viernes, 14 de junio de 2019

12 de junio de 2019, PEÑA DEL FRAILE o LAS MACHOTAS

Sale Antonio al quite y se luce por verónicas y chicuelinas: ¡olé!. Y es que a pesar de que dice Antonio que esto de la literatura en forma de crónica no es su fuerte, aquí le tienen ustedes sustituyendo al cronista por defecto y cuajando una memorable faena.


Día transparente de primavera. El cielo, a esta hora de la mañana, las 10 en Zarzalejo, es azul cian, con tachones de nubes blancas que no impiden que un sol brillante dibuje todos los perfiles del pueblo. Hace fresco y al bajar del coche buscamos la protección del plumas y la gorra, cada uno como puede.

En el restaurante La Posada, número 2 de La Plaza de la Constitución o del Ayuntamiento, nos esperan los Majadahondeños, que han sido más madrugadores: Braulio, Aurelio y Juan Ignacio; Rodrigo no ha podido venir aun siendo el promotor de esta marcha (te echamos de menos, güaje), y Joaquín sigue "de obras“. Nos unimos a ellos Rafa, José Luis H. y yo. José Luis va a actuar como líder, reemplazando a Rodrigo. Estos Mierconistas están muy bien organizados. Falta Gonzalo, aunque que no tarda en llegar, porque Paco M. es también baja de última hora por una “carga antirreglamentaria“ que le hizo su nieto disputando un balón. Como ya lo anunciaron, en esta ocasión han justificado su ausencia Salva, Pedro, Paconejito, y José Luis de Ancos. Y, como en otras ocasiones, ya tenemos el grupo de siete mierconistas en 2ª convocatoria: hay quórum y podemos iniciar la marcha. Bajo estas líneas, perspectivas urbanas y el grupo menos uno, que alguien tiene que hacer la foto.




Partimos del Mirador del Guijo, junto a la Plaza de la Constitución , tomamos la M533 en dirección a la Cruz Verde y al salir del pueblo giramos a la derecha y subimos un fuerte repellón por el camino del Cotanillo. La subida es exigente, pero llevadera, hasta alcanzar una doble puerta de somieres oxidados de alambre. Pasamos la primera y nos desviamos a nuestra derecha por un sendero que, aunque marcado, no es el correcto. Juan Ignacio nos dice que volvamos, que él sí sabe cuál es el bueno.



Siempre hay que procurar ir por el buen camino, hasta el Castaño del Cotanillo. Observamos que está desgarrao. Por aquí debe haber mucho gamberro o mucho rayo tormentoso… Aquí tomamos algunas fotos del castaño antes de que la famosa “ mano del Hombre “ termine con sus restos.



Continuamos subiendo como indica el catálogo, perdón, el plano que lleva Jose Luis, venga p’arriba, porque el jodío monje está “lejos, pero lejos“. Y nos damos de frente con una pared de piedra: un capricho, vamos. Toítos juntos, seguimos pegados a la pared hasta darnos de morros con el jodío fraile, curiosa forma de rocas. (En realidad es que está más salido que una mona). Allí tomamos el piscolabis y hasta pudimos entretenernos viendo las maniobras de un helicóptero de la Beneméeerita. Cruzamos apuestas, pero perdieron los que apostaron que se la iba a pegar contra la Machota.



Después de saltar la famosa pared, por un portillo (???), bajamos al collado de Entrecabezas. Pasamos por el collado. Aurelio, José Luis H, Rafa y Juan Ignacio, como son muy hombrecitos, se pusieron a subir la Machota Alta. Nosotros, un poco nenazas, decidimos esperarlos porque no se iban a quedar allí, vamos, digo yo. Y cuando bajaron, noblemente confesaron que “casi habían hecho cima“, pero que al final había una piedra muy gorda y no se atrevieron. Pues anda, que para eso…



Tras deleitarnos con tanta belleza, ya nos pusimos a bajar en serio, lo que no fue nada fácil. Nos desviamos hacia la izquierda por un cerro intermedio hasta llegar a un abrevadero y allí coger el GR 10 y continuar por un bonito camino entre grandes y bellos castaños, robles, pasar por la Fuente del Rey y otro gran castaño Centenario.



Ya en pocos minutos llegamos al pueblo, entrando por la calle de la Fuente del Rey, pasando junto a la Iglesia parroquial de Santa Maria hasta llegar de vuelta al mirador del Guijo, no sin antes haber tenido una pequeña tertulia con cafés y refrescos en la terraza de La Posada.

