lunes, 19 de noviembre de 2018

14 de noviembre de 2018, EL HAYEDO DE MONTEJO POR ARRIBA

Sigue el cronista titular (titularidad que acabará perdiendo a causa de sus repetidas ausencias) fuera de juego. Y hoy lo vuelve a lamentar porque no hay momento mejor para visitar el hayedo de Montejo que esta época del año. Pero José Luis H. viene al rescate con esta crónica y estas fotos (entiendo que de Ignacio), que hacen la ausencia más llevadera, mucho más llevadera.


“No siempre hay que ir a alguna parte para disfrutar de una gran jornada”


Titulamos la ruta de hoy “El Hayedo de Montejo por arriba” porque la vamos a realizar caminando por las pistas que transitan por la parte alta del paraje, dejando el rio y el Hayedo a nuestra derecha. Aunque tenemos la zona y el Hayedo “muy trabajados”, la ruta que Ignacio ha planificado para hoy es completamente nueva para el grupo, lo cual no es fácil a estas alturas y añade un atractivo adicional a este día.

Un miércoles más nos concentramos en la gasolinera de Cotos de Monterrey para, una vez organizada la expedición, trasladarnos al punto de partida para la marcha. En esta ocasión somos ocho mierconistas: Antonio, Rafa, Gonzalo, Ignacio, Aurelio, Joaquín, Pedro y el que suscribe.
Día nublado sin lluvia. Buena temperatura para caminar.

Dejamos los coches en el mismo lugar en el que lo hicimos el pasado 17 de octubre cuando acometimos la marcha al Pico Bañaderos, pero en esta ocasión partimos en sentido contrario cruzando la carretera M-139. Pronto empezamos a caminar a buen ritmo. La pista es buena, aunque un poco embarrada debido a las recientes lluvias. El ánimo inmejorable.



Poco después de la once y media de la mañana llegamos al punto 2 marcado como acceso en el plano en donde empezamos a ver las magníficas vistas del Hayedo desde arriba aunque todavía con ciertas dificultades.



Hay un murete de piedra que nos hace dudar unos instantes. Enviados exploradores, enseguida alguno encuentra un sitio de paso y localizamos el mirador perfectamente equipado con una plataforma de madera provista de una buena barandilla.



El mirador está situado de forma que se divisa la práctica totalidad del Hayedo, desde el Área Recreativa, en esta época tan visitada, hasta el final del mismo y las montañas de los alrededores, ahora pintadas de una infinita variedad de colores otoñales.



Aquí nos entretenemos un buen rato. Se está bien, no hay prisa, el paisaje es magnífico, la conversación agradable. ¿Qué más podemos pedir? Ya que estamos, aprovechamos para reponer fuerzas con el piscolabis. Ningún sitio mejor para hacernos la tradicional foto del grupo. Esta vez contamos con fotógrafo de lujo.


Son las 13h y nos ponemos de nuevo en marcha. El camino es bueno y el paisaje inmejorable. Es un día para disfrutar de la naturaleza. La hayas se entremezclan con los robles y acebos. También con una gran variedad de arbustos.



Seguimos caminando manteniendo el río y el Hayedo a nuestra derecha pero alejándonos ligeramente hasta alcanzar la Sierra Calva. Suponemos que en tiempos pasados habrá sido una zona con poca vegetación aunque ahora es otra cosa. Ya se acerca la habitual hora de comer y pronto alcanzamos el punto de retorno. Un punto en ninguna parte que diría Ignacio nuestro líder de hoy. (Véase la cita en cursiva al inicio de esta crónica). Su idea es que alguna vez consigamos completar esta ruta hasta el nacimiento del Jarama. Otra vez será. Tal vez al final de la próxima primavera cuando podamos acercar más los coches.

Tras el giro de 180 grados sobre la pista iniciamos el retorno para, pocos minutos después, encontrar un buen sitio para comer y descansar. Y continuar disfrutando del paisaje del Sitio Natural de Interés Nacional del Hayedo de Montejo. Como siempre, buena comida, buen vino y magnífica conversación. A los postres, hoy no tenemos chocolate por la ausencia de Rodrigo. Lo suplimos con un poco de dulce de membrillo casero que no desmerece.



A eso de las 14.30 iniciamos el regreso y enseguida alcanzamos de nuevo la pista que seguimos a la subida, que será también la de bajada hasta una curva muy pronunciada en donde nos desviaremos dejando a nuestra derecha, primero Povedilla y más tarde El Cogorral. En el camino seguimos disfrutando de extraordinarias vistas sobre el Hayedo que Ignacio se encarga de inmortalizar.




