sábado, 17 de marzo de 2018

14 de marzo de 2018, SEGOVIA EN LA LLUVIA

Antonio e Ignacio, uno con texto y fotografías y el otro con fotografías que hablan por sí mismas, remiten al editor, ausente del paseo de hoy, la crónica de esta jornada que prometía ser lluviosa y no lo fue. Por su número y calidad, era difícil la selección de las fotografías, así que el editor ha recurrido al "collage" para presentar la colección de postales de este recorrido turístico.


Esta es una breve crónica de cómo transcurrió la excursión mierconista del 14 de marzo de 2018.

La previsión de lluvias generalizadas en la zona Centro se cumplió y el dia amaneció triste y mojado. La excursión programada por Gargantilla de los Montes se pospuso y en su lugar se realizó un recorrido semiurbano por Segovia, que tenía la ventaja de ofrecer una protección muy apropiada en caso de que la lluvia arreciase. A última hora, se produjeron las bajas de Jose Luis H. y Paco MC, por lo que el grupo urbanita quedó mermado y en el punto de reunión solo firmaron Juan Ignacio, Gonzalo, Joaquin, Pedro y Antonio. Eso sí, con bastante retraso debido al tremendo atasco de tráfico que se había producido a la salida de Madrid en la Salida A-10 de la autovía de La Coruña.

En el aparcamiento de la Iglesia de la Vera Cruz, donde dejamos los coches, no llovía y afortunadamente así se mantuvo toda la mañana. Incluso en algunos momentos apareció el sol tímidamente.

No podíamos comenzar el paseo sin tomar un cafetito e incluso un minimo pincho de tortilla en el Restaurante San Marcos, que se encuentra al lado del aparcamiento , bordeando la carretera de Zamarramala. Y desde allí nos dirigimos al monasterio de Santa Maria del Parral.

Monasterio de Santa María del Parral

Tuvimos la suerte de encontrarlo abierto, ya que en ese momento se lo estaban enseñando a un numeroso grupo de adolescentes con sus profesores de Instituto. Aprovechamos para camuflarnos y escuchar durante un rato las explicaciones del guía que les acompañaba, un propio del monasterio.

La iglesia del monasterio y el claustro
Vistas desde el monasterio del Parral

Ascendiendo por el Camino del Asombro ganamos la suficiente altura como para poder contemplar una bonita vista de Segovia. La tranquilidad del lugar nos permitió escuchar nítidamente las doce campanadas del reloj de la Catedral y desde allí fuimos bordeando, con el Eresma a nuestros pies, hasta casi alcanzar el Parador Nacional, al cual no llegamos por el barranco interpuesto, lo que nos aconsejó seguir nuestra ruta bajando al monasterio cisterciense de San Vicente el Real. Estaba cerrado y solo lo vimos desde fuera.

Por el Camino del Asombro
Desde el monasterio de San Vicente

Alguien nos recordó que en el restaurante La Huerta situado enfrente del monasterio ya habíamos estado biencomiendo en otra visita previa. Eran fechas más propias para ello y en esta ocasión la huerta que da nombre al restaurante se encontraba en barbecho.

En el monasterio de San Vicente

Nos llegamos al Paseo de la Alameda, que marca ribera con el rio Eresma, bastante caudaloso por las ultimas lluvias, y disfrutando de la bonanza de la mañana lo paseamos tranquilamente hasta llegar a la Real Casa de Moneda, herreriano bastimento en cuyo restaurante y por los buenos oficios de Paco M., teníamos reservado nuestro “borde manteles“. Todavía aprovechamos muy bien la hora que nos sobraba antes del condumio haciendo una visita al museo de la Real Casa. No nos penó: fue muy interesante y Juan Ignacio tomó muy buenas fotografías.

En la Casa de la Moneda
Sobre el puente del Eresma
De izquierda a derecha: Gonzalo, Ignacio, Joaquín y Pedro

Al lado del museo se encuentra el Centro de Información del Acueducto Romano de Segovia que también visitamos para alimentar nuestra cultura previamente a nuestro estómago. Excelente menú y buena relación calidad/precio pusieron buen colofón a la mañana.

En la Vera Cruz

El resto fue una visita al templario Templo de la Vera Cruz, que Gonzalo no tuvo tiempo de hacer, y vuelta a Madrid en una tarde que a partir de ese momento se tornó lluviosa, pero que a nosotros no nos mojó.

Y aquí, el mapa con el recorrido y unas fotos de Antonio con algunos rótulos que ponen nombre a los lugares por los que hoy se ha paseado.




lunes, 12 de marzo de 2018

7 de marzo de 2018, EL PICAZO

Por si a ustedes les va lo de las expresiones "a la moda", generalmente venidas de otra lengua, una "window of opportunity" es lo que hemos tenido en este día. Es decir, que el día anterior llovía y que el día siguiente nevaba en el lugar de nuestro paseo y que este grupo estaba ya necesitado de una cierta bonanza meteorológica. Dice Ignacio como resumen, en su habitual envío de los datos de la jornada: ¡Albricias!, una ruta sin lluvia, sin nieve, sin sin. Solo sol y camino por delante. Pues eso, que la propuesta de Gonzalo fue muy oportuna y que las previsiones meteorológicas se cumplieron para nuestro beneficio.

