sábado, 22 de diciembre de 2018

19 de diciembre de 2018, PASEO POR EL PARDO

De paseo por el monte del Pardo, José Luis tomó buena nota y Antonio hizo fotos para feliz memoria. Y algunos que faltamos al paseo nos apuntamos a la comida con la que el grupo festejó las Navidades de 2018.

De nuevo aquí como cronista interino para contar esta vez algo sobre las andanzas del grupo de mierconistas, en una jornada deportivo-cultural-gastronómica, propia de temporada navideña, en la que la última parte prima sobre todo lo demás; se adereza con algo de cultura para disimular siendo lo deportivo, en este caso, lo de menos.

Nos citamos en el pueblo de El Pardo, que es lo suficientemente cerca de Madrid para que nuestros compañeros algo pachuchos, o con dificultades varias, tengan acceso fácil a la última parte del programa. El Pardo es también un lugar con una amplia oferta gastronómica y al mismo tiempo unos alrededores muy atractivos para disfrutar de la naturaleza sin mucho esfuerzo. Una vez congregados los asistentes a la marcha, nos desplazamos al lugar de inicio en las cercanías de la Puerta de Madrid, que da acceso a la Real Quinta por la Carretera de Somontes. Allí estábamos: Antonio, Gonzalo, Rodrigo, Ignacio, Aurelio, Pedro, Paco Álvarez y este cronista.



Enseguida nos adentramos en los jardines situados a la entrada al recinto, que son solo una parte del magnífico conjunto el cual iremos viendo. Según aparece en la información incluida en los tableros dispuestos a lo largo del recorrido, los jardines fueron diseñados por el francés Claude Truchet hacia 1726 y se componen de cuatro grandes terrazas en un eje longitudinal con rasgos españoles e italianos, esculturas y estanque. El conjunto es realmente magnífico.



La vegetación, muy variada y bien cuidada. A este cronista le llaman la atención especialmente los setos que bordean las zonas ajardinadas, la mayoría de ellos compuestos por plantas de Boj (Buxus sp.) perfectamente recortados y perfilados.



Pasamos muy cerca del Palacio, no accesible al público, que tiene un buen porte y parece externamente bien conservado. El conjunto pertenece a Patrimonio Nacional y se denomina Real Posesión de la Quinta del Duque del Arco. Una gran extensión de 80 fanegas, ahora llenas de olivos y que tratamos de recorrer en parte. Y digo tratamos porque algunas dificultades nos salen al camino. Inicialmente la intención fue abandonar el recinto tapiado por la Puerta de San Antonio (no confundir con nuestro fotógrafo ocasional). Pero hete aquí que la susodicha puerta, de hermosa factura cerrajera, se encontraba cerrada con una cadena y su correspondiente candado, como no podía ser de otra forma. Lo tomamos con deportividad. Dimos la vuelta y nos hicimos una foto de recuerdo que es lo más práctico, porque lo otro, saltar la alta tapia que medio se ve a la izquierda, no pareció razonable a estas alturas. Todo esto explica brevemente la revuelta que, si el lector tiene ganas, se puede apreciar en el detallado plano dibujado por nuestro geógrafo oficial. Queda dicho esto para la historia de este grupo.



Después de un ratito llegamos a la Puerta de San Antonio, por fuera claro. Ahora continuamos la ruta paralelos a la tapia de la Quinta y atravesamos la M-612 dejando a nuestra izquierda el lugar denominado El Desaguadero. Pronto debemos hacer un giro de 90 grados a la izquierda en un lugar de nombre muy lírico: Casa de la Portillera del Tambor. La Portillera del Tambor parece haber sido una de las muchas puertas del monte hasta que quedó parcialmente destruida por un importante impacto en un accidente en 2007. Muy cerca, El Tambor, pequeña loma de 724 metros de altitud que despreciamos sin darle importancia. No estamos hoy para esas cosas.

Seguimos nuestro camino paralelo al Arroyo del Camino Viejo de El Pardo cuando ya se acerca la hora de reponer fuerzas. Lo hacemos de forma breve y frugal dado el objetivo fundamental de este día. Como remate posamos en una foto de grupo para la posteridad junto a un viejo árbol, de extraña forma pero aún con vida. Interesante supongo.