A eso de la cuatro de la tarde divisamos los coches aparcados y alcanzamos Prado Sancho, donde confluyen la pista de bajada y la de subida. A nuestra derecha, una edificación que parece una instalación ganadera. Al fondo el aparcamiento y encima Picayuelas, donde estuvimos hace pocas semanas.



Cinco horas de disfrute. Tres y media caminando para hacer casi 12 km y 391 m de desnivel acumulado.

lunes, 12 de noviembre de 2018

7 de noviembre de 2018, SENDA DEL CASLILLA

Hemos hecho un paréntesis general en estas nuestras salidas de los miércoles por aquello del tiempo lluvioso, que otras causas particulares, de cada uno, pueden hacer que alguno, o incluso varios, no vengan a caminar, pero casi solamente la lluvia y no otra cosa es causa de la cancelación completa. Y es que caminar bajo el agua unánimemente lo dejamos para las ranas y para los peces que nadan bien como dice la canción.

Hoy volvemos al monte sin la seguridad de no mojarnos, pero es que hay que celebrar una onomástica y luchar contra la polilla de la vida urbana. Así que quedamos donde solemos, allá por los Cotos de Monterrey y desde allí, cafés mediante, encaminarnos a la provincia de Segovia para explorar las márgenes del Caslilla, corriente de agua que no se si merece la categoría de río, pero que dudo le cuadre la de arroyo. Y para empezar, dejamos los coches en Sigueruelo, 27 habitantes en 2016 y un bar abierto. En el bar abierto se queda Salva, excusado de andar por su galeno. Es ya el mediodía y no llueve. Hay un túnel a la salida del pueblo para salvar el paso de un ramal de la N - 110. Llama la atención su bonita forma, una variante evolucionada de la sección en herradura. Que algún ingeniero de caminos venga en mi auxilio y me dé mayores detalles.



Fuera del pueblo, a poco del paso del túnel, se nos empiezan a aparecer las viejas sabinas, tan viejas que bien pudieran ser parientes de aquellas del rapto. Éstas no son tan famosas salvo para los amantes del campo y la sierra segovianos, pero Labordeta las canta: "Allí permanece quieta, igual que la soledad, pasa el tiempo por sus ramas y no las puede truncar". A lo mejor se refiere a una "enebra" de varios brazos, protegida por un breve cercado, y que admiramos al paso. Se conoce como "La sabina de Sigueruelo", y está catalogada en el Catálogo de Especímenes Vegetales de Singular Relevancia de Castilla y León con el código AS-SG-12.



Hay hermanas suyas más modestas, pero tan dignas. Me acerco a una de ellas y la fotografío porque me cae bien.



Lo del enebro, la sabina, el arándano y la endrina, además del pacharán, nunca lo he dominado. Sé que Aurelio hizo por desasnarme en esta materia, como en bastantes otras, pero en el momento en que redacto estas líneas me encuentro como antes del desasne, así que vuelvo a rogar clases particulares, que me gustan más que la wikipedia. Esto, lo anterior, viene a cuento de los frutos azulados que adornaban un arbusto al lado del camino y que aparecen en la fotografía.



Si piensan ustedes que por la tardía hora de comienzo del paseo y por el banquete que nos esperaba íbamos a perdonar el piscolabis, están equivocados. El piscolabis tuvo lugar, aunque frugalmente, eso sí. También tuvo lugar una foto en grupo de los caminantes de hoy, tan contentos de estar juntos, de que siguiera sin llover y de otras causas privadas y particulares.



Llegamos todo lo más al norte que pensábamos ir, casi tocando las primeras casas de la urbanización Monte de los Cortos, de la que nos separa el Caslilla. Y, como hemos quedado para comer y no por otro motivo, volvemos nuestros pasos hacia el sur bordeando el congosto del río. Nueva foto de grupo con telón de fondo otoñal y detalle de las ayudas con que cuentan las partes más delicadas de la ruta.



Rafa bajo dosel, que no palio, de piedra, tal como corresponde a tan señalado día.



Como vamos juntos, todos nos acabamos situando bajo el gran dosel de piedra caliza, tan bonito de formas y colores y muy equipado de chapas, plaquetas y anillas para escalada. Si se hubieran cumplido las previsiones de lluvia, lo que no fue el caso, allí habríamos encontrado refugio en posible detrimento de la puntualidad de la caldereta.