Omito detalles de la reunión para el café en la gasolinera de Venturada y de los atascos previos en las carreteras hasta llegar allí, y comienzo la crónica donde comenzamos a andar: a eso de las 11 de la mañana, en la pista que sale de Robledillo de la Jara y con el tiempo que se puede ver en las fotografías. Pedro se nos ha reincorporado con buena salud y en un estado de forma espléndido como tuvo ocasión de demostrar.



A la pista llana y de buen firme le sucede pronto un senderillo que reclama para sí el dicho "cuando el camino suena, agua lleva". Sonaba el agua que bajaba deprisa por el sendero entre jaras y había que cuidarse de no comenzar la jornada con los pies empapados como un día más de entre los últimos.



La subida, por la ladera del que el IGN identifica como Cerro Porrejón (mucho porrejón hay por estos andurriales), dura alrededor de una hora hasta alcanzar el cordal donde se suceden, acompañando a este Porrejón menor, varias alturas por las que ya hemos andado en otras ocasiones. El Picazo, meta en altitud de la excursión de hoy, es una de ellas y no muy distante, pero el trazado de la ruta nos lleva a descender por la otra vertiente hasta una buena pista, que seguimos en dirección norte unos veinte minutos más hasta situarnos justo por debajo y al este del Picazo. El piscolabis es sagrado (que inspira veneración o respeto) y allí mismo, a la vera del camino, a las 12,25 del mediodía, minuto más, minuto menos, le hacemos los honores debidos.



También allí se decide democráticamente atacar el ascenso al Picazo desde ese mismo punto, en lugar de prolongar el recorrido por la pista hacia el norte y hacerlo recorriendo la cresta desde el collado de Matalinares y Peña Portillo.



Desde la pista, pues, un tramo inclinado hasta la cima del Picazo, corto pero exigente, con el grupo un tanto fragmentado aunque entero en fuerzas. Allá arriba hay una caseta de cemento gris rodeada de un quitamiedos pintado de verde, como un balcón al ancho valle, donde el Lozoya -el gran Lozoya- abastece los embalses del Villar y de Puentes Viejas y del Atazar.



Aprovechando el mirador, Gonzalo sitúa y pone el nombre a muchos de los lugares que están a la vista, que ya hemos recorrido en muchos de nuestros paseos y que aún patearemos mientras las fuerzas (y el muriel, el chocolate y las bolitas de queso) no fallen.



Hacia el otro lado, la presencia imponente de la Peña de la Cabra no nos abandona. También allí y hasta allí - Albirigaño, la Peña del Águila, el alto de las Rozas, el collado de la Tiesa- las huellas de nuestros pasos. El descenso hasta la pista por el ancho cortafuegos de tierra roja no es menos exigente que la subida y las rodillas protestan aún más si cabe. Como puede deducirse por la foto, alguno ha quedado bien detrás, atrapado en la enorme plástica de la vista.



En el mismo lugar del piscolabis, el almuerzo, entre las 2 y media y las 3 de la tarde. Queda así este lugar consagrado como comedor al aire libre y señalado -waypoint- en los mapas y en la memoria del grupo.



Para regresar al punto de partida nos queda una hora y pico de fácil pista y carretera asfaltada, ¡qué se le va a hacer!. En todo ese tramo de la M-130, carretera "de montaña" que une Robledillo de la Jara con Prádena del Rincón o viceversa, pasando por Puebla de la Sierra, un solo vehículo a motor. Si no demasiado útil para el tráfico rodado, por lo menos a nosotros nos vale para descuidar la atención en el paso y ponerlo más en las conversaciones, lo que no es mala cosa a la hora de la siesta.




Así, poquito a poco, recalamos por Robledillo, donde los coches, cerca de las cuatro y media de esta tarde soleada y fresquita. Revelando nuestra condición, Ignacio aprovecha un cómodo banco de madera para hablar por teléfono. A Pedro le ha sentado muy bien esta primera salida tras su prolongada ausencia y Joaquín precisará más tarde "la rodillera me sentó bien", suponemos que además del paseo. En resumen, pocos aurelios, 16, pero grandes vistas, cómodo terreno y una cumbre que añadir a nuestras conquistas, sol invernal y tibio y ningún accidente excepto los del terreno.

Hay que repetir que Gonzalo no solamente supo aprovechar la window de marras, sino llevarnos de paseo con mucho tino y mimo. Eso te cuento, Rodrigo.