sábado, 30 de enero de 2021

27 de enero de 2021, LA ATALAYA DE EL VELLÓN (DE ATALAYA A ATALAYA)

"A José Luis le salió redonda la excursión. Adecuada a nuestra dilatada existencia y sobre todo a la falta de forma acumulada en los últimos meses. Y si a esto le añadimos el sol redondo que tuvimos, miel sobre hojuelas". Eso dice Ignacio en el envío de los datos del paseo y yo no tendría casi nada más que añadir, pero ya saben ustedes que tiendo a explayarme.


10:26 En la atalaya de Gonzalo, quiero decir, de Venturada

























Tarde hemos empezado el año y ha sido por culpa del tiempo. A las nevadas sucedieron lluvias y, entre unas y otras, el campo y la sierra estaban intransitables tanto el primer día de la temporada, como el siguiente. Como intransitable está este mundo cercano nuestro por culpa en este caso de un virus. Dicen que tan intransitable como gran parte del mundo, aunque a uno, que siempre mira las cosas desde su óptica un poco miope, eso no le sirve de consuelo y es que procura tener muy presente aquello de que mal de muchos consuelo de tontos. Por lo tanto, no vamos ni a lamentarnos ni a quejarnos en demasía y vamos a tratar, por lo menos, de seguir paseando juntos los miércoles. 

Hoy nos hemos reunido una vez más en la gasolinera de Venturada y casi desde allí mismo, a cien metros más o menos, hemos dejado los coches a la sombra de una torre y nos hemos puesto a andar. La atalaya de Venturada es ese sitio donde sube Gonzalo a diario para otear el horizonte y confirmar que el tiempo es el que efectivamente es y no solamente el que dicen en el parte meteorológico. Hoy, además de ésta, tenemos la intención de llegarnos hasta la atalaya de El Vellón. Curioso pedazo de historia el que materializan estas construcciones defensivas tan antiguas y, afortunadamente, tan bien conservadas en su mayoría. No entro en detalles pero sí les invito a que averigüen más cosas en cualquiera o varias de las abundantes fuentes que existen sobre la materia. Por ejemplo, en esta dirección


La sierra, desde la Pedriza muy a la izquierda y parte de la Cuerda Larga, conserva algo de la escasa nieve -por comparación con la de Madrid- que le ha caído encima en lo que llevamos de invierno; allá queda a la espalda conforme seguimos el buen camino de la Dehesa del Vellón. De esta primera hora de marcha hasta que llegamos a El Vellón, poco que trasladar a esta página del cuaderno, a no ser lo del salto de pared, en cuyo arte estamos cada día que pasa más duchos. Hay otras paredes y cierres más modernos en la cercanía del pueblo y, en el camino, puertas de fincas, abundantes charcos y piso embarrado que evitamos andando fuera de la pista en la medida de lo posible.

Nada más entrar en el pueblo damos con la Picota - Cruz, monumento del que presumen los abubillos, bonito gentilicio de los naturales de El Vellón. La columna, levantada por un tal Pedro Frías en la primera mitad del siglo XVI según reza la inscripción grabada en la piedra de la propia columna, está rematada por una cruz que seguramente se añadió con posterioridad a su uso como picota. Para realzar la notable antigüedad se ha construido una plataforma elevada sobre el nivel de la calle, con poyos y parapetos y una barandilla que la rodea y la aleja de toqueteos inconvenientes.

Durante unos instantes recorremos las desiertas calles del pueblo para ir a salir hacia el este, rumbo al cercano límite con la provincia de Guadalajara y por una buena pista que desciende suavemente. Delante, un resto de la transparente niebla de la mañana vela el horizonte lejano y emborrona el perfil de lo que nos rodea, tal como hace el aliento con el que usa gafas y lleva una mascarilla en estos tiempos míseros y fríos. Una mujer joven se afana por despejar la cuneta del camino que pasa por su anegada finca de los restos de zarzas que el trabajo de poda de un diligente operario, acaso municipal, ha dejado obstruyendo el canalillo de desagüe. Simpatizamos con ella pero no llegamos a ofrecerle ayuda, que aún nos queda trayecto por hacer y ya no está la cintura para ciertos trotes.

