miércoles, 27 de marzo de 2013

20 de marzo de 2013, BAJO MANZANARES

Querido Rodrigo,

Próximo ya tu regreso, la primavera, a dos días de su entrada oficial, decidió festejarlo por anticipado con un día magnífico de sol y nubes ornamentales, caudalosas corrientes de agua y campos floridos. Habíamos optado no tanto por una excursión sino por una arriesgada incursión en las tierras del denostado bajo Manzanares, allí donde el pobre río carga sobre sí el peso de los vertidos teóricamente controlados de la ciudad de Madrid. El caso fue que la meteorología y la naturaleza derramaron pródigamente sus dones sobre el grupo permitiéndonos disfrutar de una espléndida, aunque corta, mañana campestre en las cercanías de Rivas-Vaciamadrid, municipio de nombre sospechoso y depurativo.

La fugaz vista de unas carreras de conejitos nada más abandonar los coches en las cercanías de la Escuela Nacional de Protección Civil nos hizo emprender el paseo con el ánimo más risueño, pero siempre hay una china en el plato de lentejas o un grano de pimienta en la crema de aguacate. La china, es un decir, fue la inesperada y temprana aparición de una empleada del Ayuntamiento de Rivas, que interpuso ante nuestro decidido impulso mierconista su rotundo 4x4 oficial, flanqueado por otro vehículo particular de similares características, mientras declaraba que nos adentrábamos en un "parque regional" protegido y, al mismo tiempo, en terrenos de una finca privada vedados al paso, y apelaba a nuestra conciencia ciudadana y a otros conceptos igualmente trascendentes para que retrocediéramos sobre nuestros pasos. Adornaba su discurso con triviales manifestaciones del tipo "el campo no es de todos", "si todos hiciéramos lo mismo" o "yo estoy aquí solamente para informar". Tras un rato, demasiado largo para mi gusto, de protestas civilizadas pero firmes por parte de la práctica totalidad del grupo, apoyadas en las solventes informaciones que nos habían descrito esta ruta, nuestra interlocutora optó por hacer recaer el peso de la decisión sobre los hombros, a estas alturas un tanto encogidos, de su amigo el conductor del otro coche, que se presentó, si no como el propietario de la finca, sí como si lo fuere a los efectos del contencioso. El hombre, que en un aparte y entre dientes se declaró harto de los enormes beneficios derivados de tanta protección oficial y tanto parque regional, hizo ver que no le importaría nuestro paso "por esta vez" y siempre y cuando no destruyéramos la finca, cosa que, evidentemente, no formaba parte de nuestros planes. De manera que, contentos de habernos topado tan pronto y tan gratuitamente con un tema de conversación, seguimos la ruta prevista procurando mirar lo más posible hacia el suelo para no dañar la finca, el paisaje y las aves canoras y otras especies protegidas. En descargo de nuestras conciencias, aporto plano de Medioambiente, Parques y Jardines de Rivas, en el que se dibuja milimétricamente la ruta que estábamos a punto de iniciar.



El camino discurre al lado del elevado cantil, rodeándolo por el norte y aproximándose cada vez más a la orilla del Manzanares, hoy de aguas más bien ocres como corresponde pero abundantes y rumorosas. El cortado está plagado de cuevas y oquedades en los que imaginamos buscan refugio y anidan las numerosas especies protegidas del Parque Regional del Sureste. En los numerosos folletos que describen los encantos de la zona, su fauna y su flora, se dan los nombres de algunas de tales especies, aunque probablemente omitirán la mención de las más amenazadas, tal como hizo la diligente empleada del ayuntamiento cuando le preguntamos qué especies presentes eran las más cercanas al peligro de extinción y nos respondió "como comprenderán no se lo voy a decir". Supusimos que esas especies, además de amenazadas y probablemente por eso, son muy prudentes y prefieren el anonimato.Ciertamente vimos pajaritos y murciélagos que se alimentaban al vuelo de incautos insectos, además de obtener alguna furtiva visión de alguna rapaz, pero nada más que atrajera nuestra atención particularmente, lo que me hace pensar que este grupo necesita  un baño de inmersión en ciencias naturales para redondear su vasta formación en tantos otros aspectos. 

