domingo, 3 de noviembre de 2013

30 de octubre de 2013, ALREDEDORES DEL PUERTO DE CANENCIA

El otoño aún no desplegado todos sus encantos. Ya han bajado las temperaturas pero la lluvia se hace de rogar y los colores del otoño apenas se manifiestan, al contrario que otros colores. Manifestar es sacar de dentro, de lo escondido, de lo íntimo y poner al alcance del otro, de los otros, lo que hasta ese momento solamente habitaba en el espacio reducido de lo mío. Es bueno manifestar lo bueno; no siempre -al menos universalmente- lo menos bueno aunque haya psicólogos y sociólogos que aconsejen lo contrario. El otoño, este otoño, el buen otoño, debería manifestarse ya con decisión; lo espero.

Mientras tanto, hoy hemos decidido, quizá con anticipación, seguir la propuesta de Andrés Campos y disfrutar de los colores propios de la estación, en los alrededores del puerto de Canencia y en la ruta que él titula "Impresiones de otoño". Puestos a manifestar, manifiesto mi contento por volver a los paseos y a esta pluma de cronista.

A la vista de diversas excusas y pretextos parecía que bastarían los dedos de una mano para contar a los inscritos, pero finalmente ocho audaces caminantes, que diría Salva, se reúnen alrededor de cafés, bollos y tostadas en la villa de Miraflores a las 10,15 de la mañana. Reunirse de esta forma no parece precisamente una de las maneras de manifestar audacia pero, como prólogo de remotamente posibles audaces aventuras, no está nada mal.

El día está solamente fresquito y el sol se va asomando al balcón de la sierra. En dos coches nos dirigimos al punto de arranque de la ruta, cuatro kilómetros más allá del puerto, cerca del puente del Vadillo. Sorprende la cantidad de coches y autocares que vemos aparcados en el puerto y en los márgenes de la carretera, aprovechando cada hueco. ¿Será que hoy se celebra el día del excursionista o del recolector de setas de Naciones Unidas? A mí me alegra tan amplia muestra del "Estado de la Holganza Saludable", pero me da que pensar. Afortunadamente, el espacio no muy amplio en el que tenemos que dejar nuestros coches lo han dejado libre.

Una suave pendiente ascendente
La ruta a seguir es tan evidente como la pista forestal que la acoge y tan cómoda como su trazado en suave pendiente ascendente. Desde el primer momento, algunos de los miembros del grupo hacen breves incursiones en el pinar a la busca de setas. Surge del interior de una mochila una bolsa de tela blanca impoluta destinada a recoger los frutos de la recolección. Sin prisa pero sin pausa se va llenando de macrolepiotas o galampernas y de ejemplares aislados de otras especies para su examen e identificación posteriores. Doy fe del buen hacer recolector de Paco y Antonio, expertos en la materia y respetuosos siempre tanto con el medio ambiente como con el ambiente propio del amistoso grupo. A mí me gusta eso de respetar el medio ambiente pero casi me gusta más lo de respetar el ambiente de personas y semejantes. Si estamos necesitados de lo primero, no vea usted cuanto lo estamos de lo segundo.

Su nombre, Antonio: "clitocybe aurantica" o falso rebozuelo
Uno de los atractivos de este recorrido es el Abedular de Canencia. No muy extenso, no muy poblado, el abedular es, sin embargo, una pieza única, "resto de los abedulares que colonizaron el Sistema Central en los días mucho mas fríos y húmedos de la última glaciación" como informa Andrés Campos en su descripción de la ruta. O sea, resistentes o miembros de una resistencia... ¡y han transcurrido años! ¡Bravos abedules! Desde luego que hay que vivir con los tiempos, pero tampoco viene mal algo de actitud resistente a los cambios que algunos tratan de imponer como si estuvieran dictados por la lógica implacable de la evolución y el progreso y no por su soberano capricho. No siempre es fácil distinguir y no siempre me caen bien las actitudes resistentes pero hoy admiro los heroicos abedules.

Abedul al pie de la chorrera de Mojonavalle
En la vecindad del arroyo denominado El Sestil del Maíllo, una vez abandonada la pista y cruzado el arroyo, el avance se hace más lento, en parte por la mayor pendiente y en parte para poder recrearse con los juegos de la luz del sol abriéndose paso entre verdes y dorados y con sus destellos en las escasas aguas del arroyo. Comprendemos ahora muy bien al tal Maíllo, quien ha pasado a la posteridad por haber elegido tan ameno lugar para sus sesteos y otros lances. 

