martes, 8 de marzo de 2016

2 de marzo de 2016, PRADO DEL TORIL (CANENCIA)

Querido Rodrigo,

El objetivo de hoy era pisar nieve. Sé que lo entiendes bien y que darías la mitad de tu reino por hacer eso mismo, fatigado como debes estar del húmedo calor del trópico y harto del uso de esa poco estética prenda que llaman bermudas, en plural. Pero otros aquí no opinaban lo mismo. La nieve, o gusta o no gusta. Es como la canela en el arroz con leche: o gusta o no gusta. Claro que si se quita la canela del arroz con leche, éste pierde mucho de su ser, tal como el invierno en la sierra de Madrid que, sin nieve, también pierde mucho. Había que contar con el tiempo, como siempre, y con la cantidad de nieve. Una cosa es retozar por la nieve en un día soleado y otra muy distinta hacerlo en medio de una buena ventisca; una cosa es cubrir las botas de blanco, incluso cubrirlas mucho, y otra muy distinta meter la pata hasta el corvejón, lo que significa, en lenguaje menos metafórico, hundir la pierna en nieve hasta la rodilla o más arriba. Como el martes anterior al miércoles ninguna de las dos cosas se preveía como amenaza, nos liamos la manta a la cabeza y decidimos pasear por los altos del puerto de Canencia, con la intención de hollar la cumbre de un montecillo que se llama La Perdiguera.

Teníamos bajas, aparte de la tuya y la de Aurelio, ambos lejos de Madrid; la de Salva, "tomando las aguas" en un balneario de Pirineos; la de Joaquín, que no es que hubiera perdido los papeles, sino que, por culpa de unos papeles perdidos estuvo a punto de dar al traste con los efectos de largas sesiones de fisioterapia; la de José Luis H., que estaba siendo examinado por un médico; la de Paco A., en Madrid esta vez, pero sujeto a la fiebre de su nieto; la de José Luis A., a quien sabemos gusta mucho la nieve pero que decidió, supongo, dejarla para otra ocasión; y la de Antonio, que sus buenas razones tendría. Los restantes, Braulio, Gonzalo, Ignacio, Pedro, Rafa y el que suscribe, nos citamos en Miraflores de la Sierra a las 10,15, tomamos "los cafés" acostumbrados (el entrecomillado sirve para abarcar cualquier otra cosa y lo digo para que no piense alguno que este grupo es de los de todos café) y nos plantamos en el puerto de Canencia, en un día soleado pero ventoso, frío pero soportable. Lejos de mi intención tomarme a broma empeño tan serio como el de hoy, pero lo de la ruta "blancanieves" titulada por Ignacio se prestaba a apodar a los de nuestro grupo como los siete enanitos; lástima que fuéramos seis.

Contrariamente a mi costumbre, traigo pronto el mapa de la ruta, con unos números que corresponden al de cada una de las fotos que ilustran la crónica. Así se situará el lector más precisamente en el terreno y topará con una novedad que le haga digerir más fácilmente esta tabarra que largo de vez en cuando y que puede estar haciéndose un tanto monótona y redundante.





1 y 2. Después de calzar botas y polainas, echamos a andar. Son las 11 y cuarto de la mañana. No hay pérdida: un poco hacia atrás, cruzando la carretera, sale la pista (GR 10.1) que enlaza el puerto de la Morcuera al este, con el puerto del Medio Celemín al oeste y no sé si más allá y si sigue devanándose por la geografía madrileña y provincias limítrofes. Lo que sí puedo decirte es que, desde el primer momento, pisamos nieve y que lo hicimos con garbo, como la morena de "El Relicario". Lo de la nieve se ve en la foto; lo del garbo te lo puedes imaginar.



3. Siempre por pista, siempre por nieve y cada uno a su aire.



4 y 5. El Centro de Educación Ambiental, que encontramos a la media hora, más o menos, del inicio de nuestro paseo, debe tener un horario lectivo más bien relajado tipo logse: ninguna de las veces que hemos pasado por aquí hemos visto muestra de la más mínima actividad. Será que su finalidad, "desarrollar programas y actividades de información, sensibilización y educación ambiental con el objeto de alcanzar modelos de desarrollo sostenible, con particular atención sobre aquellas acciones dirigidas a promover el impulso socioeconómico de las poblaciones locales en áreas rurales y naturales" es tan ardua y trabajosa que la han dejado por imposible antes de empezar. Arduo esfuerzo, al menos para mi fatigada sesera, el de interpretación de los símbolos del poste: quizá al cabezón con patas y fondo verde o naranja number 1 le da igual ir hacia un lado o hacia el otro. A nosotros no, y seguimos nuestro rumbo original.



