domingo, 30 de septiembre de 2018

26 de septiembre de 2018, DEL PUERTO DE CANENCIA AL COLLADO DEL HONTANAR, PASANDO POR EL PERDIGUERA

El cronista ya no recuerda cuál era la previsión meteorológica para este miércoles, pero cree que nada se había dicho sobre la posibilidad de niebla. En realidad hubo niebla en las alturas solamente, durante nuestro paseo, y un poco también, aunque de otro tipo, en alguno de los del grupo, que extravió la ruta por carretera en el camino a Miraflores. Dice el diccionario que niebla es también "lo que no deja percibir debidamente la realidad". Pues eso.

El breve retraso no impidió los cafés acostumbrados ni el inicio de la marcha a la hora prevista, que digo yo que era las 11 de la mañana, también como de costumbre. Ese inicio es el que se muestra en las fotos de debajo, tan sositas.



Hubo que andar al principio fuera de la pista y tramitar una buena cuesta arriba para cumplir el propósito de llegarse lo antes posible al Perdiguera, monte chato que no llega a los 1.800, y más chato aún entre los borrosos contornos de este día. Piensa este cronista que algún mérito habrá hecho esta cumbre para aparecer tan destacada en los mapas, pero este miércoles no fue capaz de encontrarlo.



El piscolabis sucedió entre 12 y 12,30 del mediodía, con tertulia de pie en la orilla del ancho cortafuegos que prácticamente rodea todo el pinar de Canencia.



Y la foto de grupo aconteció un cuarto de hora más tarde, aprovechando la aparición de una barrera que se dejaba tocar, en el camino al prado del Toril.



Entre la barrera y el lugar elegido para el almuerzo, tres cuartos de hora de caminar hacia el Oeste por buena pista prácticamente horizontal, dejando a nuestra derecha un Toril oculto por la niebla pero evidente por los mugidos, y cambiando el rumbo al llegar al collado del Hontanar para seguir ahora hacia el NE por el GR-10.1, tan conocido y amistoso.



La fuente en la que nos detenemos más tarde no figura en el mapa del IGN y eso que está bien construida, que da un agua muy rica como Rafa y Gonzalo pudieron comprobar y que no parece hecha ayer precisamente. Me contento con dar noticia de su existencia para general conocimiento y ubicarla aproximadamente en un punto del GR-10.1, entre el arroyo de las Chorreras y el arroyo del Toril.



Sobre el barranco de la Chorrera de Mojonavalle volvemos a hacer un alto. Ahora ya la niebla se ha levantado un tanto y la vista se extiende hasta la sierra de los Altos del Hontanar y Canencia.



Casi tres cuartos de hora más de camino y, hacia las 4 y media de la tarde, llegamos sin novedad al sitio donde se quedaron los coches.



Para concluir la jornada nos sentamos un rato alrededor de cafés y bebidas en la terraza del bar de Miraflores. Y no se dejen engañar por la flacura de esta crónica: fueron más de 14 km. y cinco horas y media de paseo. Pero la inspiración es la inspiración y cuando se ausenta ya se sabe. ¿Otro efecto de la niebla?

domingo, 23 de septiembre de 2018

19 de septiembre de 2018, DE PATONES A CABEZA PEÑA ALTA

Créanme si les digo que hoy es el día de San Genaro y que (ahora pueden creerme o no) no se nos ha ocurrido otra forma mejor de festejarlo que eligiendo, a propuesta de Gonzalo, un paseo sobre la Senda del Genaro, esa ubicua ruta que recorre a lo largo de 70 km. una buena parte de la sierra Norte de Madrid. Hoy apenas se trata de dar un bocadito a los 70 del Genaro, pero, ya puestos, de hacer además una visita a Patones de Arriba, de mirar las vistas panorámicas del Atazar y de coronar varias testas, a saber, la Cabeza de Peña Alta, la del Cancho de la Cabeza y casi casi también la del Cabezo, más al sur y un poquito menos listo que sus hermanas, como es natural y el canon contemporáneo manda.



En Patones de Arriba no pueden entrar coches que carezcan de salvoconducto, así que, siempre obedientes, aparcamos en el lugar destinado a tal fin a la entrada del pueblo, al lado de los cubos de basura, municipales y autonómicos. Sobre el asfalto de la carretera reservada comienza nuestro paseo cerca de las 11 menos cuarto de la mañana. El asfalto da paso a un bonito empedrado cuesta arriba, gentileza del rey de Patones o de quien hoy en día haga sus veces.



El gasto efectuado en la instalación del gran panel con tejado protector a dos aguas, que informa sobre sendas en el entorno del Atazar, queda totalmente amortizado después del intenso uso, en atenta observación y lectura, de este selecto grupo de excursionistas.



Una hora más tarde, exactamente, Patones de Arriba se ha convertido a nuestra vista en Patones "el de allá abajo". Aprieta el calor y este cronista necesita la sugerencia de Gonzalo para salir de su creciente marasmo y hacer la foto del paisaje.



Allí mismo y aprovechando la buena disposición de la cámara, fuera de su funda, y de los paseantes, fuera ya del agobio de la pendiente, se hace la foto de grupo. Para el piscolabis, unos metros más allá, un promontorio de rocas proporciona asiento y sombra exigua. Al cronista le han abandonado los reflejos y olvida retratar el sitio.



