domingo, 17 de noviembre de 2013

13 de noviembre de 2013, MAJADA DEL COJO

No más reproches al otoño. Apenas cabría algo mejor que el día de hoy para disfrutar de los pardos colores, del templado ambiente, del mullido paso sobre las hojas caídas. Los avisos de vientos moderados se cumplieron: tan moderados y discretos que ni siquiera eran capaces de inclinar una tenue columna de humo en la lejanía. Solamente al final de la mañana, a la hora del almuerzo, hicieron acto de presencia, si bien como suave céfiro que diría el poeta. Como resumen: numerosas exclamaciones sinceras de "¡qué día!" jalonaron la jornada...

... que comenzó con la reunión habitual en Cotos y el desplazamiento a Alameda del Valle para hacer una ruta trazada por Antonio en lo que ya consideramos como casi sus dominios y que sigue en su primera parte el PR-12. Las vistas sobre el Lozoya y las alturas del fondo del valle son una invitación a frenar el paso y lentamente deleitarse en la contemplación del paisaje. Como no llego a "narrador de paisajes", guardo para mí las impresiones de esa hora. Si lo fuera, aparte de ponerme un poco pesado, adquiriría el aspecto quimérico con el que Salva imagina a estos artesanos de la palabra. Véase.

El "cuadro" del Lozoya


Véase también la foto del paisaje, que hoy titulo "cuadro" por haberme dado últimamente con más fuerza a la acuarela y por soñar con un dorado retiro en clave de acuarelista inglés. Pido disculpas por el excurso personal e íntimo.

La gran pradera que se extiende desde el pueblo hasta el robledal, ya al pie de la sierra, está cubierta de escarcha. Hasta donde alcanza la vista, algunas vacas rubias y algunos buscadores de setas. El monte, delante de nosotros, contraste de luz y sombras profundas, es barrera y meta al tiempo, lugar por descubrir.


En él se adentra la pista, siempre ascendiendo y siempre invitando a progresar en la subida. Cada recodo ofrece a la vista y a las cámaras de fotos un motivo diferente, más ocre, más verde; hierba, musgo, alfombra de hojas de roble.



Algunos de los paseantes, seguramente estimulados por la belleza del día y la llamada de las cumbres, toman gran delantera sobre el resto. Cuando los que quedan atrás, estimulados más bien por el apetito que provoca un paseo tan agradable, deciden aprovechar un púlpito de roca al lado del camino para el piscolabis, se rompe la unidad del grupo no obstante los reiterados intentos de comunicación bien a gritos, bien mediante el áspero sonido del cuerno de caza que Antonio porta siempre en su macuto, bien mediante el recurso a la tarifa plana, pero alta, de los teléfonos móviles. No hay respuesta de los adelantados Aurelio e Ignacio; sí de José Luis que retrocede sobre sus pasos para unirse al piscolabis. Grato momento, con vistas sobre la gran hondonada y, al otro lado, sobre los pueblos del valle, Alameda, Oteruelo y Rascafría.

¿Rascafría?


Acabado el breve condumio, se sigue la marcha para encontrarse al poco rato los dos grupos. Si hubo reproches al movimiento independentista, no los recuerdo. La foto de grupo compacto tras el reencuentro da fe del buen espíritu reinante.

Casi todo el grupo, posando alegre

Sí recuerdo bien el resto del camino, tan variado en su sinfónica monotonía de colores, hasta el refugio de la Majada del Cojo. El refugio de la Majada del Cojo es un importante edificio de dos plantas y pico según por donde se mire, con contraventanas pintadas de rojo alegre (hay rojos tristes) y tejado de doble vertiente de color teja. Está cerrado y solo. Nuestra compañía durante unos instantes, los necesarios para hacernos foto de grupo y poco más, alrededor de una agostada fuente de piedra, le pone contento. Nosotros también lo estamos de haber alcanzado la cota máxima del día, 1.607 m. y sereno.

Cabe el refugio de la Majada del Cojo

Desde aquí, todo es bajada puesto que hasta aquí todo ha sido subida. Para el regreso elegimos un camino distinto del que nos ha traído, que progresivamente nos va aproximando al arroyo de Santa Ana hasta encontrarnos con él en las cercanías de la ermita que le da nombre. Las revueltas de la pista, que se abren al valle sin obstáculos, permiten recorrer con la vista la espalda entera del macizo de Peñalara, desde la cumbre del mismo nombre hasta casi el puerto de Navafría pasando por el del Reventón y Malagosto. En la proximidad del valle hay amplios pastizales con abundancia de ganado bovino y equino. Tal parece que hoy todo se confabula para ofrecer aquí una imagen de bienestar y opulencia, de limpieza y orden, tan distinta de la que se estila en la urbe.

Amplios pastizales

Al lado de la ermita, de acceso bien señalizado en un cruce de caminos donde hay un crucero de piedra "en recuerdo y homenaje a todos los pastores y vaqueros de estas tierras", se han dispuesto mesas y bancos para las romerías.

La ermita de Santa Ana

Y allí, plácidamente acomodados, damos cuenta de nuestro almuerzo en la cercana y pacífica compañía de un buen número de potros y yeguas que hacen lo propio con el verde y jugoso pasto como plato estrella. Feliz cierre de la jornada. No digo más que algunos aprovechamos para fumarnos un puro y otros para apurar una copa.


Con lo que llegamos al final. Las cumbres de la sierra se han cubierto pudorosamente de nubes. El otoño va a mostrar en breve una cara menos amable.


Un breve recorrido hasta, de nuevo, cruzar el Lozoya y embarcarnos en los coches. Más de una mirada abstraída a las aguas cantarinas al pasar el puente. ¿Nostalgia preventiva de este venturoso día final del veranillo de San Martín? Descuida, otros habrá.

El paso del puente del Lozoya

5 comentarios:

  1. Es un placer esta doble ración de belleza otoñal: disfrutar del devenir de la ruta en vivo y volver a disfrutarla en diferido y virtual. Muchas gracias por esta segunda oportunidad.
    Por cierto, la policía mierconista me está buscando por el delito de adelantamiento indebido y aparcamiento en zona no autorizada a la hora del piscolabis, pero se equivoca porque a quien tienen que buscar es a Rodrigo, que fue el que se dio a la fuga.

    Ignacio

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    1. Efectivamente Ignacio. Gustosamente rectifico y, puesto a señalar, señalo que el fugado fue Rodrigo. No se volverá a repetir.

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  2. Suscribo el elogioso comentario de Ignacio, e igualmente testifico ( con prueba fotográfica ) que él no participó en la escapada llevada a cabo por Aurelio y Rodrigo.
    Pero eso es "pecata minutta " en el espléndido día alamesino.
    Y muchas gracias a todos por vuestra participación.
    Antonio

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  3. José Luis A. me envía a través de mail esta nota: "Acabo de leer tu magnifica crónica de la Majada del Cojo, la cual me perdí, a mi pesar, Haces mención repetidas veces al río Jarama en detrimento de nuestro querido Lozoya que tanto hace por saciar nuestra necesidades del liquido elemento. Entiendo que habrá sido un lapsus como consecuencia de nuestra visita al Jarama en el Hayedo." Le agradezco mucho tanto la rectificación como la discreción en el envío. Procedo a la rectificación en el texto para no confundir a otros posibles lectores.
    Paco

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  4. Las fotos reflejan a la perfección lo maravilloso del día y lo mismo digo de la prosa, que te engancha desde las primeras palabras. Sí, sí, los escapados fuimos Aurelio y Rodrigo.

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