martes, 29 de septiembre de 2020

23 de septiembre de 2020, PICO DE LA MIEL (CASI)

El Pico de la Miel es una peñotota o peñototota, dicho a lo Cantinflas, que preside La Cabrera. Paraíso de escaladores por su cara sur, tiene un acceso asequible por el otro lado. Aún así, desde La Cabrera hay que remontar una empinada cuesta para que su cumbre se ponga a tiro sin ayuda de cuerdas, clavijas, estribos y otros archiperres de escalada. Nada de todo eso quiso Aurelio para el paseo del día de hoy. Si en vez de salir de La Cabrera, se emprende la marcha desde Valdemanco, la altura se va ganando paulatinamente y ya, desde la misma base de los gigantes monolitos que dan a la serrezuela ese perfil tan quebrado, llegarse al Pico es casi o menos que una pequeña caminata descendente con trepada final para los que quieran y no les asuste la roca. Tal era el plan de hoy.

Todos los apuntados optamos por reunirnos a las 10 en la gasolinera de Cotos. La alternativa era quedar directamente a las 10 y media al tanatorio de Valdemanco, lugar elegido para iniciar el paseo. Resultó que, puestos a ir al tanatorio, preferimos hacerlo todos juntos y no solos o en pareja como se suele hacer para otros menesteres. La ventaja del tanatorio para ocasiones como ésta es que está en el lugar más elevado del pueblo, orientado hacia nuestro recorrido y provisto de un buen aparcamiento; crean al cronista que no había otra razón para quedar allí. 

10:46 Del tanatorio de Valdemanco se sale por una pista bien trazada y bien afirmada, al menos en los primeros metros. 

martes, 22 de septiembre de 2020

16 de septiembre de 2020, RÍO ERESMA

Segunda salida del curso. Antonio nos propuso este atractivo paseo por la orilla del Eresma entre el puente de la Cantina -al final del descenso del puerto de Navacerrada hacia Segovia- y La Granja. Longitud suficiente para sumar algunos aurelios, fácil camino, compañía constante del agua, densos pinares y hasta una pizca de historia. 

Habíamos quedado a las 10 en la glorieta de la entrada a La Granja, pero la zona estaba en obras y no había un solo hueco donde dejar los coches. Hubo un tráfico denso de llamadas para finalmente congregar a la mayoría del grupo en el ensanche de la carretera que va a Segovia al lado del embalse del Pontón donde pensábamos rematar el paseo. Allí se quedarían algunos coches y con otros subiríamos hasta el puente de la Cantina. Pero Antonio avisó entonces de que el aparcamiento en el puente estaba lleno y siguió un momento de titubeos y de elaboración de planes alternativos hasta que decidimos intentarlo a pesar de todo y actuar en función de las posibilidades. Efectivamente había muchos coches en el puente de la Cantina pero algún sitio quedaba, de tal manera que una hora más tarde, más o menos, de la que se había fijado para la reunión inicial, los participantes en la excursión de hoy estábamos ya agrupados y listos para empezar a caminar.

10:57 El aparcamiento del puente de la Cantina a rebosar. Aire puro pero prudentes mascarillas por las "aglomeraciones". Pedro y Antonio ya preparados, Gonzalo más atrás acabando de ajustar su equipo, con el mapa incluido; al fondo, Salva, Joaquín y José Luis.





lunes, 14 de septiembre de 2020

9 de septiembre de 2020, COLLADO CABRÓN

Desde junio, este año ha pasado más tiempo del natural y cronológico. En una suerte de compás de espera, de paréntesis vital, todos hemos aguardado la vuelta a una habitualidad interrumpida, ¿quizá perdida?. Pero los miércoles, nuestros miércoles, que forman parte de esa habitualidad, se seguirán sucediendo en el calendario y nuestra obligación es doblegar el sino o cabalgar con él, que tal es la forma de proceder humanamente. 

Así que llegando este 9 de septiembre, fecha en la que Salva había comprometido su dirección y guía para hacernos a la mar, echamos cuenta de efectivos y resultó que Antonio estaba dispuesto; y Aurelio y Gonzalo y Ignacio y Joaquín y Rafa y Rodrigo y también este cronista. Braulio, ¿por donde andabas ese día?. ¿Y Pedro, y José Luis, y Marc, y Paco, y José María? Sí sabíamos por donde andaban y sabíamos que andaban bien y con eso nos bastaba, pero aquí no vamos a decir más, que hoy lo de la movilidad es casi materia reservada. 

Salva propuso para hacer boca el Collado Cabrón, que si no ha visto un centenar de veces pasar por su lomo a nuestro amigo poco le debe faltar. Hado, sino o mengue menor se cruzó en el último momento por el camino de las intenciones de Salvador y dió al traste con su proyecto de llevarnos de la mano. Los demás mencionados nos reunimos o juntamos, prudentemente, a las 10 de la mañana en ese sitio de la Pedriza llamado Canto Cochino, hoy repleto de coches; un amistoso borrico se pasó por allí para darnos la bienvenida y con eso, y tan contentos, nos sentimos bien acogidos y emprendimos la marcha. 




Buena mañana: buena temperatura, poco o ningún viento, sol en su sitio, dejándose ver y dejándonos ver. El camino pegado al río, ligeramente ascendente, ni tan fácil como una pista ni tan esforzado como el paso de las termópilas. El uso de las mascarillas, tan prudente, creo que impedía en buena medida el disfrute de de la fragancia de los pinos y de las conversaciones que dice Manolo R.


Antes de la 12 del mediodía el camino asciende en zigzag hacia el collado. Sin atajar en ninguno de los tramos y como si este no fuera el primer día del curso ni se tuviera el aliento enmascarado, el grupo fue haciendo los deberes y, en apenas media hora culminó la subida.

Hora del piscolabis en el collado, entre sol y sombra, con buenos asientos y buenas sensaciones. Alguno, que no lo recordaba, llegó a exclamar "¡qué magnífico sitio!".  







Desde allí, ya todo es bajada. Para hacerla se puede optar por dos o tres trazados. El que este grupo eligió en ausencia de su líder y bajo la dirección de Ignacio fue el más frecuente, con tramos de piedras sueltas y muchos tramos de suave pendiente y buen firme. Aún así hubo algún discreto lamento y es que las bajadas ya se sabe que no están hechas para edades grandes. Cree el cronista, que aprovecha cualquier oportunidad, que cuanto más grande es la edad más propio de ella es el subir, subir siempre y no bajar nunca. 


A las dos de la tarde ya se había hecho la mayor parte de la bajada y volvía a haber apetito. Otro buen sitio, a lado de una gran roca, entre sol y sombra, en la compañía de un resto de tronco devorado por el tiempo y los insectos.



Y la foto de grupo en la que, como debe ser, están ausentes los fotógrafos.



En Canto Cochino hubo tiempo aún para que algunos nos sentáramos en la terraza del chiringuito para el café o los refrescos.


Unos números discretos: 6,7 km. y 311 m. de desnivel. A pesar de eso y de los tapabocas no faltó el aliento ni el apetito, ni faltaron las conversaciones ni el deseo de que estas salidas de los miércoles no se interrumpan.