Casi 9 km. pero más de 500 m. de desnivel. Ustedes, ¿qué se habían creído?

miércoles, 5 de junio de 2019

4 de junio de 2019, ARROYO DE LA NAVAZUELA o CASA ERASO

(De la mano de José Luis H., al que este cronista, que va dejando de ser el habitual, le queda muy agradecido.)


Crónica de la ruta titulada Arroyo de la Navazuela que ya hizo este grupo el mismo día del año 2013 y que fue planificada por el que suscribe cuando la previsión meteorológica vaticinaba un tiempo caluroso. 

Transcurre por lugares frescos, arbolados… Ha sido un magnífico día, frío, ¡pero frío!. Muy cerca, en lugares recientemente transitados por este grupo, ha caído una bonita capa de nieve. Ignacio encabeza su envío como La histórica ruta de ayer…

Ciertamente histórica, porque pocas rutas han sido ennoblecidas por el paso de hombres y mujeres tan ilustres:
  • Vespasiano
  • Enrique III
  • Felipe II
  • Felipe IV
  • Carlos V
  • Isabel de Valois
  • Felipe V
... y cinco mierconistas (cinco y solo cinco) capitaneados por el gran Rafa.

Pero en realidad, con el apelativo de histórica no se refería a eso. Dicen los que saben y escriben, que en esta misma fecha (5 de junio) hace ya 6 años, acaeció en esta ruta un extraordinario suceso del que aún hablan los lugareños. Bajaban los mierconistas por el camino viejo de Segovia, hallándose cerca del aparcamiento donde habían dejado sus carruajes, cuando en un recodo del camino se les aparecieron dos espíritus envueltos en un halo luminoso: eran las ánimas de Maese Manolo y su partenaire Maese Joaquín. Desde entonces y cada seis años se conmemora en el lugar tan extraordinario suceso.  

Así empezó la cosa. El punto de encuentro fue, como siempre que vamos por estos lares, la cafetería de la estación de Cercedilla. Es para pensarlo; el café de este sirio es francamente mejorable. Por lo demás bien. La agradable sorpresa fue la presencia de Rafa que mantuvo sus dudas hasta última hora. Después, durante la marcha, se portó como siempre, un campeón en plena forma.

Intentamos estacionar los coches en el tradicional aparcamiento de Majavilán, pero para nuestra sorpresa, estaba completo. Poco más arriba, al borde de la carretera, había sitio de sobra. Hoy empezamos a caminar muy pronto. Además de Rafa, en esta ocasión lo hacemos: Rodrigo, Ignacio, Aurelio, Antonio y el que suscribe. A poco más de las 10:30 ya estábamos en ruta subiendo por la pista en dirección al Puente del Descalzo. Por esta zona hay un interesante “nudo” de arroyos que con sus cantarinas aunque escasas aguas, nos alegran el paseo.



Un giro a la derecha y enseguida nos vemos obligados a dar otro a la izquierda. Así es la vida. Ahora encontramos las indicaciones que aseguran que nos dirigimos certeramente a la Ducha de los Alemanes, ese lugar casi mítico situado en la Umbría de la Navazuela y, naturalmente, en el cauce del arroyo del mismo nombre. Una Navazuela pudiera ser una pequeña Nava, digo yo. Pues bien en la actualidad este paraje tiene poco que ver con lo que pudo ser en otro tiempo, Ahora está colmado de árboles, helechos, y todo tipo de vegetación autóctona o no. Bellísimo.

Hacemos un alto en la Ducha para observarla, y tomar las consabidas fotos del grupo de mierconistas. Al poco, se nos acercan un grupo de tres jóvenes, desorientados, preguntándonos por la Ducha de los Alemanes… Están haciendo un ejercicio de orientación y, debido a la presión del tiempo, se han pasado de largo. Sonrisas.



A partir de aquí también nosotros sufrimos un rato de desorientación. Nos alejamos ligeramente a la derecha del Arroyo de La Navazuela, lo que supuso subir la ladera monte a través un desnivel de algo más de cien metros hasta casi alcanzar el GR 10. Un tramo de aventura, de gran belleza paisajística y finalmente muy satisfactoria porque, a eso de medio día, encontramos un magnífico sitio para hacer la parada obligada y reponer fuerzas.