Los altos cortados se adornan de vez en cuando con formaciones geológicas altas y enhiestas que recuerdan a los mallos tan frecuentes en la geografía del Ebro y tan propicios para la escalada. Pero ni el Manzanares es el Ebro, ni los mierconistas se encuentran hoy especialmente inclinados a los deportes de riesgo, así que los dejamos atrás pacíficamente no sin antes utilizarlos como fondo para una foto de grupo.

Desde hace rato la ruta transcurre por un trazado señalizado con las banderas blancas y rojas de los GR o senderos de gran recorrido. Parece se trata de la prolongación del GR 124, o Senda Real, hacia el sur por el Parque Lineal del Manzanares, donde se unirían, en un mismo recorrido, la Senda Real de los Trastámara y Habsburgo con el sueño ilustrado de los Borbones de crear una vía fluvial desde Madrid hasta Lisboa. ¡De qué cosas se entera uno! Y para que los demás también se enteren , sigue la oportuna explicación.

En el siglo XVII se previó la canalización de los ríos Tajo y Manzanares para hacerlos navegables. Se nombró una Junta para su estudio y, al poco tiempo, la Junta, revisando las enormes dificultades técnicas e ingentes recursos financieros necesarios, dio la contestación rechazando la obra con el siguiente argumento: "Si Dios hubiese deseado que ambos ríos fuesen navegables, con sólo un fíat lo hubiese realizado, y sería atentatorio a los derechos de la Providencia mejorar lo que ella, por motivos inescrutables, había querido que quedase imperfecto". A pesar de este concluyente argumento, en el siglo XVIII se emprendió una colosal obra de ingeniería, que por sus enormes exigencias, nunca fue acabada, la cual tenía como objetivo comunicar las aguas del cercano río Guadarrama con las del Manzanares y el Tajo, hasta llegar al Guadalquivir y al océano Atlántico, mediante un canal navegable de casi 800 kilómetros, con la Presa de El Gasco (Torrelodones) como punto de origen



Pues lo que parece es que los grandes recorridos - e incluso los pequeños - se arman un buen lío en cuanto se aproximan a las ciudades, tratando de salvar las autopistas y sus raquetas, los pasos elevados y el amontonamiento de regulaciones varias, con lo cual este GR resulta ser de poco fiar. Pero la bandera bicolor queda bonita pintada sobre una piedra. ¡Viva la abstracción!

Más allá y sin abandonar el camino pasamos por una explotación agrícola - ganadera que se denomina Casa de los Conejos, momento en que Antonio dice que ya podían tener sus mandamases un poco más de sentido estético y no dejar todo tirado por en medio o amontonado desordenadamente en cobertizos improvisados. Tiene razón aunque me haya jorobado un poco su comparación elogiosa con las cosas del campo en Francia, tan arregladitas y "coquettes" que parece no están sino para adornar el medioambiente. Por cierto, que el medioambiente es frágil lo demuestra un gran obstáculo en el camino en forma de bloques de piedra amontonados que obligan al grupo a recordar que también existen los senderos escabrosos, como oportunamente se indica en la cabecera de nuestro blog. Se trata de los restos del derrumbe, hace una docena de años más o menos, de uno de esos airosos pináculos que nos vigilan. La maniobra para salvar el escollo ofrece, por primera vez en el día de hoy, vistas en escorzo de los mierconistas mucho más fotogénicas que las que se dan en el camino llano y carretero. 


