una bebida en una conocida pastelería de Torrelaguna. Así lo hacemos, confortablemente reunidos alrededor de una mesa y acompañados por los tentadores aromas de pasteles, bizcochos y mazapanes. Aprendemos, además, cosas tan sugestivas como la elaboración del "pan de agua" y salimos de allí cada uno con el paquetito para llevar a casa y recordar el día de hoy.

Suplementos


Salva ha imaginado mi particular aventura en términos épicos, heroicos. Yo se lo agradezco pero entre el raspaculos innoble al que me ví forzado y esto, hay una distancia.


Del trabajo fotográfico de Ignacio dejo aquí un par de espléndidas muestras. Hacemos planes para una exposición seleccionada y amplia para todos en algún momento cercano al final de curso.



4 comentarios:

  1. Por alusiones, debo rectificar al cronista, en el sentido que tanto Jose Luis A. como yo, entramos con el resto del grupo en Las Cárcavas, fiándome una vez más, ( y es que no escarmiento ) de la promesa de que no saldriamos de esos angostos desfiladeros trepando por las paredes como cabras, sino que volveríamos al punto de entrada a coger el sendero que con relativa comodidad asciende por el lado exteerior.. Como se desprende de lo anterior, efectivamente se cumplió mi negro presagio y salimos trepando como caprinos o caprones. También es verdad que el espectáculo de los cañones desde dentro nos compensó el sacrificio posterior.

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  2. Querido Antonio, estás en lo cierto. Mi particular huida hacia adelante me privó de comprobar cómo todo el cuerpo expedicionario se adentró en la cárcava. Testigos y fotos hay que lo testimonian.

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  3. Paco, no estés compungido por el fracasado intento de dominar las piedras y las ramas. A Indiana Jones le pasaba eso y muchísimo más y al final siempre encontraba a un bellezón que compensaba los sobresaltos y apuros sobrevenidos. Y encima las escenas difíciles se las hacía un doble, no como tú que te has lanzado a pecho descubierto y frente despejada.

    Muchas gracias por el delicioso relato.

    Ignacio

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  4. Paco ya se sabe es de los que les gusta salir de los caminos trillados pero la próxima vez nos ha prometido que se llevara el móvil, por si acaso.

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