lunes, 26 de septiembre de 2016

21 de septiembre de 2016, DE LOZOYA A EL CUADRÓN

Segunda salida de este curso que comienza. Algunos ya se habían estrenado y entrenado: el pasado miércoles, con frío por Rascafría, y el fin de semana por los Picos de Europa. Los que venimos y nos hacemos de nuevas hoy tenemos que aprender a andar; conversar ya lo hemos hecho este verano, aunque con otros. Expectativas: escaso desnivel y buenos caminos, calor, posibilidad de baño "al natural", nutrida asistencia y el gusto grande del reencuentro. Y todo fue más o menos así, dicho desde este punto de vista que es el del que escribe, con más calor, escasa sombra y la cuesta arriba de la mera distancia que se hizo larga por momentos; sin el baño del año ni las vistas de bañistas; con la concurrencia esperada y con mayor gusto, si cabe, que el imaginado, al reconocer -ya va siendo mérito- los rostros de los amigos. No hemos cambiado, ni falta que hace, la horquilla aproximada de los tiempos: reunirse como a las 10 y acabar el paseo alrededor de las 4. Lo que pasó entre esos dos extremos es lo que se narra a continuación de forma sucinta.



Se han dejado coches en las cercanías de El Cuadrón para volver, una vez que finalicemos el paseo lineal, a por los que nos han llevado hasta el punto de partida, cerca de la presa del embalse de Pinilla. Falta poco para las 11 de la mañana y el sol ya calienta con la energía de aquél al que le cuesta despedirse del verano.



Corren alegres, pero turbias, las aguas del Lozoya; probablemente quieren refrescarse después de haber sufrido un tiempo la inmovilidad sofocante del pantano y el tratamiento (?) de la aledaña sedicente Estación de Tratamiento. Rafa viene por detrás, sin correr que no hay prisa, parándose a gustar unas moras más bien resecas.



Un poco más adelante vemos el aviso que aparece en la primera de las fotos de arriba. Y tanto respetamos la zona nudista "consorciada" que pasamos en silencio y de puntillas por aquél sitio, ¡lástima de baño "in puribus", que ya el calor empieza a apretar y la carne es débil aunque nosotros somos fuertes! La segunda de las fotos muestra el momento en que llegamos a un bonito lugar en el que el Lozoya ha erosionado la roca, moldeándola en curiosas formas que Ignacio aprovecha para hacer esas fotografías con el "efecto seda" que él domina como nadie.



Casi enseguida, los vestigios de un tiempo pasado en que la agricultura y la ganadería no dependían tanto de Bruselas, en forma cabaña ruinosa de muros de piedra y vocación de muy larga vida. También en piedra y semejante vocación, el puente del Congosto, que nuestros pasos dejan rápidamente atrás.



Ignacio nos dice que por donde ahora andamos se debería obtener una buena vista del río, encajonado en sus paredes de roca. Aquello aparece en el mapa como Embalse de Casillas, pero ni éste ni las vistas de Ignacio se nos llegan a hacer presentes. Que conste que más me fío de Ignacio que del cartógrafo, que por aquí, al ser un lugar elevado, deberían ser posibles las buenas perspectivas mientras que de embalse no se ven ni trazas ni trazos. Seguimos el camino bajo un sol ya inclemente y hacemos una parada que la fotografía recoge pero que mi memoria no justifica.



A eso de las 12 del mediodía nos refugiamos en la sombra de unas peñas para el piscolabis. Tal parece que lo que Salva dice reclama la atención de sus compañeros. Tampoco en este caso la memoria me es fiel aunque, en caso de que lo fuera, se iban a quedar ustedes con las ganas, que esto lo leen muchos por ahí y no es cosa de dar tres cuartos al pregonero.



Otro cruce por puente o, en este caso y mejor, paso elevado. Ahora no discurre una corriente de agua bajo nuestros pies sino la vía del ferrocarril Madrid - Burgos, en su kilómetro 73 contado desde Madrid.



Como ya me van conociendo, sabrán que mi termostato personal y biológico se ha averiado y que no es capaz de regular una respuesta correcta a las altas temperaturas. O, dicho de otro modo, sucede que el calor seca a este cronista la ya magra sesera, tal como los días de claro en claro y las noches de turbio en turbio lo hicieron con el hidalgo manchego, y aun usando yelmo, gorro o bacía de barbero. De aquí que no sea capaz de proporcionar más detalle o memoria de lo acontecido desde el piscolabis hasta la comida y aun ni de esta si no fuera por la foto. Sí que parece, por lo que en ella se atisba, que Salva no debió concluir la perorata en primera sesión o instancia y que la continúa durante esta nueva sentada. Acabado el almuerzo se reemprende rápidamente el camino. Eso es simplemente lo que la última foto muestra y no lo que algún malpensado pueda deducir al ver al grupo tomar la delantera y dejar a Salva descolgado.



Para referencia, el mapa de Ignacio y el resumen de las magnitudes de hoy: 12,6 km.; 216 m. de desnivel; y 4,45 horas de paseo en total, de las cuales, 3 lo fueron de un pie tras otro.