Un poco más y aparece la unión de Manzanares y Jarama, medio oculto éste por la arboleda. ¿Cuál de los dos es el vencedor del encuentro? ¿Hay un vencedor o se trata de un esfuerzo cooperativo? La respuesta es, lamentablemente, que siempre se acaba por manifestar una jerarquía y que el superior también siempre acaba por exigir al inferior una exacción o tributo. De tal manera, resulta que el Manzanares es tributario del Jarama, a pesar de los méritos de aquél como sufrido albañal de la Villa y Corte. Así que el río que se enmarca en las ventanas gemelas con arcos peraltados del torreón o garita aneja a la Presa del Rey es el Jarama y no hay más que hablar. Por cierto que a Ignacio -¡lo que son las fantasías de la nostalgia!- esas aberturas le traen el recuerdo de las nobilísimas de Santa María del Naranco. Se trata de una evidente exageración pero yo y mis añoranzas se lo agradecemos. 

Cortesía de www.elcoleccionistadeinstantes.com
Llegados a la Presa del Rey, que alimenta el azud desde donde se abastece la Real Acequia del Jarama, comprobamos que no podemos cumplir con nuestro propósito de cruzarla para asomarnos a las lagunas del otro lado, restos de antiguas graveras. Así que decidimos quedarnos allí para el piscolabis, sentándonos algunos con los pies colgando sobre la extensa corriente de agua, como raqueros en el puerto de Santander. Otra ocasión para la nostalgia, de manera que no resisto la tentación de copiar una foto del monumento que se ha dedicado en el muelle del Paseo de Pereda a esos chavalucos que conocí en mi infancia y que me acompañaron frecuentemente en mis tardes de pesca desde el muelle.

Desde el piscolabis emprendemos el camino de vuelta, que no nos resistimos a hacer transcurrir por los altos de La Marañosa o de Casa Eulogio, vaya usted a saber, a pesar de las advertencias contrarias de nuestra amiga del Ayuntamiento. Avalaba nuestra decisión la opinión de un par de expediciones ciclistas que encontramos en nuestro paseo y que ya habían transitado por aquellos parajes en diversas ocasiones y sin mayores inconvenientes. La decisión fue oportuna porque nos permitió cambiar completamente de entorno y de estilo de marcha. Tomamos un senderito oculto  y ascendente, de esos que organizan al grupo obligatoriamente en fila india y, tras salvar un desnivel de unas decenas de metros, nos adentramos en un precioso bosque repoblado de pino carrasco atravesado por amplias y cuidadas pistas de tierra. En el descenso hacia la vertiente oeste buscamos un lugar con asientos para el almuerzo hasta dar con un hermoso tronco caído, al lado de los surcos muy evidentes de trincheras de la Guerra Civil. Son éstos lugares para la memoria de la batalla del Jarama, de la que aún quedan, como siembra estéril y objeto de colección, numerosos casquillos de proyectiles.


La última parte de la excursión, como corresponde a esta primeras horas de la tarde, tan propicias para la pereza, es un dejarse deslizar hacia los terrenos aluviales de la vega del Manzanares, con sembrados de rutilantes verdes y almendros de blancas y candorosas flores. Solamente la inquietud producida por la cercanía de una larga fila de colmenas y por la posibilidad de nuevo encuentro con la diligente funcionaria del Ayuntamiento de Rivas disminuyeron mínimamente el enorme placer del paseo hasta los coches, bajo el templado sol declinante y la fragante brisa todavía no contaminada, a estas alturas del año, por el pestilente tufo de las aguas residuales que se vierten en el castizo río.


No hay mucho más que decir, creo yo, salvo que la próxima semana hacemos vacación de paseo y que se prevén abundantes lluvias para la Semana Santa, de manera que tendremos la oportunidad de ofrecerte a tu vuelta los verdes más intensos, los campos más floridos y las alergias -¡tan modernas y frecuentes!- más agresivas con la mucosa nasal. Deberían dar fe de lo expuesto por este cronista, matices aparte, los siguientes mierconistas, asistentes a la excursión: Antonio, Braulio, Gonzalo, Ignacio, Joaquín, Pedro y Rafa. 

