lunes, 12 de diciembre de 2022

7 de diciembre de 2022, ARROYO DE SANTO DOMINGO

Poco quorum, digo, y no sé bien por qué. Aunque, si me pongo a hacer recuento y memoria, sí que sería capaz de detallar, aproximadamente al menos, las razones de tantos para no venir hoy a disfrutar de la propuesta de Gonzalo y de los acebos del Arroyo de Santo Domingo. Pero no es cosa de difundir a los cuatro vientos de este final de otoño tan húmedo nuestras intimidades. Lector ajeno, siento dejarle a usted con las ganas.


Gonzalo, Ignacio, José Luis, Rafa y este cronista nos reunimos a las 10 de la mañana en la gasolinera de Venturada, superados algunos inconvenientes y titubeos y bien informados sobre el tiempo por nuestro adelantado en la sierra norte, que ha venido al rescate del grupo. Después de los cafés, un breve trayecto en coche hasta el área recreativa de Robregordo, donde el río Madarquillos y donde comenzamos el paseo. En el área recreativa, ni un alma, que ya vendrán la primavera y los fines de semana.

10:53 El área recreativa de Robregordo desde donde partimos
Entre las 11 y las 11:30, se disipan poco a poco las nieblas

No tardamos más de 35 o 40 minutos en dar con el primero de los enormes acebos que protagonizan el paseo de hoy. Asombra la cantidad de fruto, deduzco que preparación generosa del adorno para la próxima Navidad. 

11:31 José Luis nos retrata con el gran acebo de fondo

Del despejado terreno de dehesa al gran bosque de pinos, entre el arroyo de Santo Domingo y el del Corral del Pie, por ese monte que en el mapa aparece como Los Pilos Muertos transcurre la mayor parte de este paseo. Pilos muertos, sean lo que fueren, no hemos visto ninguno; sí pinos magníficos, vivos y enhiestos en su inmensa mayoría, entre pistas y cañadas y cordeles,  cortafuegos y senderos. En uno de los cruces, alrededor de las 12, nos paramos unos pocos minutos para piscolabear.

12:06 El lugar del piscolabis, en la cuneta de la autopista
12:45 Estampas del camino.

Recuerdos brumosos, como el día, del largo recorrido por el pinar: ligero ascenso hasta el punto mas alejado, por allá donde habría que cruzar el arroyo de Santo Domingo para seguir hacia el norte; el vivo color de los helechos secos, el turquesa pálido de las acículas de los pinos y del liquen, piñas en el suelo, un acebo joven.


Ahora, ya de vuelta, caminamos por una buena pista, todavía dentro del bosque. La aparición del sol fue breve y sigue el cariz de la primera hora, de humedad y grisura y de ese frio tenue que aprovecha las costuras para hacerse sentir. 

13:38 Charcos como de camino antiguo y muy transitado.

Abandonamos el pinar. Un paso en la cerca nos lleva a las dos acebedas que hay que ver sin falta. Y va siendo la hora de la pitanza, que en eso somos la mar de puntuales, lírica aparte.

14:02 Cierto que estaba así de plomizo el cielo
Y cierto que esa campanilla navideña allí estaba, en el acebo sin frutos

¿Saben los andarines de la sierra más jóvenes que nosotros que el asiento para comer o para descansar, o para simplemente parar y charlar un rato, importa? Pues sí, importa mucho, que el nivel del suelo es muy bajo y que, en llegando ahí, cuesta abandonarlo y volver a la altura habitual del caminante. De manera que el buen asiento es pieza codiciada y, a veces, cuesta dar con ella. Hoy aprovechamos el pavimento un poco elevado y seco de un abrevadero que nos queda muy a mano para la visita final a los acebos y la vuelta a los coches.

14:13 Aunque no al resguardo del relente, sí bien sentados.

Ese acebo -o acebal porque es un conjunto de acebos-, grande, vistoso por fuera y recóndito su interior, misterioso. Es impenetrable en casi todo su perímetro excepto en un par de sitios, como puertas probablemente hechas por el ganado. 

14:36 A la puerta del acebal...
14:39 ... y en su interior.
Portentosos troncos de acebo y chocante pila de ramas

La visita al acebo nos lleva algo menos de media hora. En lugar de acebo, debería decir acebos o acebales porque son dos los ejemplares que merecen esa visita detenida. Casi idénticos por fuera pero con interiores bien diferentes. En el primero predominan los imponentes troncos como patas de elefante pisando un terreno negro moteado del rojo de los frutos caídos; en el segundo, se mezclan los acebos con algunos robles, que alfombran el suelo en modo otoñal, en los ocres y pardos de sus hojas... y algún lúgubre despojo. 


Ya es tiempo de seguir, que se nos echa la tarde encima. Un coro de ladridos profundos, graves, casi solemnes, que no percibimos como amenaza sino como rúbrica y colofón del paseo.  

14:59 Estruendoso orfeón de mastines
15:18 Los coches, en silencio, nos aguardan en el área recreativa.

Puestos a poner nota, un sobresaliente le daría este cronista a la solución que inventó Gonzalo para este miércoles que se preveía incierto. Que vengan muchos como él y que ustedes, todos, los vean.

10,6 km. y 364 m. de nada.