Ahora el camino es cómodo, recto, con bajada ligera. Parte sobre pista, parte monte a través. ¡Ideal!. Algunos aprovechan la tranquilidad de la jornada para recoger algunas setas que todavía se encuentran por los alrededores.



Hemos de atravesar de nuevo la M-605. Lo hacemos justo enfrente de un acuartelamiento que resulta ser el Centro de Adiestramiento Canino de la Guardia Civil. Se pueden ver desde fuera magníficos ejemplares de esos perros que prestan servicios impagables en esa institución. Son casi las 13:30 cuando llegamos al Río Manzanares. Muy cerca del final de la senda, que no rematamos porque decidimos atravesar el Río y continuar aguas abajo por la margen derecha. Para ello, aunque parezca lo contrario, lo hacemos por un puente metálico al parecer reciente construcción.



Sin más, reemprendemos la marcha cuando, ¡cómo no!, encontramos la consabida prohibición de paso, esta vez por obras que no se ven por ninguna parte. Suponemos que es para vehículos y pasamos sin mayores obstáculos continuando nuestro recorrido. Muy cerca del final de nuestra ruta, se observa una obra lejos del camino y a un nivel bastante más bajo que el mismo. Un buen grupo de ciudadanos alrededor. Un par de máquinas. Un par de trabajadores. Bastantes observando. Todos con casco… Alguno nos mira y hace gestos como diciendo ¡Qué c…! Atravesamos como podemos otra valla con cintas y alambres. Pronto, uno de los que nos observa se acerca para increparnos: "¡no se puede pasar! ¿Es que no han visto las señales?" En fin, una escena un tanto desagradable. Le dimos nuestras explicaciones, él nos dio las suyas, y seguimos nuestro camino. A mi entender el corte del camino era perfectamente evitable y, en todo caso, la señalización mejorable. En las fotos aparece la valla que está al final del recorrido, próxima a la carretera que sube al Cristo de El Pardo. Un poco de aventura para una apacible jornada.



Llegada a El Pardo, maniobra de coches para acercar los que se quedaron en el inicio y encuentro con los amigos que llegan solo a la comida por distintas y justificadas razones. Se incorporan Paco M., Salva y Joaquín. Así, en número de 11 nos congregamos “bordemanteles” en El Torreón para disfrutar de la comida, la compañía y la buena conversación. Y hacer planes para el 2019, naturalmente.



Feliz Navidad y un buen 2019 para todos. Los presentes y los ausentes.

José Luis Hermida
19/12/2018

domingo, 2 de diciembre de 2018

28 de noviembre de 2018, TRAVESÍA COLLADO HORNILLO

La mañana de este miércoles de finales de noviembre estaba preciosa en el puerto de los Leones o alto del León como ahora prefiere llamársele. Fresco el aire y limpio, un cielo azul más bien pálido de ligeras nubes altas, ese verde agrisado de la pinada, las cumbres ya tocadas brevemente de blanco. 10 en punto. Cafés y, detrás de los cristales empañados de una vitrina, hermosas piezas de carne para un churrasco. Joaquín aplasta la nariz al cristal de la vitrina como el niño en el escaparate de caramelos; el cronista también. En menos coches de los que han llegado, los excursionistas bajamos a San Rafael, despacio, despacio, no vaya a ser.

En San Rafael, el de la larga calle o carretera que lo atraviesa de punta a cabo con pocas contemplaciones para con el viandante, apartamos los coches a un lado -donde el parque Rafael Calvo Ortega-, sacamos las mochilas y las botas del maletero y, sentados en un poyo de piedra muy conveniente, nos aviamos para el camino. A las 10,30 ya estamos andando, cruzando por mitad del parque. Alguno, Ignacio dice bastante después, va ligero de equipaje. El avisado lector puede ir haciendo sus cábalas con la ayuda de las fotografías.



Siempre hay alguna puerta en el campo, esta de ahora, muy al principio del camino, pulcra y civilizada. También prolija es la pista del GR-88, muy lisa y de suave pendiente, muy alfombrada de pinaza, con sus pasarelas y todo para no mojarse los pies en el arroyo Mayor.



Más adelante y más arriba, el Mayor se ha hecho aún más grande y más travieso y salpica la siguiente pasarela, más rústica y resbaladiza. "Alguno" tiene que hacer los primeros equilibrios del día, muy facilitados por la menos que ligera impedimenta.