Un fuerte abrazo.

Números: 12,5 km., 238 m. de desnivel acumulado ( ¡parece mentira! ) y 5 horas de excursión incluyendo paradas voluntarias y paradas "nolens volens" de causa municipal y un poco espesa.






sábado, 16 de marzo de 2013

13 de marzo de 2013, CANCHO DE LA CABEZA

Querido Rodrigo,

A unos cuantos mierconistas nos ha dado por celebrar tu onomástica con un paseo hasta el Cancho de la Cabeza. Tierras del bajo Lozoya, ora agrestes y expuestas a los vientos en las alturas, ora llanas y protegidas en las riberas. De ambos ambientes disfrutamos este día, que comenzó con la habitual reunión en Cotos. Allí, Gonzalo, Ignacio, Pedro, Rafa, Salva y este cronista se reunieron alrededor de los cafés de máquina moderna e hicieron votos por tu salud y felicidad.

A eso de las 11 estábamos empezando a andar desde un lugar señalado en el mapa como Los Laderones, cercano al punto kilométrico 3 de la carretera M-134 y más arriba de la presa del Pontón de la Oliva. Había que protegerse del viento frescachón, término náutico que arrastro hasta aquí, un poco nostálgicamente, desde pasadas singladuras. Pero ya se sabe, a la mar fui por naranjas, cosa que la mar no tiene o, dicho de de otro modo, al monte fui por besugos...

Con intención de buscar un poco de abrigo dirigimos nuestros pasos hacia el ribazo del Lozoya, un par de kilómetros más abajo, hasta la antigua carretera sin asfaltar que bordea el río, flanqueada por preciosas protecciones de pizarra que separan la vía del talud, y de un trazado suavemente sinuoso, poco apto para velocidades de motor pero más que adecuado para carretas y caminantes de ocasión. Esa parte del camino, llana, resguardada, soleada, fue muy grata. Unos árboles en flor (lástima de mis escasos conocimientos botánicos) nos acompañaron en el recorrido celebrando tu día y la próxima primavera. Ocasión para la fotografía romántica, quizá tan poco actual pero tan propicia para la evocación de misterios y borrosos buenos momentos. Veo en el mapa que la altura que nos domina se llama Chortal Cimero y veo en el diccionario que se llama chortal a una lagunilla formada por un manantial poco abundante que brota en el fondo de ella. Así que probablemente hubo una lagunilla en una de estas cimas, derramando sus aguas ladera abajo en el Lozoya. Como ya no debe existir, puesto que llegados a lo alto no vemos nada que asemeje laguna o lagunilla, cuento con un motivo más para la saudade y la reflexión geológica y ecológica.


Llega la cuesta arriba, que ya sabes que "Cuando de mi patrona voy a la ermita, se me hace cuesta abajo la cuesta arriba. Y cuando bajo, y cuando bajo, se me hace cuesta arriba la cuesta abajo." Seguro que le pones la música. La cuesta, en la "senda del Genaro", nos lleva, entre jarales y romeros que ya empiezan tímidamente a repartir fragancias, en dirección al poblado del Atazar. No llegamos a entrar en ese remedo artificial de aldea porque nos lo impide una cerca de alambre. Probablemente sus habitantes, de ingenieros de caminos para abajo, están un poco hartos de mochileros que buscan acomodo en el umbral de sus casas para tomarse el bocadillo. En cualquier caso, los tales o están muy escarmentados o manifiestan escasa confianza en sus congéneres ya que hasta prohíben tocar los árboles. ¡Tiempos recios estos que corren! Yo, por el contrario, preferiría que se animara a tocar, delicadamente eso sí, la corteza de tan nobles seres y apreciar así que la aspereza externa es, las más de las veces, en los árboles y en otras especies, compatible con las verdes hojas y los dulces frutos.