Llegados al pequeño collado por el que pasa la carretera M-133, el cronista, aquejado de no sabe qué malestar, tiene que abandonar el paseo y solicita de la buena voluntad de sus compañeros que le recojan en ese punto una vez finalizada la jornada. Rafa decide acompañarle y los demás, acortar el recorrido abandonando el proyecto "cabezas" y regresando a Patones desde allí por el arroyo del mismo nombre. El descanso y la buena compañía tienen efectos lenitivos en la salud del cronista, que incluso se aproxima a una abertura que hay entre los pinos para fotografiar la vista del Atazar.



Más tarde, Gonzalo viene en su coche a por los cesantes y los conduce hasta Patones, donde el resto del grupo se ha sentado a la sombra en la terraza de un bar. Refrigerio variado y bien atendido y los efectos beneficiosos de un remedio natural "a la tónica" -gracias, Rodrigo- para acabar felizmente la jornada.



La ruta prevista y la acortada y, aún así, más de 10 km. Gracias, Rafa, por tu compañía, y a todos.

jueves, 20 de septiembre de 2018

12 de septiembre de 2018, DESDE LA MORCUERA AL PAULAR

Este cronista se ha referido al paseo todo descendente de este día, que inaugura el curso 18 - 19, como "el del bajón", aludiendo sin pizca de gracia a lo que suele suceder de año en año y de curso en curso a los que tienen la edad media de los miembros del grupo de mierconistas. Arrepentido de su ácida metáfora y visto y comprobado con los asistentes a la convocatoria que de bajón nada, este cronista deja la referencia al día de hoy en simple bajada, que estas caminatas no tienen por qué ser siempre cuesta arriba y que Salva actuó con buen tino al proponer la que a continuación se resume.

En el sitio de dejar los coches del monasterio de El Paular nos encontramos a las 10 horas de una mañana soleada y algo menos que fresca los siete que a continuación se relacionan: Aurelio, Gonzalo, Ignacio, José Luis H., Rodrigo, Salva y el que suscribe. Allí dejamos dos coches para, en los otros dos disponibles, trasladarnos al estacionamiento de la fuente de Cossío, en las cercanías del puerto de la Morcuera. Dice el registro de esta primera fotografía que eran las 10:36 así que fuimos puntuales y arrancamos el paseo a la hora prevista.


No se había previsto, sin embargo, que tuviéramos que perder unos minutos en buscar el paso en una alambrada interpuesta en el trazado de Juan Ignacio. Contorsiones aparte, el obstáculo se salvó sin mayores dificultades.



Ya en el GR-10.1, que transcurre todo el tiempo a la sombra de pinos, y a los tres cuartos de hora más o menos de iniciado el recorrido, damos con lo que en el mapa del IGN se nombra como "vivero forestal" y, en el panel que hay allí mismo, como "Estación experimental para el estudio del impacto del cambio climático", ¡acabáramos!. Ignacio contempla melancólico los efectos del impacto del tiempo sobre la estación, y es que la Universidade de Évora queda un poco lejos y el apoyo del CSIC a lo mejor no es suficiente para su conservación. Personalmente, sentiría que tan interesante estudio se malograra por falta de atención o de presupuesto.


Reflexionando sobre ésta y otras cosas de importancia, el grupo que estrena la temporada camina ahora bajo el sol inclemente de septiembre, apenas menos riguroso que el del agosto tan cercano. Y es que el fin de las vacaciones y la vuelta al cole y los anuncios de la temporada de otoño en los grandes almacenes y de la Navidad si me apuran en las calles del centro son, todas ellas, cosas que al cambio climático y al calentamiento global y a sus impactos se las traen al pairo.


No quisiera privar a los ausentes hoy y a otros visitantes de este blog de la vista del bosque que atravesamos. El verde de los helechos es mucho más bonito que el que sale en la foto, que conste.


Y, al seguir en el repaso del día y de sus vistas, este cronista piensa que se han puesto de acuerdo la lejana Peñalara, las ligeras nubes de verano y la gran pinada para componer una imagen muy elocuente también del marco de nuestro feliz paseo descendente.



Se retrata encima de estas líneas a una parte de la expedición, pero sobre todo se retrata a la pista del GR-10.1, tan correcto y carente de emociones. El cronista ha aprovechado unas cerradas curvas en su trazado para practicar el atajo o bypass y hollar el sacrosanto suelo del pinar, tan pendiente, blando y amistoso. Por si he contravenido alguna norma o prohibición, les ruego no se lo digan a nadie.



El almuerzo tiene lugar ya en las cercanías de la civilización, quiero decir eso que aparece en los mapas como Casa de los Aguilones y recintos varios. Allí, un puentecito, como decía el inolvidable Charlie Rivel, sobre el Lozoya, donde viene a verter sus escasas aguas el arroyo del Aguilón, el de la cascada del Purgatorio. Hace calor y hay moscas pero se está bien: sombra, muriel, buenos amigos y descanso, no todo necesariamente en ese orden.



La foto no vale nada, pero sirve para acompañar a la etapa final del paseo: cafés, refrescos y helados en el bar del área recreativa Las Presillas, con su gran estanque y sus bañistas y sus acogedoras sombras. De ahí al puente del Perdón -del perdón que solicita este cronista por su magro y deslucido relato- y a los coches, un minuto como quien dice. No son aún las cuatro de la tarde. El día, el reencuentro, el descenso cómo no, han merecido la pena.