sábado, 30 de abril de 2016

27 de abril de 2016, GARGANTAS DEL BURUJÓN

El cronista habitual se perdió este precioso paseo, pero ahí estaban Antonio e Ignacio para, con su texto y sus fotografías el primero y con sus fotografías el segundo, reseñar los hechos y las impresiones.


Tras dos aplazamientos a causa de las lluviosas previsiones de Maldonado, por fin los dioses meteorológicos se compadecieron de los mortales mierconistas y nos otorgaron un maravilloso día primaveral.

En el Restaurante Antonio de La Puebla de Montalbán, allí donde confluyen las carreteras CM-4000 y CM-4009, nos dimos cita a las 10:30 de la mañana los componentes del magro grupo mierconista constituido por Rafa, Pedro, Gonzalo, Joaquin, Juan Ignacio y Antonio, este último como proponente de la excursión.

Nos reagrupamos en dos coches, en esta ocasión el de Joaquín y el de Rafa y fuimos tras un breve recorrido al aparcamiento de comienzo de la ruta.



No tomamos el camino oficial que nos hubiera llevado a los miradores sobre los acantilados en un par de kms., sino que, conforme al trayecto preparado por Juan Ignacio, hicimos un bonito recorrido por el interior, atravesando espléndidos campos donde nos rodeaban las praderas de trigo, cebada y demás gramíneas emborrachándonos de maravillosos verdes salpicados de los rojos de las amapolas, las blancas margaritas y azules y morados del resto de flores primaverales. Una maravilla de colores que nos regala la Primavera cuando se manifiesta como ella sabe.



Y mira por donde que casi sin darnos cuenta se abrió a nuestros pies el fantástico escenario de Las Gargantas. (Por favor, aquí poner música de “Así habló Zaratustra”: Hecho!). El rio Tajo remansado en el embalse de Castrejón con los Montes de Toledo en el horizonte y un cielo azul punteado de nubes es mucho espectáculo.



El resto de la excursión transcurrió por una senda que bordea los acantilados, con vistas maravillosas y cortados vertiginosos, que aconsejan una cierta prudencia para los que padecemos algo de vértigo. En cualquier caso, el recorrido es muy accesible.





La comida estaba anunciada “a borde manteles“ y, ¡qué manteles!. En La Puebla, restaurante “El Nogal”, chef y propietario Angel Justo Sánchez. ¡No olvidéis este nombre!. Bueno, “p’a que decite, nene, p’a que decite“. Simplemente memorable.



Con tan buen sabor en la boca, aún nos dio tiempo para visitar la Plaza Mayor, ver por fuera los palacios que la enmarcan y acordarnos de Francisco de Rojas y su Celestina gracias a los azulejos que lo rememoran.



Y nada más, daros las gracias por vuestras elogiosas felicitaciones.

Un recuerdo para nuestros compañeros que en esta ocasión no pudieron participar y de los que nos acordamos en muchas ocasiones. A mi no me importaría repetir con ellos esta espléndida excursión al “pequeño cañón del Colorado“ toledano.









sábado, 16 de abril de 2016

13 de abril de 2016, EL PINAR DE CASASOLA

Querido Rodrigo,

La excursión de hoy salió bien porque no llovió y eso que había apreciables posibilidades de agua según la previsión meteorológica. También salió bien porque hicimos el recorrido previsto, porque no hubo contratiempos dignos de referir y porque disfrutamos del paseo y de la compañía.

El caso es que estamos teniendo una primavera de tiempo cambiante aunque más bien fresca y más bien lluviosa. El temor de un suelo excesivamente embarrado nos hizo abandonar el plan propuesto por Antonio de un recorrido por la cárcavas del embalse del Burujón, en la provincia de Toledo, y sustituirlo por éste, inventado por Salva para la siguiente semana. Pero las perspectivas seguían siendo malas. El lunes 11 volví de Segovia a Madrid con nieve en el puerto de Navacerrada y el martes 12 llovió con ganas. El miércoles 13 amaneció con más nubes que claros, sin lluvia. Después del café consuetudinario en la gasolinera de Venturada seguía habiendo solamente más nubes que claros, así que, careciendo de razones de peso para cancelar el paseo, a una orden de Salva cogimos los coches y nos fuimos a Berzosa de Lozoya, allí donde estuvimos contigo el pasado 20 de enero para subir a la Peña del Águila.