Por debajo de nosotros ahora se muestra la hermosa perspectiva de ese recorrido del Lozoya que los mapas titulan "Los Churrascados". Como ya he acudido en exceso al diccionario y la bibliografía, omito aquí el esfuerzo de interpretación y que cada cual se imagine lo que quiera. Gonzalo solicita, probablemente con finalidad más práctica que estética, una foto detallada de la zona y así lo cumplo y testifico.
El aspecto soleado del paisaje en la foto es engañoso. Un viento más que fresco trae del norte copos enloquecidos, sin tino ni fijeza, que se van por donde han venido o por cualquier otro sitio. La vista de los montes más al norte, blancos de nieve reciente y velados por nubes en movimiento y que se rompen en jirones, mete miedo. Suena el teléfono y Mari Paz informa a Gonzalo de que en Cotos nieva a todo nevar. Así que Ignacio no puede por menos de elogiar tanto la precisión del pronóstico meteorológico como la oportuna decisión de Gonzalo al traernos a este estrecho pasillo de relativo buen tiempo, entre ventiscas y chubascos de nieve al norte y al sur.

Aún nos queda por cumplir un propósito, si no meta, del paseo: la ascensión al Cancho de la Cabeza, rocoso monte de 1.264 m. y atalaya magnífica sobre el embalse de El Atazar. Poco tiempo en la cumbre, casi el imprescindible para las fotos de rigor, del grupo y del embalse, no fuera a ser que alguno de los mierconistas más ligeros de peso fuera arrebatado por el vendaval.


Aparece en este punto la única persona que encontramos en todo el recorrido. Se trata de un ciclista, ya no tan joven, que tiene la tarea de colocar carteles para una prueba de ciclomontaña que se va a celebrar el próximo domingo 17. Saluda de forma risueña y se deja fotografiar. Saca de su mochila carteles y grapadora y procede. Al cabo de un instante sigue su camino en bicicleta dando botes entre afilados pedruscos. Cada alma en su almario y a cada cual su mérito. El de éste se me hace no pequeño, porque pone su tiempo y sus energías al servicio de una causa tan gratuita. Y no como disminución de su mérito, apunto que el ciclomontañero afirmó con seguridad y entre sonrisas que este tipo de días, viento-nieve-sol-frío, son los que más le gustan. Hay gente pa tó, dijo el insigne matador de toros.

En el camino de vuelta tenemos la sensación de que el frío aumenta y, expuestos al ventarrón ya constante, no acabamos de decidirnos a parar para el almuerzo. Solamente un acto de voluntad y quizá algo de hambre nos animan a detenernos en el pinar, en una breve mancha de sol, y sentarnos sobre la pinaza para dar cuenta de los bocadillos. Tengo un amigo que se niega a decir sandwich y usa siempre la palabra bocadillo o, en todo caso y cuando no hay más remedio, emparedado. Yo no quiero tomar postura y me avengo a los usos y costumbres del lugar o del grupo.

En esas estamos cuando el viento arrecia y los volanderos copos aumentan. Ignacio sugiere oportunamente que quizá se puedan fotografiar con el flash, y eso hago. También sugirió antes que registrara el rugido del vendaval, en un momento de imponente presencia sonora, pero no lo hice porque es sabido que solamente se obtiene una especie de ronco golpeteo y porque hay fenómenos que solo se pueden apreciar debidamente en su mismísima presencia. Así que, probablemente, esta narración no te haya podido transmitir más que unos rasgos abocetados de las sensaciones, placeres y esfuerzos de la excursión de hoy. Pero esto es lo que hay, que dijo aquél al que le pilló su mujer en la cama con la vecina.