El GR-88 se camufla en el bosque y hay que extraer del gps de Ignacio la pizca de aventura correspondiente al día de hoy. Rodrigo sube ligero, alado. Oigo, detrás de mí, voces y exclamaciones. Rodrigo pregunta por su mochila, pero nadie sabe darle razón de ella. Las fotografías confirman que la mochila de Rodrigo se ha quedado detrás, tan detrás que no ha llegado a participar ni en el arranque del paseo, hace ya más de una hora. Demasiado trecho recorrido para deshacer el camino, de manera que se acuerda continuar con el plan trazado y cruzar los dedos para encontrarla a la vuelta.

Cerca de un promontorio de rocas el bosque está más abierto y la hora del piscolabis más cercana. Aparece un mirador, con su antepecho de madera, sus paneles informativos y sus vistas hacia el norte. Allí Ignacio reparte las bolitas de queso, nos hacemos unas fotos y se comenta la jugada, es decir lo del estupendo día y lo de la esquiva mochila. Aparece también una joven excursionista que viene de Guadarrama y que se dirige a San Rafael, con prisas, sin apenas tiempo para aceptar las almendras que le ofrecemos.



Nosotros también tenemos algo de prisa. Quedan por delante camino que recorrer, incógnitas que despejar, alambradas que salvar y nuevas contorsiones. Los mapas de papel protegidos en su funda de plástico demuestran su superioridad sobre los electrónicos en pantalla como escudo de las púas metálicas. En cualquier caso, parece que siempre es Ignacio el encargado del manejo de la cartografía.



Pronto, como a la media hora del piscolabis, alcanzamos la comodidad de la pista que nos llevará al collado del Hornillo. No obstante las prisas, hay tiempo para asegurarse de nuestra posición con ayuda del mapa en su uso más ortodoxo, e incluso de mirar hacia atrás, como Joaquín, sin peligro de convertirse en estatua de sal.



La última parte del trayecto, en suave descenso por la pista de la Mina y el Camino del Vía Crucis, se le hace poco grata a este cronista, con un trastorno en su pierna izquierda que le puso a la cola del pelotón. Antonio y Joaquín, generosamente, adaptaron su paso para hacerle compañía hasta el mismo Alto del León.

Durante el recorrido, se ofrecen unas vistas magníficas hacia el embalse de la Jarosa, con Guadarrama detrás y Alpedrete y Collado Villalba y así hasta Madrid, velada por la bruma y la distancia. Y alguien ha repuesto algunas de las cruces que jalonan el Camino del Vía Crucis, ya llegando al León, donde las antenas de la escuadrilla de transmisiones número 3 del Ejército del Aire.

En los coches que han quedado en el puerto, bajamos a San Rafael. Se cruzan apuestas acerca del paradero de la mochila de Rodrigo. Pierden los que creían que se había quedado en el maletero del coche. Se intenta una breve gestión en la cercana oficina municipal, por si alguien la hubiera llevado allí, pero la oficina está cerrada y no se abrirá hasta mañana, de manera que no hay mucho más que hacer hoy por el huidizo macuto, con sus pertenencias y sus chocolates.



Así que nos congregamos alrededor de una mesa del parque para comer, que ya son cerca de las cuatro de la tarde y las bolitas de queso quedaron muy atrás. Y en esas estábamos cuando una joven se nos acercó, preguntando si alguno de nosotros había extraviado una mochila. Júbilo, regocijo y alborozo y allá que se va Rodrigo con la bienhechora dama, funcionaria del ayuntamiento de San Rafael, a la oficina municipal a rescatar su equipaje que alguien había encontrado abandonado en el lugar donde nos habíamos cambiado de calzado y había depositado allí. De tal manera que el chocolate llegó a tiempo y la jornada no pudo concluir mejor.



Epílogo. Todavía no nos habíamos levantado de la mesa donde dimos cuenta de nuestro almuerzo cuando un par de chavales que salían del colegio de allí al lado se nos acercaron y nos informaron de que había sido su madre la que, esta mañana, había visto la mochila abandonada y la había llevado a la oficina municipal.

Este grupo de amigos se lleva de San Rafael un muy buen sabor de boca -chocolates aparte- y manifiesta su reconocimiento a las principales protagonistas del hallazgo y la devolución de la mochila. Buena gente.