martes, 23 de febrero de 2021

15 de febrero de 2021, ARROYO DE LA SAÚCA

El Valle de Lozoya nunca defrauda. El Valle de Lozoya es como una cadena montañosa pero al revés, hondo en lugar de elevado; y en sus cumbres al revés hay agua en ríos y agua en embalses y unos pueblos preciosos como el de Antonio, que nos trae por aquí siempre que puede. Y otros, como Alameda del Valle, de este valle, que hacen hoy de puerta de entrada a nuestra excursión. Desde Cotos, hemos formado una pequeña caravana de seis coches hasta Alameda: los de Antonio, Ignacio, Gonzalo, José Luis, José María y el del cronista.


10:10 El ambiente del día, como muestra esta foto de la carretera y del Pico de la Miel tomada sobre la marcha.

Entrando en Alameda, una buena pista de tierra cruza el pueblo hasta una pradera amplia donde estacionar.

10:51 José Luis, Gonzalo y José María, muy equipados en el instante de ponerse a andar.

Como se puede apreciar en el mapa al final de estas líneas, la pista por la que iniciamos nuestro paseo transcurre por un raso. O por varios como allí se indica: Los Rasones. Terreno llano, despejado, con la vista apuntando a las cumbres nevadas y al puerto de Malagosto, del que el arcipreste de Hita hace memoria: "El mes era de Março, día de San Medel, pasada Loçoya fui camino prender; de nieve e de granizo non ove do me asconder. Ençima de este puerto vime en grand rebata; fallé una vaqueriça cerca de una mata; preguntele quien era; respondiome: la Chata rezia que a los homes ata..." Eso, al menos, reza el cartel situado a nuestro paso, en el que se describe este largo ascenso al puerto. Con ninguna esperanza de un hallazgo como el del de Hita, esta peña se contentará con hacer parte del recorrido sin llegar, ni mucho menos, hasta la divisoria y borde de la provincia de Segovia.

10:57 Tengo para mí que Antonio e Ignacio ya dan los primeros hilvanes a su próxima exploración internacional, pero puede que me equivoque.

Pronto empiezan a rodearnos los bosquetes de rebollos y pronto también damos con el arroyo que pone nombre al paseo de hoy; a pesar de la muy crecida corriente, la pista lo cruza como si tal cosa.

11:10 El arroyo de la Saúca no distrae la conversación que se traen estos dos.

Y también pronto el camino va apuntando hacia arriba, primero de manera casi imperceptible y después, poco a poco, pronunciando su pendiente. La ganancia de altura permite, además, ganar amplitud en las vistas hacia la Cuerda Larga, donde cumbres nevadas y nubes han decidido adoptar una facha parecida, como de ancianos que son, entre canosa y plateada.

11:36 José Luis y Gonzalo en un repecho de la pista

El Camino de Segovia se va adentrando en el bosque de robles y la hondonada del sonoro Saúca se va haciendo más profunda.

11:58 En la ladera de las Peñas Crecientes, entre El Calonge y El Pradillo
12:10 Ignacio señala en el mapa el punto donde nos encontramos y decide que aquí, más o menos, tomaremos el piscolabis, que ya va siendo hora.
12:15 Unas oportunas rocas permiten asiento durante la parada. Ignacio reparte bolitas de queso, y los demás, lo que cada cual ha traído.

Estamos lejos aún de la primavera pero siempre hay adelantados a su tiempo. Una pequeña flor de color malva llama la atención de alguno de nosotros. Como ya no hay secretos para las redes telemáticas -excepto los que estas deciden que lo sean- enseguida la identificamos con su nombre y otros datos. Se trata del azafrán serrano y no sirve para dar color al arroz sino para alegrar la vista del paseante con su presencia fresca y discreta.

12:31 Unas flores de azafrán serrano o ¨crocus carpetanus"

La pista no ha cambiado sus trazas a lo largo de los casi cinco kilómetros que llevamos recorridos desde Alameda. Un poco antes del piscolabis hemos dejado a la derecha un puente que cruza el Saúca y que utilizaremos a la vuelta. Ahora prolongamos la marcha hacia el norte un poco más hasta un punto donde la pista da paso a un estrecho sendero y allí nos detenemos.

12:40 Casi al final de la pista, la erosión del agua ha dejado las raíces de este grupo de robles al aire

Unos bonitos acebos de hojas satinadas y tiernas y un regato que alimenta al Saúca son ahora motivo para el trabajo de la cámara de Ignacio. Mientras tanto, el cronista se distrae en las vistas hacia los 2.000 m. nevados del Hoyo Borrascoso y retratando a los compañeros que hoy esperan sin atosigar.

12:42 Un sendero reemplaza a la pista.
12:42 El punto en el que damos la vuelta, donde los acebos y el regato

Y ya volviendo desde allí hasta el puente, Ignacio aprovecha para bajar hasta el arroyo y fotografiarlo con ese arte suyo del efecto seda que cada día perfecciona más. El cronista también lo hace -más a la pata la llana- y sigue los pasos de Ignacio hasta el puente por el que cruzaremos el arroyo y tomaremos el camino de vuelta.