Las posibles posdatas incluirían:

  • algunos interesantes temas de conversación, que fueron desde los ritos utilizados para la elección del Papa a la historia remota del Airbus; 
  • el olvido de Gonzalo de sus botas en el coche, lo que le obligó a hacer, afirmo que muy airosamente, todo el trayecto en zapato más o menos deportivo; 
  • el catarro de Pedro, del que predije al comienzo del día se iba a curar y me equivoqué; 
  • la ofensiva presencia de un basurero o punto sucio lleno de botellas de vidrio rotas y ollas desportilladas en medio del monte, siendo que los agentes forestales, tal como avistamos, se pasean arriba y abajo en sus todo-terreno haciendo no-se-sabe-qué; 
  • los postes de señalización de la senda de Genaro, cuyas cartelas hace tres años giraban libremente apuntando hacia cualquier dirección a gusto del viento y del consumidor y ahora ya son fijos y señalan  imperativa y abusivamente un único sentido por destino;
  • la gran carpeta de Salva, que, en esta ocasión, no contenía ningún nuevo título sino una muestra de sus magníficos dibujos montañero-surrealistas, por lo - los que fue muy elogiado; 
  • los números de hoy, 14,1 km., 565 m. de desnivel, 2ºC. al llegar a los coches a las 4 y pico de la tarde
Y acabando como comencé, el especial abrazo de hoy por San Rodrigo.

jueves, 7 de marzo de 2013

6 de marzo de 2013, MONTE DEL PILAR DE MAJADAHONDA

Croniquilla de un paseillo remitida por Salva


Día oscuro como el alma de un tesorero de partido político. Amenaza lluvia, pero cuatro hombres poseídos por la llama de su fe montañera se aprestan a enfrentarse con el Monte del Pilar (Majadahonda). Ignacio salta de la cama y ya está en el lugar de encuentro. Gonzalo llega en coche y José Luis y Salva lo hacen en un tren de cercanías que han alquilado especialmente para esta ocasión.

Una última mirada al cielo y empiezan a caminar. Ignacio jura una y otra vez que siguen la ruta prevista pero sus tres compañeros tienen la impresión de marchar sin rumbo fijo a través de mares de barro de una calidad excepcionalmente buena constreñidos por alambradas claustrofóbicas y carreteras que conducen a lugares ignotos. Se cruzan con corredores, ciclistas y vehículos de reparto. Dado que van sin mochilas ni bastones tienen más aspecto de paseantes que de esforzados alpinistas. Pasan las horas y empieza a llover mansamente. A Dios gracias, en el horizonte, y gracias también al bendito mapa de Ignacio, entre nieblas y cortinas de agua se vislumbra el Centro Comercial de Monte del Pilar.

Como si de un Ángel Custodio se tratase, Braulio se aparece ante los montañeros confortándoles con su afecto y su sabiduría. Los cinco comen en un restaurante de inspiración gallega y descomunal tamaño. La relación calidad precio no era mala. Una vez apaciguada el hambre los cuatro montañeros y el seráfico Braulio retornan a sus hogares.

3 horas de marcha, 11 kilómetros y unos dos metros y medio de desnivel.

Ignacio apostilla, en el mail de envío de los trazados de la ruta y bajo el título "El paseíllo torero de hoy": "¡qué oportunidad perdida por Antonio y Joaquín para aumentar su ranking de excursiones de salón!. Será difícil que pillen otra oportunidad como la de hoy.


P.D. de Paco: Los espíritus curiosos podréis ver, pinchando en este enlace, una descripción de esta ruta, recomendada para infantes y alevines. El bucle vejez - infancia empieza a cerrarse ominosamente para los Mierconistas.

viernes, 1 de marzo de 2013

26 a 28 de febrero, PLA DE LA CASA (ALICANTE)

Crónica remitida por Salva (texto e ilustraciones del autor)


Martes 26 febrero


Un pálido fantasma se ha abatido sobre el grupo dispuesto a participar en la “II Expedición Mierconista al Himalaya Alicantino” Averías mecánicas, complicaciones familiares, complicaciones laborales y trastornos estomacales han reducido el grupo a cuatro únicas personas: Braulio (conductor de su Land Cruiser), Joaquín, Pedro y Salva. Menos mal que se unió al grupo Víctor, un camarrupa de pro dispuesto a todo.