1. Se emprende la marcha desde Berzosa, a las 11,15, con fresco y esas nubes tan fotogénicas como telón de fondo. Hay una breve conversación con dos lugareños sobre casas de comidas de la zona, por si un acaso.



2 y 3. Dos momentos de la primera parte del paseo. Un camino al descubierto, con el horizonte de la serrezuela que recorrimos ese día de enero que te he mencionado. Más tarde, a los tres cuartos de hora de haber emprendido la marcha, ya en el solysombra del pinar de Casasola.



4, 5, 6 y 7. La parada para el piscolabis sucede en el Albergue de Casasola, una buena casa con corraliza, ahora cerrada y en estado de abandono. Hay una mesa de picnic en la proximidad, que aprovechamos para dotar al acto del plátano y las bolitas de queso de una cierta solemnidad cómoda o comodidad solemne. El día ya se ha puesto inmejorable.



8. Desde el Albergue, un paseíto breve entre pinos para acercarse a las vistas del embalse del Villar. Y hablando de vistas, veo que se me ha olvidado referenciar la foto en el mapa pero seguro que sabrás ubicarla.



Fotografía cortesía de Antonio, hábil ya en el retrato de panorámicas con el móvil

9, 10, 11 y 12. En nuestro mirador y desde nuestro mirador. Uno de esos momentos de nuestros paseos -siempre los hay- en los que dan ganas de quedarse un rato más. Luego vino otro, que ya te señalaré.



13 y 14. Los restos de las pasadas lluvias nos obligan de vez en cuando a hacer equilibrios para no mojarnos los pies. Un azud -puntualiza Joaquín- muy bien conservado, en el Arroyo de Cabeza de Enmedio.



15, 16, 17 y 18. Cerca de las tres de la tarde nos volvemos a parar para el almuerzo, una vez abandonada la idea de hacerlo a-borde-manteles, que el día está muy bueno y el lugar elegido, sobre unos asientos de roca seca, muy agradable. Cuesta volver a ponerse en marcha. Cuesta casi más no detenerse un rato en la pradera de verde y mullida hierba que atravesamos más adelante y sestear como el sous-préfet de Alphonse Daudet de mi predilección y con el que suelo dar tanto la lata a mis amigos cada vez que la ocasión se pone propicia:


Como seguro eres de los que aprendimos francés en el colegio, te lo dejo aquí arriba al alcance de un click para que lo disfrutes y ya no insistiré más.



20 y 21. Entre los ejemplos de hoy de poner puertas al campo, éste de la foto se significa por haber necesitado del esfuerzo colaborativo de varios de nosotros para devolverle su posición original después de haberlo abierto: ya sabes que somos de los que nunca dejamos una sola puerta, portillo o cancela de forma distinta a la que tenía cuando la encontramos. Todavía, para llegar a Berzosa, hay que remontar una buena cuesta, que cuesta.



22 y 23. Se remata este descansado paseo primaveral entre almendros florecidos, así que corresponde felicitar a Salva por la elección del lugar y el éxito en el encargo de un tiempo tan propicio para estos menesteres.


24. Donde se decide, al tiempo de quitarse las botas y meter las mochilas en los coches, buscar un bar al aire libre para el café de la tarde o los refrescos.
Cortesía de Ignacio

Damos con él en El Berrueco, al aire libre sí, y con el detalle de humor más bien grueso y procaz en los lavabos, como corresponde a nuestra idiosincracia rural y popular, tan fatigosa e infatigable.

