viernes, 25 de mayo de 2018

23 de mayo de 2018, REFUGIO DEL CANCHO

Sigo a Ignacio en el título de esta excursión, Refugio del Cancho, aunque también podía haberse titulado "Peña Citores", "El cruce del nevero" o "Un almuerzo al pie del depósito". Y como el protagonismo, así, lo tiene el tal refugio, aquí lo traigo en imagen, en su austera arquitectura y en compañía de los canchos que le dan nombre, del tronco seco y de las nubes plateadas.

Pero el refugio, al que Ignacio se refiere como el del Cancho, se conoce más usualmente por el "Refugio del Mirador del Cancho" y así es como lo encontrarán ustedes en el internet de todas las cosas. Si teclean solamente refugio del Cancho se les llevará de la mano (de la mano del ratón) al "Refugio del Cancho Enamorado", una casa rural en Béjar, me imagino que más dotada de comodidades para el alojamiento que nuestro destino de hoy, tan sencillo y poco pretencioso.

Pues bien, todo comenzó (me refiero a lo de hoy) con una cordial y concurrida reunión en la venta Marcelino en el puerto de Cotos, a las 10,15 de la mañana. El cielo aparecía amenazante, con una nube negra como dosel y el breve azul asomándose por una esquina.

Antonio, Aurelio, Gonzalo, Ignacio, Joaquín, José Luis H., Paco A., Pedro, Rafa y un servidor de ustedes, componentes hoy de la cuadrilla. Nos felicitamos de ver nuevamente entre nosotros a Pedro, en buen estado de salud, y a Paco A. escapado brevemente de su refugio en Jávea. Es Ignacio quien ha trazado nuestro recorrido y el que lidera el grupo con mano firme, la que no está ocupada con el gps.



A las 10,30, como estaba previsto, se emprende la marcha por las escaleras con que se inicia el Camino de Peña Citores. Estas facilidades, que embellecen mucho el entorno del puerto de Cotos, son, sin embargo, engañosas: más adelante, los senderos siguen siendo los de siempre, con su estrecho y sinuoso trazado, sus piedras sueltas y los correspondientes regueros de agua cuando toca, !ojalá que así sigan!



Tras una hora de ascenso ininterrumpido pisamos nieve obligatoriamente para cruzar un nevero que, tozudo, se ha empeñado en prolongar su existencia hasta el mes de junio por lo menos, en este año de nieves y ya veremos si de bienes. A alguno del grupo -es el caso de este cronista- le gusta pisar nieve; otros hay que prefieren evitarla; pero ninguno se resiste a superar los obstáculos naturales -o artificiales- que se interponen en nuestro paso.



Así que no fue la nieve la causa de división del grupo en este punto, sino la necesidad de dosificar el esfuerzo de alguno por prescripción facultativa. Los del Mirador del Cancho seguimos hacia los 2.181 m. de Peña Citores, poco destacables como cumbre pero hermosos por su amplitud y la belleza de las vistas.

Desde allí, un sendero a veces poco evidente lleva en descenso hasta el Refugio del Mirador del Cancho. El refugio es una cabinita muy arreglada, con sus cuatro paredes, su puerta metálica y su ventana con vistas. Al parecer tuvo su chimenea para hacer fuego pero se suprimió en la última reforma. Al lado del refugio tomamos el piscolabis, hoy retrasado casi tres cuartos de hora respecto del horario más habitual, que es el de José Luis. Quiere decirse que son las 12,45.



El sitio es, sin duda, un mirador. Mirar la sierra, en detalle: la Bola del Mundo, Guarramillas y el puerto, Siete Picos, la Mujer Muerta más allá. Y luego, hacia el norte, ancha es Castilla por donde Segovia, hoy brumosa y como recogida, poco apta para la foto.



Después de esta parada de ración de vistas y de bolitas de queso, se vuelve a subir, esta vez más directamente hacia Dos Hermanas y dejando a la derecha Peña Citores. Se pasan y se pisan las trincheras, vestigio de nuestra última guerra y se evita volver a pisar nieve rodeando los restos de neveros. Hay que enseñar al diccionario de Google la palabra nevero; tal parece que, poco aficionado a la montaña, o aleccionado por metoo y la modernidad del electrodoméstico solamente reconoce la femenina "nevera".

Desde la roma Dos Hermanas, Peñalara está ahí mismo, a un paso como quien dice, con su nieve ya un poco sucia y la apenas visible aventurada cornisa. Parece percibirse una silueta en el muy inclinado ventisquero que da a la laguna Grande, pero no acabamos de confirmar la posible imprudencia, allá cada uno y allá nosotros que ya bajamos hacia el puerto de Cotos por el camino... ¿de siempre?, que ahora es un PR 3. Lo encuentro quizá distinto, muy alfombrado de piedra suelta, tan ceñido de verde... Será que hace tiempo que no lo recorro o que lo he olvidado.