Nada más reanudar la marcha encontramos el GR 10 o carretera de la República y, rápidamente, el Puente de Hierro de la Navazuela. Ahora un buen tramo de GR hasta el Puerto deteniéndonos ligeramente en el Mirador de la Calva. Debo reconocer que el Puerto de la Fuenfría (1796) tiene para mí un atractivo especial. Además de atravesar la Sierra de Guadarrama entre Madrid y Segovia, es cruzado por la calzada romana de la Fuenfría y la Carretera de la República. Pero lo más importante, Paco: ¡por allí sí se va a Santiago de Compostela! En fin, una belleza.



Bueno, pues así la cosa, nos ponemos de nuevo a caminar hacia el destino final, Casa Eraso (Casares) (1711). Lo hacemos por el Collado Minguete sin ningún tipo de preocupación. Todo cuesta abajo, lo que suscita algún que otro comentario malévolo. En este grupo no gusta “perder altura” bajo ningún concepto. En el trayecto atravesamos por los restos de lo que fue La Majada Minguete que, como aclara el cartel informativo, se trata de un encerradero que sirvió para dar cobijo al ganado trashumante.



A eso de la hora de comer (14h.) llegamos a Casa Eraso, que no es precisamente un restaurante, pero que nos va a servir al efecto. Se trata de unas ruinas de lo que en otros tiempos fue casa de descanso de Reyes y compañía, en sus viajes entre Valladolid y Madrid y viceversa. Parece que, según la leyenda, en otros momentos, fue un imaginario convento (El Pabellón de Casarás). La información es abundante a través de varios carteles.



Las vistas sobre el valle del Río Valsaín y el macizo de Peñalara son magníficas, aunque la temperatura hoy no está para andarse con contemplaciones. Decidimos comer en el interior de las ruinas, donde además han crecido un buen número de magníficos pinos. No resulta una buena elección, hace frío y hacemos una comida rápida a la sombra mientras vemos como en el exterior de las ruinas luce, a ratos, el sol. Rodrigo nos obsequia hoy con un chupito, adicional al chocolate, que nos conforta sobremanera.



De regreso subimos, en ligera pendiente, para pasar de nuevo por el Puerto de la Fuenfría. Desde allí, una rápida bajada bosque a través. Pasamos, como hace seis años por el trozo de calzada romana que se conserva razonablemente bien. Allí han instalado un panel de granito con cartel incorporado donde se informa al respecto de la Calzada Romana de la Fuenfría, que unía Segovia con Meaccum (quizás Madrid).



El camino es ahora agradable, la temperatura también. La jornada toca a su fin. Los seis mierconistas hemos caminado 13, 2 km y 556 m de desnivel acumulado, todo ello en 6 horas de reloj, con paradas incluidas. Y lo pasamos bien, que era de lo que se trataba.

Abrazos,

José Luis Hermida




lunes, 3 de junio de 2019

29 de mayo de 2019, LOMA DEL NORUEGO

Dice Ignacio que dice la enciclopedia de todas las enciclopedias que el noruego al que se refiere el topónimo se llamaba Birger Sörensen, y este cronista, aunque tiene razones sobradas para dudar de la tal enciclopedia, no las tiene para dudar de lo que dice su amigo Ignacio, así que queda dicho.

Y todo para introducir la breve crónica de esta jornada de monte en la que participaron siete de los censados como mierconistas, a saber: Antonio, Aurelio, Braulio, Gonzalo, Ignacio, José Luis H. y el que firma en esta ocasión. Jornada que comenzó con unos cafés y tostadas compartidas en la venta de siempre del puerto de Cotos, en un día despejado, y solamente fresquito al empezar. La máquina de fotos del cronista se ha quedado sin pilas pero los teléfonos, ubicuos y polivalentes, vienen al rescate haciendo lo que pueden.



Se comienza el paseo ascendiendo entre pinos al Altozano, con lo cual quedan resueltos los apenas primeros cien metros de los cuatrocientos y pico que separan en altura el puerto de Cotos del Cerro de Guarramillas o Bola del Mundo, donde las antenas en forma de cohetes espaciales de Tintín, que es a donde nos dirigimos y que se ven en la foto allá, por encima de las huellas de las pistas de Valdesquí. Dije lo de día fresquito pero ya hay que quitarse ropas que la cuesta arriba es lo que tiene.

