lunes, 14 de marzo de 2022

9 de marzo de 2022, CANCHO LITERO

Está siendo un invierno seco, pero a estos paseos nuestros últimamente no les falta el agua. Hoy de nuevo nos acercamos a uno de los sorprendentes saltos de agua de la sierra, el de Cancho Litero, por encima de Villavieja de Lozoya. Sorprendentes por resistir la sequía y por su belleza, esa que Ignacio retrata tan bien. Lo de "Litero" no sé de donde viene: hay varios literos y lineras por aquí y hasta un lituero por donde Somosierra, también con su cascada. Pero no obtengo ninguna pista sobre el significado de esas palabras; una curiosidad que a lo mejor el cronista resuelve más adelante.

Al café en la gasolinera de Venturada le sigue la aproximación en menos coches hasta la urbanización Los Llanos en Villavieja. Hoy no hay que pagar por aparcar ni preocuparse demasiado por elegir sitio para no estorbar. Estamos en la calle final de la urbanización, una de esas calles que son como un muelle de puerto, donde se acaba la tierra y empieza el mar, solo que aquí empieza el campo en lugar del mar. El cronista tiene nostalgia de mar. Somos 9 los que acudimos, lo que está bien dadas las circunstancias: Antonio, Aurelio, Gonzalo, Ignacio, Joaquín, José Luis, José María, Marc y el cronista.

10:44 A punto de echar a andar, donde la urbanización Los Llanos

Con rumbo NO y tiempo bonancible a pesar del nublado, la expedición se pone en marcha para pasar pronto por encima de la vía del tren: camino ancho y desaliño en los restos urbanos que han quedado por allí.



Menos mal que poco después un senderillo jovial sustituye a la pista aburrida para vadear el arroyo de los Robles. Hay por allí restos -estos más nobles- de construcciones de piedra, una acequia y un túnel por debajo de la vía férrea. El paso del arroyo lo facilita, hasta cierto punto, una precaria pasarela de tablones.


11:04 José María aguarda hasta que él mismo llega a a salvo a la otra orilla, que para qué fiarse de nadie.  

Al poco, vuelve la pista, pero no dura, en tiempo y en distancia, tanto como para cansar. Lo justo para ganar altura -evitando el terreno escarpado cerca del arroyo- y perspectiva desde la ladera izquierda del valle. 

11:08 Marc encabeza la marcha y, detrás, a lo lejos, una casa en medio de la nada, tal como un holandés, que lo visitaba por primera vez, decía de Madrid. 

Todo amplitud por esa Cañada de la Solana que nos va llevando siempre al NO. La hora que transcurre hasta el piscolabis se pasa deprisa porque el camino es fácil y las conversaciones, jugosas. Solamente algún matorral y alguna zarza se interponen en el sendero y este cronista aprende con arañazos que hay que saber evitarlos.

12:08 Piscolabis a la sombra -del nublado- y con buenos asientos.

Se pasan dos arroyos, (uno sin nombre y el de Montarrón) eligiendo cada piedra con cuidado para no resbalar. Tras el de Montarrón, el bosque de altos y derechos pinos toma el relevo de la tierra de pan llevar de antes. Es otro decorado, otra excursión distinta y se agradece. Dicen que en la variedad está el gusto y, en esta ocasión, me vale y lo suscribo.

12:48 Marc explora el paso del arroyo.
12:50 Antonio y José Luis en el tanteo de la pisada.

En el pinar hay una gran cantidad de troncos caídos. Imaginamos que Filomena, allá por el arranque de 2021, pudo tener algo que ver con esta mortandad. Conjeturamos que el aprovechamiento de tanta madera muerta quizá no compense el trabajo. Antes sí compensaba y las carretas hacían su labor. Juan Ramón lo sabía: 

... Son las carretas que pasan 

estas tardes, al sol puesto,  

las carretas que se llevan   

del monte los troncos muertos. 

...

En la paz del campo, van   

dejando los troncos muertos  

un olor fresco y honrado  

a corazón descubierto.


Ignacio también debe saberlo y encuentra en esos troncos inspiración para sus fotografías, esas del efecto seda que, trasladadas a los troncos muertos, hablan de fantasmas y ánimas de madera.




12:51 Poesía aparte, el prosaico atender a cada paso que se da para salvar los obstáculos.

La travesía del pinar es entretenida, -me lo parece- entre saltos de troncos y búsqueda de la mejor dirección para llegar a la cascada, allá arriba todavía, fuera de nuestra vista. Los planos y el gps apuntan hacia lo alto. Algunos de entre nosotros optan por quedarse al abrigo del pinar. Pero, para los que seguimos hacia arriba, por cuesta empinada, la vista del pequeño salto de agua en cercanía es suficiente recompensa. En aquella umbría húmeda, sin más salida que el senderillo por el que hemos llegado, se pasa el rato necesario para empaparse a fondo la mirada y hacer unas fotografías


13:32 Salto de agua y fuente de inspiración para artistas y otras especies invasoras

Media hora más o menos se emplea en volver al pinar y a la compañía de los que se quedaron, y cruzar el resbaladizo cauce del riachuelo. Ahora hay que buscar la buena pista de la Cañada del Molino por donde se hará el camino de vuelta. Los rodeos dentro del precioso pinar compensan el relativo esfuerzo.

14:09 Falta poco para la pista, pero todavía hay que subir algo más.

Ya en terreno fácil de andar y buscando un lugar propicio para el almuerzo caen cuatro gotas que no llegan a estorbar durante el bocadillo, el vino de Aurelio, las galletas de Marc y hasta un turrón exótico y extemporáneo que el cronista se ha mercado.


14:20 Antonio no duda entre tomar la senda Matahambre o el almuerzo que guarda en el macuto.

El regreso, por buena pista, no nos toma la hora y media que señalaba el cartel porque habíamos arrancado desde bastante más arriba de Villavieja como antes queda dicho. Así que, en tres cuartos de hora volvemos a pasar por encima de las vías y arribamos al muelle donde los coches quedaron atracados.


15:42 En el paso de la vía, a cinco minutos del final del paseo.

La tarde se ha quedado fresca pero para eso están los cafés calientes que nos esperan a algunos en Buitrago. Por cierto, ¿sabía el lector que en Buitrago hay un museo Picasso?. Pues eso. Quizá otro día lo podríamos visitar. La mirada de hoy ya la han ocupado el bosque, el salto de agua y las nubes grises.

16:33 En la plaza de la Constitución de Buitrago

9,9 km. y 351 m. de desnivel