El Sestil del Maíllo
Así, se va ascendiendo al Mirador de la chorrera de Mojonavalle, sitio privilegiado desde donde contemplar, allá arriba, en la sombra, la caída de las aguas del arroyo. Habrá que volver en primavera, cuando el caudal de la corriente sea más abundante. En cualquier caso, es el lugar propicio para el piscolabis. Ignacio, mientras, se acerca a la chorrera para aumentar su colección de bellezas fotográficas.

La chorrera de Mojonavalle

La vuelta al camino se hace sin dificultad, hasta encontrar de nuevo una pista ancha y carretera. Allí se pasa por la cercanía de un edificio de gran porte, en estado de semi abandono pero todavía entero, que dice ser un "Centro de Educación Ambiental". Tal parece que todo lo relativo a la educación, aunque sea en materia tan mimada como el medioambiente, se encuentra en situación manifiestamente mejorable. En la techumbre del edificio hay unos restos de soportes de placas solares que en algún momento formaron parte de un proyecto relacionado con el suministro de energía "limpia" -tal y como el medioambiente se merece- y subvencionada. En esta ocasión, el parné lo puso una dirección general de la Comisión Europea, según reza un gran ruinoso panel informativo. Es lástima, pero no hay paseo en que algo de lo que vemos deje de invitar a la melancolía. Habrá que conformarse. Desde este tramo de la ruta se nos ofrecen unas magníficas panorámicas del valle.

Panorámica del valle
Seguimos hasta el puerto de Canencia y atravesamos arriesgadamente la carretera y más arriesgadamente aún una excursión escolar. Se trata evidentemente de una exageración: los chavales disfrutaban pacífica y alegremente de su día al aire libre y no ofrecían mayor peligro. El único peligro aparente provenía más bien del tubo de escape del autobús escolar en forma de abundantes y olorosos gases. Prolongamos la marcha hasta un poco más allá para pararnos a tomar el bocadillo en la pradera del Collado Cerrado o de Navasaces. 

La pradera de Navasaces
Espléndido sitio de abundante hierba y abundante variedad de árboles, algunos de ellos cuidados con esmero. Allí, un rincón que, a decir de Gonzalo y yo lo suscribo, parece un jardín trazado y diseñado por uno de los buenos jardineros-paisajistas de las Islas Británicas. En tan ameno lugar, en la compañía discreta de otro paseante y, más allá, de la de un rebaño de ganado bovino pastando a sus anchas, dimos cuenta de nuestro frugal almuerzo. Lo de frugal sería una descripción realista, pero no pasa de ser un recurso literario gracias al siempre presente chocolate de Rodrigo.

El camino de vuelta
Desde allí hasta el lugar donde dejamos los coches, un placentero camino en suave descenso. Atravesamos abedulares, pinares y choperas, contemplamos un magnífico ejemplar de sequoia o secoya (corrector automático dixit) y, casi al final, vadeamos de nuevo el Sestil del Maíllo, ahora ya no rumoroso sino de ancho y plácido discurrir.

La secoya
No se debe omitir, aunque ya no se trate de la excursión propiamente dicha y por simetría con el comienzo de la crónica, que el grupo en pleno remató tan grata jornada con unas bebidas en la terraza del mismo bar que nos había acogido para el desayuno; que, sentados alrededor de la mesa al aire libre, se estaba mejor al sol que a la sombra; y que celebramos la estupenda iniciativa de José Luis A. para reunirnos el próximo miércoles en el hayedo de Montejo y, después, alrededor de un cocido.

El vado del Sestil
Firman esta crónica, por los poderes que les otorga su presencia en la excursión: Antonio, Braulio, Gonzalo, Ignacio, Paco A., Paco MC., Pedro y Rodrigo.

La ruta leída y trazada por Ignacio



5 comentarios:

  1. El otoño aún no ha entrado con fuerza pero el blog de los mierconistas ha vuelto a manifestarse con un ímpetu arrollador. Qué maravillosa descripción, casi me dan ganas de no ir a la próxima excursión porque leerlo es casi más bonito que caminarlo. Espero con impaciencia las próximas entregas. Muchas gracias por el esfuerzo que estoy seguro se requiere para redondear estos retazos de aire puro.

    Ignacio

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    1. Gracias, Ignacio, por tu elogioso comentario, pero ni se te ocurra sustituir la realidad por esa ficticia representación de la realidad que es la literatura. Al menos, hasta que las piernas aguanten y espero que vaya para largo.

      Paco

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  2. Por cierto, ¿de quién es la foto de la seta?

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  3. La seta es del lugar y la foto, del autor, aislada artificialmente de su entorno para mayor protagonismo y menor valor informativo.

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  4. Paco la lectura de a crónica me ha puesto en un modo entusiasta incontrolable y me pongo a decir:
    ¡¡La automatización de oficinas, una necesidad inaplazable!!

    Rodrigo

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