Y ese cobertizo o marquesina que enmarca la retirada de alguno de nosotros después del almuerzo corresponde al todavía existente depósito de agua que alimentaba los cañones de nieve de la antigua pista de Cotos. Ahí, bien sentados, a la sombra y presididos por unos murales explicativos, es donde, pasadas las tres de la tarde, hemos dado cuenta de nuestras provisiones. Ya no quedan más que unas docenas de metros para volver a Marcelino y reunirnos con la otra parte de la expedición para el segundo café del día y despedirnos.

En las fotos inferiores, la llegada a la limpia, civilizada y moñoña, que dirían Aurelio y Rafa, estación casi alpina del puerto de Cotos y restos del exquisito dulce de leche frita con que hemos completado el café y el estupendo paseo.



Como no hemos seguido, salvo por referencias, la porción de aventura de la otra parte del grupo, invito a proporcionar detalles en la sección de comentarios debajo de esta entrada del blog.




domingo, 20 de mayo de 2018

16 de mayo de 2018, LA NARANJERA Y ABANTOS

En ausencia del cronista habitual (pero no tanto), José Luis H. ha tomado hoy el relevo.


Crónica sobre la marcha denominada La Naranjera y Abantos preparada y liderada por mí con la inestimable e imprescindible colaboración de Ignacio. Las fotos están realizadas en su gran mayoría por Antonio y algunas aportaciones mías.


La idea inicial era la de partir de las afueras de El Escorial utilizando un camino que lleva al Puerto de Malagón. Después de realizar las oportunas consultas decidimos cambiar el punto de partida debido al mal estado actual de esas pistas para circular con coches normales y aparcar en el sitio previsto. La modificación resultaría finalmente acertada como se verá.

Nos citamos en el Puerto de la Cruz Verde a las 10 h. para tomar un café y salir poco después hacia el punto de inicio. Lo del café no fue posible ya que el Mesón se encontraba cerrado por causas desconocidas (*), así que salimos hacia el pueblo de Peguerinos donde finalmente si pudimos cumplir con el rito del café matutino en un bar situado en el centro ya conocido por el grupo, en esta ocasión formado por Ignacio, Joaquín, Aurelio, Gonzalo, Antonio, Rafa y yo mismo.

De nuevo en los coches nos trasladamos por la pista que desde Peguerinos enlaza con el Escorial al aparcamiento justo enfrente de La Casa de la Cueva, una residencia o albergue forestal de verano perteneciente a la Junta de Castilla y León enclavada en un bonito lugar.



Allí iniciamos la caminata a eso de las 11 de la mañana. La pista se encuentra en un razonable estado de conservación en su tramo castellano. La cosa cambia drásticamente a peor cuando transcurre por la Comunidad de Madrid.

Abandonamos inmediatamente la pista hacia la izquierda dejando la zona de bosque, para atravesar primero y bordear después, una enorme y bellísima formación rocosa desde cuyas alturas se aprecian magníficas vistas del valle, de Guadarrama, del Espinar, etc.





Tras un buen rato de caminata y poco más de cien metros de desnivel, alcanzamos lo que queda del refugio de La Naranjera donde una amable joven de un grupo senderista nos hace la foto del grupo al completo.



No dejamos pasar mucho tiempo y, a muy poca distancia, dejamos las mochilas reposando para alcanzar el mirador desde el que se divisa el Valle de los Caídos. El día es muy bueno y la vista extraordinaria.



Continuamos ascendiendo un poco más, ahora dejando a nuestra izquierda el muro de piedra que cerca los terrenos de Patrimonio Nacional. Enseguida el terreno baja y alcanzamos el Portillo de Pozos de Nieve. En esta ocasión lo dejamos pasar. Poco después, iniciada la subida a Abantos nos encontramos un colega que recaba información precisamente sobre el Pozo de Nieve, información que se le es dada de forma precisa y con todo detalle. En algún momento y en algún lugar hicimos la habitual parada para el piscolabis que, con la emoción del día, me ha pasado desapercibido.

Pronto hacemos cumbre en Abantos (1753 m). Poca cosa para este grupo que demuestra estar en plena forma. De nuevo disfrutamos de las magníficas vistas ahora de El Escorial y mucho más.



Breve descanso e iniciamos la bajada. Es pronto para comer. En la bajada Ignacio quiere darle un poco de aventura al día y, sin perder de vista la pista buena, nos lleva por caminos de perdición a su aire durante un buen trecho. Es esas andamos cuando se deja caer la hora de la comida en un paraje próximo a Los Tientos. Buen sitio, buena comida, buen vino, buena compañía. ¿Qué más se puede pedir?

La bajada, en principio agradable por las Rentas de Robledondo.



Luego se hace larga, por pista asfaltada durante un buen trecho, hasta El Baldío. Sin mucha historia. De nuevo en la Casa de la Cueva. Café en Peguerinos y despedida.

Una estupenda ruta en un bonito día de primavera en el que hemos caminado 12,5 km, con un desnivel acumulado de 423 m.

(*) Al regreso Gonzalo averiguó que el local cierra siempre los días siguientes a un festivo. Una razón de peso.