De manera, Rodrigo, que así vamos empleando nuestros miércoles durante tu estancia en ese país de las flores y tan de moda entre nosotros en estos tiempos por razones equivocadas. En el momento de acabar la redacción de esta crónica, llueve en Madrid con ganas.

domingo, 10 de abril de 2016

6 de abril de 2016, PICO BAÑADEROS

Querido Rodrigo,

Así dicho, Pico Bañaderos puede sonar a cumbre de la Patagonia. Tienes claro que no lo es. Seguimos muy fieles al recorrido de nuestros alrededores aunque ya hay propuestas para acercarnos a la linde de Aragón e incluso al Pirineo. Tiempo habrá y tú que lo veas. De momento nos contentamos con la linde de Guadalajara y este Pico Bañaderos que es una montañita enteriza y un tanto enjuta, entre el puerto del Cardoso y el de la Hiruela, allá por el norte agreste y muy despoblado de nuestra provincia.

Enjuta y magra también esta crónica, que ya es tiempo de corregirse y deben bastar unos apuntes para que te hagas idea cabal de nuestras andanzas. Enjuta y magra y un poco deshilvanada, pero hay una adenda final con movimiento y sonidos que dice algo más del "mood" de este día que las palabras y datos que faltan.

A la excursión de hoy nos apuntamos Antonio, Braulio, Gonzalo, Ignacio, José Luis H., Joaquín, Rafa, Salva y este cronista. Salimos de la gasolinera de Cotos y hasta las 11 y cuarto de la mañana no estuvimos listos para empezar a andar, que hay mucha carretera con curvas hasta el puerto del Cardoso.



Ya ves el día con que nos encontramos: cielo azul, muy buena temperatura, quizá algo sobrado de viento. En el camino, muy cómodo y suave en esta primera parte, el rastro de las lluvias de los pasados días.



Nos asomamos al primer mirador que se nos pone a tiro. Delante de nosotros, los 1.927 m. del Santuy, más pico y quizá más patagónico que el Bañaderos, y puede que meta de algún miércoles de éstos. Detrás, muy nevado, el que suponemos es el Macizo del Pico del Lobo.



Hoy se trata de vistas y horizontes, ventajas de recorrer estas sierras por sus alturas.



Esta foto de grupo ha tenido su pizca de preparación y guasa como luego verás.



Una vez alcanzado el puerto de la Hiruela, piscolabis ya tramitado hace rato, volvemos nuestros pasos hacia el norte y hacia el Bañaderos de marras con la pendiente más pronunciada del día. Cerca de la cumbre, los restos no sé si de cabañas de pastores o de refugio de combatientes.




El almuerzo, en la cumbre del Bañaderos, con vistas más que panorámicas. Lo de andar por las alturas está bien; permanecer y anclarse en ellas es arriesgado como revela el esqueleto de árbol. El aire sutil, las temperaturas extremas, los vientos duros, la soledad, la arrogancia que viene del mirar las cosas desde arriba y desde lejos, acaban por secar y consumir la sustancia y el meollo. Así tantos.



Desde el pico hacia el punto de partida hay que seguir cresteando hasta la cumbre menor del Picayuelas y luego descender atravesando un bosque de pinos en el que el camino se pierde. El grupo sigue disciplinada y prudentemente las indicaciones de Ignacio, pero un punto de vanidad lleva a este cronista a atajar hasta los coches siguiendo su personal criterio. Antonio hace sonar su fraternal trompetilla. Hay un laguito azul y un hato de reses blancas allá abajo, preciosa tentación para porfiar en seguir viendo las cosas desde las alturas.

Llegados a este punto, dudo de que te hayas enterado adecuadamente de lo que fue este paseo, así que te dejo aquí un complemento animado.

También nos separamos al volver en los coches, esta vez por simple despiste, de manera que el café de despedida de la jornada no lo pudimos celebrar sentados y al sol en uno de los pueblos que hay por el camino, sino de pie y bajo techo en el mismo lugar que el de esta mañana. Otra vez será.