Tímido sol en el tramo final, siempre acompañados por las añosas sabinas hasta la entrada en el pueblo, 27 habitantes y un bar. Salva ya no está; José Luis de A. -¿o quizá ha sido Joaquín?- le ha recogido para ir juntos al refugio de la Pepi, donde el cocido y la caldereta.



Se pueden cumplir años, pero no siempre son de oro, que, a veces, los hay muy falsos y hasta de plástico. Salva dice que la comunidad mierconista ha decidido que los de Rafa son de 24 kilates y es verdad, de manera que se encarga de confeccionar y otorgarle el título correspondiente. Rafa, ataviado ya de imperdible, saluda: ¡felicidades!.  Y a José Luis de A., nuestro senior, que, aunque no hoy, también ha hecho méritos más que sobrados para el oro. Doy fe de que tanto cocido como caldereta estaban muy ricos.



domingo, 4 de noviembre de 2018

24 de octubre de 2018, EL PEÑALARA

El cronista y editor habitual de este semanal de los miércoles se lo perdió por segundo año consecutivo. Quiero decir, el paseo hasta Peñalara o "El Peñalara" como Antonio bien titula. Antes de que se dijera Bola, decíamos La Bola y me gustaba más. Así que, ahora, me paso de Peñalara a El Peñalara, que es el pico o cima meta de la excursión de hoy, descrita y glosada muy castiza y sintéticamente por Antonio.


El Peñalara y un coche guinda. Así subtitularía yo esta excursión porque fueron para mí dos novedades importantes. La primera por ser mi bautismo en la subida a este mítico pico de la Sierra de Guadarrama que siempre me había causado un gran respeto. La segunda porque todavía tengo la boca abierta y los ojos platiformes después de admirar la máquina del jodío vasco. Me recordó al famoso coche de aquella serie de Tv, que hablaba y todo, pero aquél en blanco y negro y éste en guinda fosforito.

- “Pues qué, ¿iba a ser menos un coche vasco?“ (El coche ya ha pedido el empadronamiento en Bilbo).

- ¿Y de hablar?

- “Pues se le enseña, ya me encargo yo. En euskera, claro“

Bueno, pues en el aparcamiento del Puerto de Cotos, a eso de las diez, nos reunimos los mierconistas disponibles, a saber: Paco A., Juan Ignacio, Aurelio, Gonzalo, Jose Luis H., Rafa, yo y Pedro, y pongo a Pedro al final porque tuvo dificultades de tráfico y llegó media hora más tarde, mientras los demás le esperábamos tomándonos el reglamentario café en la Venta Marcelino.

Con buen ánimo y muy buen tiempo, enfilamos el Camino de Peña Citores y al llegar a la Fuente de los Pájaros atrochamos para llegar al pie de la Hermana Mayor. Creo que hicimos marca porque subimos esos primeros 400 m. en un pis-pas. Según Juan Ignacio, en las subidas anteriores no se alcanzó esa marca, por lo que nos merecimos el piscolabis.





Un ultimo empujón para rematar los 260 m. que nos restaban y a las 12:00 o´clock nos encontrábamos formando parte de la muchedumbre que rodeaba el poste geográfico de la cumbre. Total, 2.428 m. los hace cualquiera. Con el dia tan claro, se podían ver todas las cumbres que nos rodeaban y vislumbrar nuestro querido valle de Lozoya, pantano de Pinilla incluido. Foto del grupo para la posteridad.




Cresteando y rodeando la Hermana Menor, descendimos por una senda ???, que más parecía un pedregal, hasta un punto desde el que partía un camino al Refugio Zabala. Eran ya las tres de la tarde y los estómagos de Gonzalo y José Luis reclamaban perentoriamente la comida, así que junto con Pedro, que tenía prisa en volver, decidieron almorzar allí mismo, mientras que el resto esperamos un poco más para comer en el refugio Zabala al que llegamos en quince minutos. Nos rodeaba el Circo y teniamos la Laguna Grande de Peñalara a nuestros pies.



Gonzalo y José Luis se unieron después a nuestro grupo y nuevamente nos dividimos en dos secciones, una que se precipitó desde el refugio a la laguna y otra que volvió por la senda por donde veníamos bajando. (El cronista pide al curioso lector que ponga nombre a los componentes de cada sección).



Una última media hora bajando y refrescos en la Venta Marcelino.