12:58 El arroyo de la Saúca
13:05 A la izquierda, el puente y, a la derecha, el camino que hemos traído hasta aquí.

Viene ahora a cuento la descripción que Antonio hacía en su convocatoria sobre la segunda parte de nuestro paseo:

Tras cruzar el arroyo, el camino comienza a descender hacia Alameda del Valle bajo la cubierta de viejos robles, acompañado de brezos, majuelos y zarzamoras; y en las zonas más cercanas al arroyo, nos encontramos una vegetación más adaptada al agua, sauces, alisos y abedules. En varios puntos de este descenso se podrán contemplar unas buenas vistas del Valle del Lozoya. Siguiendo siempre las balizas azules, seguiremos descendiendo hasta encontrar de nuevo la dehesa de fresnos que recorrimos de subida y llegar al punto del que partimos.

La excursión se puede alargar si a mitad del descenso optamos por tomar una senda a nuestra izquierda que, tras un recorrido de dos km. y un ascenso de 150 m., nos sube al mirador de El Palancosillo. Una vez hecha la mirada, nos volvemos por el mismo camino hasta el punto en que nos desviamos durante la bajada y continuamos bajando hasta Alameda.

Tal era el plan y tal fue lo que hicimos con las pequeñas variaciones que se reseñan a continuación.

13:16 Desde la ladera opuesta, el rebollar que hemos atravesado
13:17 La proximidad hace crecer, al contrario que el distanciamiento
13:22 "En varios puntos de este descenso se podrán contemplar unas buenas vistas..."

El grupo siguió la sugerencia de Antonio y prolongamos el paseo, siempre por un buen camino con diseño de zetas, hasta ese mirador del Palancosillo que, en el mapa, se denomina simplemente El Palancar. El mirador no es más que una amplia pradera en pendiente que domina gran parte del valle con la Cuerda Larga como fondo. Aún un poco pronto, pero es buen sitio para el almuerzo, en mullida hierba o en dura roca, que sobre gustos, como de colores, no hay nada escrito.

14:00 Un poco por debajo del Palancosillo, la pradera donde almorzamos.

Dura la comida algo menos de tres cuartos de hora y también hoy cuesta volver a ponerse en marcha. A propuesta de Ignacio, elegimos atajar el camino de vuelta sin necesidad de deshacer el mismo que hemos traído. Es un sendero bien trazado y fácil de seguir, de pendiente más pronunciada que la pista y con alguna piedra suelta debajo de la alfombra de hojas secas, que requiere poner mayor atención en el paso. Después se vuelve a la pista, en este tramo muy embarrada.

14:54 El atajo por el sendero alfombrado de hojas... y salpicado de piedras
15:06 Barro en la pista y fuera de ella

La última parte del paseo transcurre, tal como Antonio anticipaba, por la dehesa de los fresnos, acortando de nuevo por prados rezumantes de agua y dominio y disfrute de un numeroso rebaño de vacas.

15:13 La pradera casi inundada
15:16 La dehesa de los fresnos

De la descripción de Antonio solamente quedaría subrayar lo de las vistas, de manera que esta crónica se aprovecha del trabajo de Ignacio que, aparte de corrientes de agua y hojas de acebo, también ha tributado su particular homenaje a la lejana cresta de los Claveles.

Los Claveles, el Nevero y los que siguen es esa cuerda

En media hora estamos en el punto de partida. Antonio ofrece una bebida o un café en su casa de Lozoya y algunos aceptamos la invitación, que tampoco es cosa de andarse con prisas en estos miércoles de permiso. Los que, después, regresamos a Madrid por Navacerrada, tenemos que detenernos alrededor de media hora en la carretera para esperar a que rescaten del cauce del Lozoya a un conductor que, al contrario que nosotros, andaba muy acelerado. Aprovecha este cronista para hacer elogio de la lentitud, de paso que lo hace, como siempre, de estos miércoles.

10,1 km. y 418 m.





3 comentarios:

  1. Preciosa y detallada crónica la que una vez más nos hace el cronista.
    No he entendido muy bien la referencia a " la lentitud de los miércoles ". ¡ Por Dios! Los paseos deben ser descansados, sombreados y a ser posible, horizontales.

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    1. Querido Antonio: el cronista elogia la lentitud y los miércoles, ambas cosas, pero cada una por su cuenta.

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  2. Una muesca más en nuestra mochila cargada del placer de respirar (a veces entrecortado)el aire puro de la naturaleza y disfrutar de la vista y el ruido de torrentes desbordados de agua cristalina. Es el momento de recordar una frase encontrada en una cima de los Picos de Europa: "Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis, porque yo os digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros veis, y no lo vieron". Amén.

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