Con buen tiempo partimos rumbo a Levante. El poderoso Toyota devora los kilómetros y en Xinorlet, una pedanía de Monóvar, nos sentamos en el lujoso restaurante Elías. Allí, entre otras cosillas, devoramos una Paella de Conejo y Caracoles que no se la salta un gitano moscovita. Turbados por los manjares ingeridos reanudamos la marcha. Nos vemos obligados a dejar las cómodas autovías y adentrarnos en carretas repletas de curvas y contracurvas. Pasamos por Benilloba, luego por Benimantell y, finalmente, arribamos a Guadarest. El Hotel Trestallador (literalmente El Distribuidor de Agua) está en la ladera de un cerro. Hace un frío que pela: 2º C. Afortunadamente han encendido los radiadores de nuestras habitaciones. Nos instalamos y bajamos a Guaderest. Ni un alma. Joaquín sentencia: “- Estamos en lo más hondo de la temporada baja”. Braulio, según nos cuenta, ha estado viviendo en este pueblo aunque se niega rotundamente a relatarnos los motivos de tamaña felonía.

Regreso al hotel. El cielo está completamente despejado. Cervecita, charla, lectura… De la cena hay que destacar unas croquetas incomibles, una ensalada estimable  y una “olleta” muy en su punto. A las once nos vamos a la cama con la conciencia tranquila.

La primavera pugna con el tiempo invernal



Miércoles 27 febrero

Como somos la mar de cumplidores nos levantamos antes de las siete. El tiempo está cambiando de acuerdo con las previsiones de la “meteo”. Excelente desayuno y nos vamos a Quatretondetas. Durante el viaje el termómetro llega a marcar -4º C. Pedro aprovecha un descuido de Braulio para devolver a la Madre Naturaleza la paella de ayer.

¡Allí están! Nuestro camaradas alicantinos nos esperan con la sonrisa prendida en los labios. Los dos Eduardos, Vicente y Richard (escocés de la mismísima Escocia) nos abrazan con todo cariño. Nosotros no nos quedamos atrás en cuanto muestras de afecto.
Todas las opciones

Hacia la cumbre
A las nueve iniciamos la andadura por una cómoda pista que va ascendiendo sosegadamente. Sobre nosotros se alzan los “Frares” (los Frailes) unas agujas rocosas de caprichosas formas. Hace frío y todos nos abrigamos con esmero. Una fuente rodeada de hielo. La pista se troca en sendero bien trazado. Ganamos altura casi sin sentir. Los pinos nos ocultan el bonito paisaje que nos rodea. Otra fuente que provee de agua a Quatretondeta mediante un larguísimo  tubo negro del groso de un brazo. Huelga decir que el pilón tiene una capa de hielo de diez centímetros de espesor.


Braulio, el promotor de la expedición
No están todos los que son
Estamos en un collado amplio y boscoso. De seguir de frente llegaríamos al valle de Benimantell. Giramos a la izquierda y acometemos una empinada subida por un sendero poco claro cubierto de guijarros. Resoplamos un poco pero como somos perseverantes y pacientes alcanzamos una alta meseta (de ahí el nombre de nuestro objetivo: Pico del Pla -llano- de la Casa) rodeada de cumbres. Una de ellas, rocosa y abrupta, es la nuestra.

El "pozo de nieve"
Nos detenemos al lado de un “pozo para nieve” casi insondable. Recapitulamos: el tiempo amenaza nieve (algunos copos han caído durante la mañana), hace mucho frío y nos falta tiempo para llegar a una hora decente al restaurante que tenemos apalabrado. Total, que nos bajamos. Tomamos un bocado, reponemos fuerzas y nos deleitamos con el vino de la bota de Víctor.