Pasada la cota de los 2.000 m. el grupo se acomoda a sotavento de unas peñas y da cuenta del piscolabis. Decía antes que la cuesta arriba es de quitarse ropa y ahora digo que es de ponérsela en este tramo final hasta la cumbre de Guarramillas porque el viento fresco arrecia. Es decir que, dejando a nuestra espalda las rocas refugio donde un cuervo oportunista ha ido inmediatamente a ver si habíamos olvidado por casualidad alguna de las bolitas de Ignacio, nos vamos de allí con viento fresco.



Unos un poquito antes y otros un poquito después, pero poco, alcanzamos la cumbre de la Bola y nos preguntamos por la utilidad actual de aquellas instalaciones y de las enormes antenas. Hay un vehículo de una compañía de calor y frío, o sea de calefacción y de aire acondicionado. Queremos interpretar su presencia pero no llegamos a ninguna conclusión, salvo esa tan de la ciencia ficción de que hay vida afuera.

En ese planeta desolado, algunos rodean el cercado de las instalaciones y otros nos quedamos allí para una foto, para sentir el viento y para mirar lo que se ve. Un veterano paseante solitario se interesa por el camino hacia la Cuerda Larga y nosotros le informamos con la mayor precisión aprovechando la claridad del día, la nitidez de las vistas y nuestra buena disposición. El caminante dice no tener prisa y que hará noche por aquellos parajes; dice también que va bien equipado y comunicado, de manera que nos quedamos tan a gusto y le deseamos una feliz travesía. Estas cosas pasan entre la una menos cuarto y la una y media de la tarde aproximadamente.



Luego, Ignacio y Aurelio informan de su intención de seguir hasta la cima de Valdemartín. El resto les felicitamos por la iniciativa y declinamos la invitación a acompañarles, cada uno por su motivo y todos ellos justificados y razonablemente expuestos. De manera que el grupo se fragmenta, con la mayoría deambulando por aquellos parajes haciendo tiempo hasta la hora de comer.



El cronista, que viene de la época en que los teléfonos eran negros de bakelita y con un disco para marcar, no se ha hecho aún del todo a la idea de que los de hoy también sirven para hacer fotos, así que el reportaje de este miércoles queda tan soso y deslucido, sin las instantáneas de los almuerzos y sin casi nada. El caso es que mientras Aurelio e Ignacio coronan el cerro al que se dirigían y que da nombre a las pistas de esquí, el resto se acomoda al abrigo de unas peñas y come y bebe lo que lleva en las mochilas aunque se pierde el muriel lo que es una gran pérdida. Las tales peñas están puestas en un sitio muy estratégico y acogedor como demuestra la gran cantidad de basura abandonada por otros excursionistas seguramente de la generación del sostenimiento medioambiental. Uno hace lo que puede y recoge latas, bolsas de plástico y envases para bajarlos hasta el cubo de la basura del puerto de Cotos. Una lagartija sale a tomar el sol y apenas retrocede cuando el cronista se acerca a mirarla más de cerca. Es una lagartija que, a pesar de habitar un lugar tan agreste, tolera razonablemente las intromisiones de los paseantes.



Acabado el almuerzo de los de aquí y de la pareja de Valdemartín, cada uno en su sitio, nos juntamos todos donde acaba una de las pistas de esquí y descendemos por ella, por lo tieso, tramitando como podemos las piedras sueltas. Al lado de la estación final de los telesillas unos terneros de talante muy primaveral, ese que la sangre altera, juegan a treparse por parejas unos encima de otros. En la estación de arranque, unos operarios trabajan en desmontar las sillas y alinearlas ordenadamente. Quiero decir que cada cual a lo suyo. Y estos de los miércoles alcanzan la carretera que conduce hasta el puerto de Cotos y caminan por ella con la sensación de haber empleado bien la mañana de este día. Aún tienen ganas y humor de atajar en la parte final por un camino que cruza un trozo de bosque y lleva directamente al aparcamiento.



Se concluye tan agradable jornada tomando unos refrescos en la venta de Cotos y posando para la foto de grupo. Encuentro a Aurelio y Braulio un poco más anchos de lo que acostumbran. Podría ser por la satisfacción pero me temo que se debe al indeseable efecto de las lentes del teléfono.



Dicen los registros que se han caminado 12,5 km. y que se han superado los 650 m. de desnivel. Bien entendido que los perezosos que no prolongamos el paseo hasta Valdemartín y nos quedamos en la compañía de la lagartija hicimos menos de eso. Para que conste y no se produzcan piques.