martes, 22 de enero de 2013

16 de enero de 2013, TOLEDO

Querido Rodrigo,

Hoy ha sido la primera salida tras tu sentida marcha al calor del trópico. Se había anunciado un frente lluvioso que barrería la provincia de Madrid de NO a SE, de manera que, tratando de evitar el agua, Gonzalo propuso dirigir nuestros pasos a Toledo, la imperial ciudad, aparentemente fuera del alcance de los chubascos hasta el mediodía: ya sabes de la precisión con que nos gusta abordar estas empresas. Además de Gonzalo, Salva, Ignacio, José Luis, Braulio, Rafa y el que suscribe, nos encontramos apenas pasadas las 10 de la mañana en el gran aparcamiento aledaño a la estación de autobuses. Dos observaciones: primera, para ir andando desde el aparcamiento hasta la estación hay que dar un gran rodeo o jugarse el tipo atravesando carreteras, de donde se deduce que el acceso peatonal al público transporte puede ser, en Toledo, una empresa o ardua o arriesgada; segunda, el grupo se dividió a la hora del café entre los que optaron por la cafetería de la estación y los que lo hicieron por la de un hotel cercano, un tanto "posh", de donde se deduce que la composición del grupo es afortunadamente variada.

Los gansos
Los cormoranes

Fresco, algo de viento, y algo de agua antes de lo previsto, marco meteo-ambiental del paseo. Animadas discusiones sobre los aspectos más morbosos de la prima de riesgo y la enseñanza de lenguas muertas. Paso rápido y breves paradas para observar los ruinosos cimientos del "artificio de Juanelo", los gansos del antiguo embarcadero, los cormoranes inquilinos extemporáneos de un resto de puente en el centro del río. Dejando a la derecha el monumento del Cristo de la Vega, dedicamos romántico recuerdo a su leyenda, que cualquier alma sensible conoce como se puso de manifiesto en la pregunta -¿esto qué... es?- que circuló por el grupo. Más allá, los restos de la antigua fábrica de armas, parcialmente dedicada hoy a campus tecnológico. La verdad es que, desde donde la vemos, más bien parece un museo de arqueología industrial o, estremecedoramente, un campo de concentración abandonado.

¿Campus o campo?
Arqueología industrial

Algo más allá de la fábrica de armas, cruzamos el río por una modernísima y enorme pasarela peatonal, capaz de soportar el paso de una división acorazada. En el otro lado, un parque, seguramente de diseño bienintencionado pero ahora inculto, acoge nuestro habitual piscolabis tras el que hacemos intención de seguir, tal como Ignacio había pintado, nuestro paseo por esa margen. Empeño baldío, tan baldío como el propio parque. Todo está cercado con una alta pared, separando el parque de unas edificaciones a medio construir, de manera que no hay más remedio que volver a desandar el camino por el puente y regresar sobre nuestros pasos. De donde amargamente se deduce que alguien imaginó y comenzó, en aquella lejana época de las vacas gordas, un "gran proyecto estructurante" -así se denominaba la megalomanía de algunos próceres municipales- y los tiempos hicieron que el tal se quedara a dos velas y con la pasarela y la urbanización "al aire".

José Luis en "la pasarela"

La vuelta es más rápida si cabe que la ida. La lluvia arrecia y hay que buscar refugio "a borde manteles", Antonio dixit. Ya en "La Cubana", con las mochilas arrimadas a la pared y los empapados chubasqueros colgados de perchas y respaldos, damos buena cuenta de una muy aceptable pitanza. Estábamos en ello, cuando un numeroso grupo de orientales (japoneses, chinos, ...?) entra en el restaurante y desaparece dentro de otro comedor. Nos preguntamos qué plato de entre los más contundentes de la gastronomía local les habrán preparado. Cuando averiguamos que su menú ha consistido en ensalada de lechuga y tomate y magro filete de ternera, reflexionamos sobre la caducidad de las cosas y sobre la globalización.

Desde "La Cubana" hasta el coche, jarrea. Llenos de orgullo y satisfacción por haber superado sin mayor deterioro físico o mental tan exigente jornada, emprendemos el regreso a nuestras habitaciones en Madrid.

Un abrazo.