martes, 28 de octubre de 2014

22 de octubre de 2014, EL PARREJÓN

El Parrejón es un monte remoto, en la doble acepción de la palabra remoto: lejano e incierto. Es lejano porque está algo más distante que la mayoría de nuestras metas de los miércoles. Es incierto por lo que luego diré.

De la gasolinera de Venturada al puerto de la Quesera, punto de partida del paseo de este día, hay una apreciable distancia en kilómetros, 80 aproximadamente. Y hay también una apreciable distancia en temperatura, no se si en grados de termómetro pero, con seguridad, en eso que hoy se llama sensación térmica. En Cotos de Monterrey, cuando nuestro café matutino de encuentro y arranque, a eso de las diez y cuarto de la mañana, lucía el sol con fuerza y apenas se necesitaba algo más que la camisa. En el Puerto de la Quesera, a las 11,30, soplaba un airecito serrano de los de forro polar, prenda de cabeza e incluso guantes para los más frioleros.

11:40 No sobra el calorcito del sol mañanero

Nada que ver, sin embargo, con aquél día de hace un año y un mes casi exactamente, en el que visitamos estos parajes con nieve y hielo y viento glacial. Hoy se estará muy bien a sotavento, bajo este sol de otoño benigno que se nos ha concedido hasta la fecha. Mientras tanto, basta con iniciar la subida por la suave pero constante pendiente para templar y desentumecer las articulaciones.

12:10 Todavía en orden hacia la Peña La Silla

Después del Collado de los Lobos, que en este luminoso y apacible día más bien parece de las ovejas, se asciende un poco más a la Peña La Silla, con una pared de roca de formidable apariencia que está pidiendo a gritos una animosa trepada. Pero nosotros desoímos tales cantos de sirena y optamos por rodearla prudentemente.

12:14 Paco A. se mueve con tal rapidez que sale dos veces

También hacemos caso omiso de la invitación a sentarse contenida en el nombre de esta cima menor y, casi sin detenernos, oteamos el horizonte, consultando mapas y altímetros, para continuar el camino.

12:16 Determinando el rumbo a seguir

Pero los hay que carecemos de la necesaria disciplina y, rompiendo la cohesión del grupo y la regla no escrita pero aceptada de obediencia al líder, nos adelantamos hacia la altura que queda enfrente de nosotros y que creemos es El Parrejón. Bien es verdad que algunos, como el que suscribe, somos casos perdidos, presa fácil de un pronto indómito y montaraz. Pero otros, hechos al rigor obediente de una agrupación coral que afina y entona, modula y mide, compagina y coordina, no deberían echar los pies por alto y quebrar el unísono en la marcha. De manera que, mientras los de la banda del emboque estamos casi llegando al pico del Granero, la gente de orden de nuestro grupo, que es afortunada mayoría, nos contempla en la distancia con gesto de perplejidad y mudo reproche.

12:20 ¿Donde irán estos revoltosos?

Menos mal que Gonzalo, muy en su papel de conductor de esta hueste quebrada y tras unas mínimas vacilaciones, se toma el tiempo necesario para situar debidamente los accidentes geográficos del entorno en el mapa y se toma también la molestia de llegarse casi hasta donde estamos para, suave pero enérgicamente, advertirnos que por ahí no es. Así que atrochamos por los cambroños y nos reunimos con los demás en el punto que muestra la foto.

12:45 Rectificando el rumbo

Ahora ya aparece claramente El Parrejón frente a nosotros; ya no es incierto sino cierto y manifiesto. Ya no hay más que seguir el camino que desciende al collado de las Lagunas y asciende (después, no al mismo tiempo) a la cuerda de las Berceras cuyo extremo más al norte es nuestro objetivo.



Desde la cuerda, la vista de la sierra hacia La Pinilla y el Pico del Lobo, con el recogido y coqueto hayedo de Riofrío en primer término y su extensa gama de ocres y dorados, es uno de los espléndidos regalos del día de hoy.


Y ya solamente resta,
para recorrer la cresta
que conduce al Parrejón,
el penúltimo empujón

13:23 El Alto de Parrejón, a la derecha 

Ustedes me perdonarán, pero la inspiración poética, cuando viene, es como un torrente al que no se puede poner freno. De manera que les ruego soporten con magnanimidad el ripio anterior y quédense con lo que viene a decir: que ya casi llegamos.



La cumbre del Parrejón está señalada y adornada por un soberbio "cairn" en el que, a instancias de Aurelio, añado una pequeña lasca de piedra más. Esta clase de hitos (antiguamente, túmulos) son una sobria y artística forma de señalética montañera, menos útil que los cilindros de los vértices geodésicos pero más evocadora y decorativa. A su vera nos reunimos celebrando la ascensión y disfrutando de las vistas, ahora también con el hayedo de Tejera Negra allá en el fondo del valle y el Ocejón en la distancia. Antonio se ha quedado unos metros más abajo y Joaquín ha decidido acompañarle. Por eso no aparecen en la foto de grupo, oficial y conmemorativa. Ambos quedan con el encargo de buscar un sitio para el almuerzo al resguardo del fino vientecillo.

14:03 Faltan Antonio y Joaquín y el fotógrafo servidor de ustedes

El resguardo, el asiento y la mesa lo proporcionan unas hermosas rocas plutónicas y polivalentes. Y ya se sabe que el vino lo proporciona Aurelio y el chocolate, Rodrigo y, el de Astorga, Rafa; y las bolitas de queso, Ignacio; y el whisky, Gonzalo. Nuestra gratitud a las rocas, pero muy especial a los abastecedores de semejantes delicias.


Después de comer no sientan bien los esfuerzos, de tal manera que la pendiente, de forma graciosa y desinteresada, se nos inclina hacia abajo durante un buen trecho. El sendero que seguimos es un tanto irregular y accidentado, pero sus escalones están agradablemente decorados con flores, lo que es muy de agradecer.



Superado el collado y ya en la proximidad del hayedo hay una traza de camino que parece penetra entre los árboles. El intrépido Paco A. encabeza un intento de explorarlo. Pero la opción no es del todo clara y el grupo completo sigue su marcha hacia el puerto de la Quesera. La exploración del hayedo, sin embargo, no se abandona. A un par de cientos de metros del puerto, el sendero toca la parte superior del bosque, donde hay algún claro que permite el paso, bajo y entre la espesura. Apenas recorremos treinta o cuarenta metros, que son suficientes para disfrutar del color prodigioso de la fronda.



Hoy el mapa reviste mayor interés. En él se muestra la nada incierta, aunque sí distante, posición del Alto de Parrejón. La próxima vez te podremos ubicar con los ojos cerrados... salvo que sea otra vez en otoño y los dorados resplandezcan como en este día.

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