6 y 7. Escuetamente, nada que resaltar hasta la parada del piscolabis. Ya sabes que, en estas divagaciones sobre nuestros paseos, suelo omitir el contenido de las conversaciones para no dar tres cuartos al pregonero y porque esa es la parte de nuestra intimidad a preservar. Normalmente traemos conversaciones, siguiendo el atinado consejo de Manolo R., de la misma forma en que traemos delicatessen, ¡qué te voy a contar a tí!. Pero, en el caso de hoy, tampoco hubiera pasado nada por pasarse de indiscreto, y es que hubo menos conversaciones de las habituales quizá por lo del esfuerzo algo mayor a que nos obligó la nieve. Para el piscolabis elegimos un trozo de terreno sin nieve y seco, al sol. Sí anticipo que, en el caso de las delicatessen, no omitimos las bolitas de queso de Ignacio, como tampoco más tarde, a la hora del almuerzo, faltaron ni tu manda de chocolate ni el chupito de Gonzalo. Ausente Aurelio, sí echamos de menos el buen caldo riojano, de manera que algo habrá que hacer para remediarlo. Digo yo que vamos adquiriendo hábitos de gran descomedimiento, por lo que convendría contrarrestarlos aumentando la dosis de esfuerzo en longitud o desnivel del paseo. O no.



8 y 9. En algunos tramos aumenta el espesor de la nieve y la dificultad del paso, ambos sin exagerar. Hemos seguido casi todo el tiempo unas huellas de raquetas. Quiero decir que ya apenas se ven huellas de bota sino solamente de raquetas. Como bien sabes, la raqueta apenas se posa en la superficie nevada, mientras que la bota de toda la vida desaparece entera en cuanto la capa de nieve es un poco espesa. Hoy en día, en esto de los paseos de campo y montaña, también conocidos como senderismo, se lleva mucho el material "técnico" y adaptado a la clase de terreno y al tiempo atmosférico. Por nuestra parte, y no sin cierta sana resistencia, hemos ido adoptando prendas y calzado de materiales impermeables, transpirables, perlantes y viento-cortantes y hemos sustituido los bastones de madera por los más ligeros de aluminio, con agarre anatómico y ergonómico, plegables, extensibles y con titanio en la punta. Así que no te extrañes si uno de estos días, a tu vuelta, nos ves con raquetas o monopatines tipo "regreso al futuro", levitando sobre las praderas nevadas.



10. Cerca del Arroyo del Toril los carámbanos atestiguan que la temperatura es más bien fresca.



11. El paso del Arroyo del Toril, unas docenas de metros por encima de la Chorrera de Mojonavalle -¿la recuerdas?- se presta a esos equilibrios tan del gusto de nuestra tropa. Como ya somos expertos en la suerte del vadeo no se producen ni resbalones ni mojaduras.



12,13, 14 y 14 bis. En el Prado del Toril, seguramente ha sido el viento el que ha impedido que la nieve se acumule. Agradecemos la tregua y atravesamos la gran explanada con el paso más ligero de la mañana, que el viento arrecia y no hay motivo para pararse. Como puedes apreciar en la foto, el Toril es una gran cerca de piedra, una rareza por su forma perfectamente circular y su gran dimensión, como un gran tentadero en las alturas de la sierra, un ruedo serrano sin tendidos ni de sol ni de sombra. En su interior hay unos burladeros hechos de grandes piedras planas. Me lo imagino poblado de reses bravas y vaqueros de la estirpe de los que conoció al arcipreste. Lo del 14 bis es porque he añadido una foto a las tres previstas inicialmente por aquello de la simetría y la composición.

13:40. Aunque la pequeña cumbre de la Perdiguera (*) no está ya lejana, decidimos emprender el regreso. Aún queda mucha pista nevada por recorrer y la dosis de hoy ha satisfecho cumplidamente nuestro deseo de pisar nieve...



15. ... excepto para algunos como Gonzalo y Pedro, que no se han hartado y ensayan el más difícil todavía, cada uno a su estilo.



16. 14:30. Es la hora de comer. Nos paramos en el punto donde la pista se cruza con un ancho cortafuegos, de nuevo entre pinos y ahora sin tanto viento. Siento que Braulio haya quedado fuera de la foto; creo que estaba detrás de Pedro. Ni siquiera me tomé la molestia de levantarme para hacerla. Además del almuerzo, el rato de descanso fue bien recibido por todos.



17 y 18. La vista de la parte alta del valle de Canencia, con los Altos del Hontanar en primer término y las cumbres altas de la sierra bajo las nubes. Para volver a la pista que hemos traído a la subida, la del centro de educación, se podía hacer una gran curva siguiendo la nuestra de ahora o atrochar por el bosque con la nieve hasta la rodilla. Eso hemos hecho algunos con gusto, créeme.



19. Por el claro entre pinos, la vertiginosa perspectiva de la carretera, ya en la cercanía del puerto.



20 y 21. En el último tramo de la pista, la nieve de esta mañana permanece casi íntegramente, amontonada y dura, todo el día al resguardo del escaso temple que hoy ha proporcionado el sol. También en el puerto, donde los coches, sigue la nieve tan constante. Son las cuatro menos diez de la tarde, con tiempo suficiente por delante para volver al bar de Canencia y recapitular la jornada con un café caliente entre las manos todavía frías.

Y, a todas éstas, tú en el trópico. Se te autoriza a poner algo de la nieve, eligiendo la que aún esté limpia, en el vaso de whisky.

(*) El Perdiguera al que nos dirigíamos no es el que se muestra en el centro del mapa, de 1.764 m. sino otro más al oeste, que también puede llamarse El Marraz, de 1.866 m. y donde hay una antena de radio.