sábado, 14 de septiembre de 2013

11 de septiembre de 2013, RUTA DE LOS ROBLES EN CANENCIA

La excursión de hoy inaugura el curso 2013-2014. Es Antonio quien finalmente hace la propuesta de ruta pero antes ha sido Gonzalo el encargado de espabilar (alargar el pabilo o sacudir el sueño o la pereza) al grupo recordando algunos de los compromisos con que finalizó el curso anterior. Y es que, como bien se sabe, los arranques suelen ser perezosos, las memorias, flacas, los pabilos se churruscan y acortan y la llama se extingue.

Antonio respondió a la llamada, titulada en los correos "despertando del letargo", en estos términos: "Bueno, ya veo que no faltan los ánimos y que va a resultar imposible escamotearse. Como Gonzalo tiene memoria de elefante, me recuerda mis imprudentes palabras y os voy a proponer una bonita y relativamente suave excursión para hacer boca.Se llama la "Ruta de los Robles", y se desarrolla, como no, por mi querido Valle de Lozoya..."

Aceptada la propuesta por unanimidad relativa, es decir, la de todos los que la aceptan, la cita inaugural tiene lugar en la gasolinera de Cotos a las 10 de la mañana. Reunión con bienvenidas y abrazos. Un acontecimiento tal, tras la separación de un largo verano, debería merecer una descripción prolija, pero es norma de este libro de bitácora no desvelar intimidades ni detallar efusiones, así que quédese con las ganas el ajeno lector y guárdense en la memoria de los asistentes las emociones y enternecimientos. Reunión también con cafés y cruasanes de la misma hechura y calidad que en el pasado curso y es que la innovación y el cambio tienen sus ritmos particulares y no obedecen a ciclos tales como los cursos lectivos o reencuentros amistosos. Presentes hoy Antonio, Gonzalo, Ignacio, Joaquín, José Luis H. y Rodrigo. Son bajas Aurelio, quien dice macabramente esperar una cuchillada (no espere mayor explicación el ajeno al grupo); Rafa, que se excusa sin mayor detalle; y Salva, que está en Madeira espesando aún más su torrente circulatorio.

Hecho el preceptivo agrupamiento de vehículos nos dirigimos a la villa de Canencia. Se aparcan los coches en un lugar próximo al Puente Canto, descrito como "descansadero" en las guías senderistas. Debe ser lugar concurrido en días de fiesta, propicio para meriendas y picnics familiares. Como aún estamos frescos, decidimos ponernos en marcha y declinar la amable invitación a descansar. La ruta elegida por Antonio sigue exactamente en su primer tramo la PR-29 o Camino de Lozoya. El día está nublado y fresco. Comprobamos con alegría que todos los presentes recordamos cómo dar un paso tras otro y cómo mantener un ritmo regular, y tranquiliza comprobar también que la cadencia general y común del paso no haya disminuido pero tampoco aumentado. Eso de que, a estas alturas de la vida, se siga siendo más o menos el mismo de un año para otro es consolador a más no poder.



Al separarnos de la PR hacia los robledales empiezan a abundar los signos de que nos encontramos en terrenos de fincas ganaderas: bebederos y pilones, cercas y vallados salen al paso. Un amable vaquero o rabadán al que saludamos nos advierte de la conveniencia de cerrar las puertas que tengamos necesidad de franquear. Civilizadamente asentimos, ignorando aún el número y la calidad de las tales. No las contamos, pero seguramente pasarían de una docena las que tuvimos que manipular, averiguando en cada caso el mecanismo de apertura y cierre. Las hay hechas de alambre, atadas con sisales, de somier, de tubos, de ramas y cordel...




Toda excursión tiene su argumento. La de hoy, primera de la temporada, con su sinfonía de paredes, cercas y vallados, puertas y cerramientos varios, parece vaticinar un año poblado de obstáculos singulares y torpemente contrahechos. Bien es verdad que casi ninguno de ellos se nos resistió y los que lo hicieron fueron superados por el método transgresor del salto. Uno de éstos, en una pared de piedra, acaba con la pared y el saltador por los suelos. Reconstruimos el portillo y comprobamos que no ha habido daño personal, así que, concluimos, hay esperanza para el futuro.


Salvo lo dicho, el paseo transcurre sin mayores sobresaltos. Durante un largo tramo, el robledal se espesa y el camino gana en variedad y agradables rincones. Ya se había resuelto el piscolabis y aún era pronto para el almuerzo, de manera que no hay motivo para otra parada. Pero la marcha de hoy se ha retrasado respecto al horario previsto. Unos últimos titubeos entre paredes y puertas al llegar al punto que se llama "las casas de Revenga" nos deciden a no continuar la marcha hasta completar la ruta inicialmente trazada, sino volver hacia Puente Canto.


Al llegar al descansadero, volviendo a cruzar el puente sobre el arroyo de Canencia, son ya las 2 y pico de la tarde. Allí aprovechamos la bonita pero descuidada instalación de mesas y bancos (habrán tenido un verano de un trabajo atroz) para un almuerzo casi "a borde manteles". A mí, esto de las infraestructuras públicas destinadas al ocio y solaz ciudadano, pagadas con dinero de todos y en estado de decrepitud por falta de mantenimiento me pone melancólico. Bien es verdad que contemplar un banco de madera roto en Canencia no es lo mismo que ver caer cascotes de la cubierta del Palau de les Arts de Valencia, pero ahí le anda por lo de la rima consonante. El río apenas corre pero mantiene aún algo de agua sucia en las pozas. Eso sí tiene remedio porque la naturaleza es sabia y se las apaña sola. ¿Lloverá pronto?. Por cierto, esos frutos azules ¿son arándanos?