El descenso hasta el collado se convierte en una pesadilla: los guijarros redondeados esparcidos por alguna bruja malvada sobre el camino hacen que estemos permanentemente a punto de dar con nuestros viejos huesos en el suelo. Crispados, en tensión, maldiciendo al Hércules y preguntándonos como puede ser Alicante “la mellor terreta del mon” perdemos altura como buenamente podemos.

Joaquín descendiendo, con aplomo y elegancia,  la pedrera del Pic del Pla de la Casa


¡El collado! ¡Bendito sea San Sinónimo de Balconada! Seguimos bajando. El cielo está completamente cubierto y nos amenaza con toda clase de males. Cuando llegamos a la pista suspiramos aliviados y la sonrisa regresa a nuestros rostros. Han sido cuatro horas y media de marcha y unos seiscientos cincuenta metros de desnivel.

Montamos en los dos 4X4 y nos vamos a la Venta Nadal en la carretera de Alcoy a Benilloba. ¡Qué comida más satisfactoria! A destacar: una deliciosa sobreasada a la plancha, una ensalada con unos tomates dignos de los banquetes celestiales, unos sabrosos medallones de cordero a la brasa, un arroz caldoso con carne reconfortante y poderoso…

Ha llegado el momento de la despedida: besos, abrazos y promesas de amor eterno. Nos veremos en Madrid los días 16, 17 y 18 de abril. Esta circunstancia alivia el dolor de nuestros encallecidos corazones.
Regresamos al hotel. Ducha caliente. Bajamos al comedor y charlamos de todo lo divino y lo humano mientras la rubia cerveza acaricia nuestro seco gaznate. A las diez, obligados por el tremendo desgaste a que hemos sometido a nuestros cuerpos, cenamos. El que esto escribe compartió una ensalada con Víctor y se metió entre pecho y espalda dos platos rebosantes de “olleta”. Ebrios del deber cumplido nos fuimos a la cama.

Jueves 28 febrero


Toda la noche lloviendo. Nos levantamos sobre las ocho. A las nueve bajamos a desayunar. Engullimos con toda tranquilidad hasta que una serie de rayos y truenos nos estremecen. ¡Cómo graniza, Virgen Santa! En unos minutos el suelo, hasta donde se pierde la vista, está cubierto por una capa de cinco centímetros de bolitas de hielo. Decidimos esperar hasta que pase la tronada pero no tiene visos de terminar. Cargamos el coche y nos despedimos de los dueños del Hotel Trestellador.

Las ruedas patinan sobre el hielo y Braulio, sereno y animoso a pesar del peligro, mete la reductora y descendemos lentamente hasta Guadarest. Un par de turismos están en la cuneta incapaces de moverse. Afortunadamente hay alguna huella sobre el asfalto y avanzamos con total seguridad mientras Braulio nos relata unas historias de incierto final e improbable planteamiento. La escena es desoladora: diez o doce coches están inmovilizados sobre la carretera sin poder avanzar. Sigue granizando y la niebla emborrona el entorno. ¡Y pensar que estamos a treinta kilómetros de Benidorm y a menos de veinte en línea recta del Mediterráneo!

Perdemos altura y el asfalto se va librando de la capa de granizo que lo cubre. Finalmente, cerca ya de Benidorm, la lluvia hace su aparición y desaparecen nuestros problemas. Seguimos en dirección Alicante y tomamos la autovía hacia Madrid. Según ascendemos la lluvia se torna en nieve. Paramos en Almansa para reconfortarnos con unos bocatas de salchichas mientras cae una nevada de padre y muy señor mío. El campo está teñido de blanco como si se tratase de la taiga siberiana.

Última etapa: lluvia, nieve, granizo… Llegamos Madrid a primera hora de la tarde. Nos estrechamos la mano jurando que el próximo miércoles regresaremos a la montaña.