Hemos acabado con bien esta primera salida del curso. Releyendo, veo que el texto muestra un cierto tono taciturno: nada que ver con nuestra realidad; será -es- cosa mía; no preocuparse. Y ya hay propuestas para las siguientes semanas: una "nostálgica" de Gonzalo para el día 18, otra de Salva a La Pedriza en octubre y una más de Ignacio y Braulio para hacer con el grupo de Alicante.

lunes, 9 de septiembre de 2013

19 de Junio de 2013, DE EL CARDOSO A LA HIRUELA Y VUELTA

Estamos en El Cardoso de la Sierra, provincia de Guadalajara, "a un minuto de la Comunidad de Madrid", tal como señala el acogedor sitio del pueblo en Internet. Son las once menos diez de la mañana de un día de suaves temperaturas y cielos nublados. Mientras esperamos a los demás, José Luis A. y yo nos tomamos un café en el bar de la Asociación de Amigos del Cardoso de la Sierra. Un salón grande, en penumbra, con una pequeña barra y una decoración más que sobria. Lo atiende una mujer mayor, de joven y firme voz y trato cordial. La mujer nos pregunta si queremos taza o vaso. Hoy tanto da. La diferencia la hace el invierno, dice José Luis, cuando el vaso ayuda, mejor que la taza, a calentar las manos. No hay nadie más que nosotros en el bar. Tampoco hay nadie en las calles que se alcanza a ver desde esta entrada al pueblo. El pueblo está limpio. Las pocas casas, en pie y arregladas. Hay, además del bar de la Asociación, otros dos bares. ¿Quién vive en El Cardoso?, ¿de qué viven los habitantes de El Cardoso?, me pregunto infructuosamente sin la wikipedia a mano.

En 2010 tuvieron en el pueblo un día festivo organizado alrededor de un evento titulado "Caravana de mujeres a El Cardoso". Los varones que asistieron pagaron 45 euros. Las mujeres no pagaron nada, "como invitadas a este evento que busca luchar contra la despoblación rural" avisaba la publicidad de la jornada. Antiguamente las mujeres tenían que exponer la dote antes de ponerla. Hoy están en mejor posición.

El Cardoso tiene un diminuto helipuerto y un proyecto de Centro de Interpretación e Información Turística. Nada de todo eso me tranquiliza. Barrunto un mal futuro para tantos pueblos de nuestra geografía cuando hay que recurrir a burbujeantes inventivas y a no menos burbujeantes presupuestos públicos. Tampoco tengo la respuesta y así lo dejo.

Calle de El Cardoso y un amigo del hombre

El Jarama discurre

Tótem mareado
La ruta discurre, al igual que las cabezas de los próceres preocupados por la despoblación rural, paralela al discurrir del aquí anchuroso río Jarama, desde El Cardoso hasta La Hiruela. Un tótem avisa bizqueando que vamos por buen camino.

Hay en el sendero, para disfrute de los paseantes, varios atractivos naturales tales como islotes que dividen el curso del río o amontonamientos de ramas secas que remedan las presas de castores de otras latitudes.



Un refugio de castores
Hay también atractivos y facilidades artificiales: puentes graciosamente arqueados que remedan los de los canales de Venecia (¿habrá góndolas en el Jarama?) y, sobre todo, un viejo molino harinero perfectamente reconstruido que los mierconistas no dudan en visitar con la guía inestimable de su encargado y mantenedor, allí presente. Es el llamado molino de Juan Bravo, que dejó de funcionar útilmente en 1860 según se informa en un panel aledaño. Pudimos confirmar la bondad de la reconstrucción puesto que el encargado lo puso en marcha abriendo las compuertas de su balsa y moliendo unos pocos granos de cereal.




Puente veneciano

El molino de Juan Bravo

Almuerzo en compañía

Allí mismo, tras la visita, se hace el alto del piscolabis aprovechando una mesa rústica que alguna autoridad benefactora ha previsto para nosotros y otros como nosotros. Un hermoso perro que nos ha acompañado desde El Cardoso espera paciente y dignamente, sin actitudes pedigüeñas, a que acabemos. Llegados a La Hiruela, disfrutamos de un breve recorrido por sus calles solitarias y confirmamos la permanencia en vida de un conocido restaurante, antes de regresar por una variante del camino a nuestro punto de partida.

Plaza de La Hiruela
Tomamos los coches y pian pianito, que acabamos de almorzar como quien dice y no hay prisas, nos dirigimos a La Serna del Monte para la comida principal del día y clausura del curso mierconista.

De esa comida hay que destacar, además de las excelencias del cocido y otras especialidades de la casa, el inspirado recital de Aurelio, hoy binado y acompañado por Rodrigo en homenaje nostálgico a San Juan de Puerto Rico.

Solista inspirado

Dúo nostálgico

Nos vemos el curso que viene.