11:52 A poco de abandonar El Vellón, por el camino a Talamanca del Jarama.
12:25 Abandonamos el camino para dirigirnos a la atalaya de El Vellón.

La niebla no ha durado apenas nada y se va haciendo hora de parar para el piscolabis. Hoy habrá que esmerarse en la búsqueda de un asiento seco y las únicas rocas a la vista quedan demasiado fuera de nuestro alcance. Pero aparece un socorrido asiento en forma de pilón sin agua y orientado al tibio sol del mediodía. Corresponde a la naturaleza de las cosas llevar la contraria a ciertos propósitos: agua por todas partes excepto donde alguien quiso que la hubiera.

12:36 Piscolabis en el abrevadero.

Se estaba muy bien en aquél bebedero seco. Ignacio no había olvidado, a pesar del tiempo transcurrido desde nuestra última salida, el suministro de las bolitas de queso, a las que hicimos los obligados honores. Y para justificar más la pereza, ahora toca caminar cuesta arriba, que por algo será que las atalayas se construyen en sitios elevados. Cuando ya hemos vuelto al camino, a voces se reclama un fotógrafo: una ramita seca encima de una de las chaquetas que sobraban durante la parada ha cobrado vida repentinamente. Este cronista no anduvo muy hábil en el manejo de su cámara, pero la ramita animada, un fásmido o insecto palo, se dejó retratar hasta las dos veces que se han juntado en esta única imagen. Pocos metros de desnivel, como cuarenta o cincuenta quizás, hay desde el lugar del piscolabis hasta la atalaya. Poco metros, pero el que suscribe da fe de que costaron: puede que la causa fuera la larga abstinencia de paseos, o el reciente condumio, o el incongruente sol de este enero inusitado, o la visión del fásmido, o la ausencia de Aurelio tirando del grupo...

13:08 En plena "ascensión" a la atalaya

13:10 Hacia el este, Gonzalo con su gran mapa y el mar de nubes

13:12 El cronista, con la colaboración de Antonio, disfrutando del vértigo

Entre Venturada y El Vellón hay muchas cosas repetidas. Quiero decir que abundan las parejas de denominaciones topográficas: hay dos Valdepocilgas, dos La Solana, dos El Rebolloso, dos Campillos y un Campillo Pequeño, dos La Caleriza de San Blas; nada raro entonces que existan dos atalayas. La de Venturada ya la hemos tocado nada más echar a andar. Esta de El Vellón la tocamos ahora y, con ella como fondo, nos hacemos una foto. Tiene 9 m. de altura aunque, vista así, parezca que tiene más. Como la de Venturada, está muy nueva y pimpante y nos quedamos sin saber lo que contiene porque la puerta está imaginamos que cerrada y a dos metros y pico del suelo. Como la torre está en un paraje elevado, disfruta de buenas vistas, hoy veladas por un mar de nubes hacia el este, y domina el pequeño valle del piscolabis y el fásmido. El cronista se asoma, aprovechando una piedra saliente, porque le ha recordado, en diminuto, el Preikestolen noruego, aunque aquí solamente cabría uno tumbado para tomar el sol.

13:17 En la atalaya de El Vellón, de izquierda a derecha, Gonzalo, Antonio, Ignacio, José María, José Luis, Marc y Rafa.

Bajamos de nuestra atalaya y el cronista de su púlpito y caminamos un rato por la carretera, parte de la ruta que, aunque aburrida, al menos no tiene charcos. Medio kilómetro de asfalto y tomamos el Camino de los Horcajos hacia la Ermita de San Blas. Para no faltar a la costumbre local o a la costumbre de los topógrafos del IGN, también aquí hay dos Ermitas de San Blas, una titulada en el mapa con su nombre completo, y otra como Eta. de San Blas. Nosotros vamos a esta última y no sabemos si nos estamos perdiendo algo por no ir a la primera. El misterio de las repeticiones de la zona y, en concreto, el de esta ermita da lugar a designaciones al menos curiosas como el del sitio en internet que se refiere a la "Ermita de San Blas de Ermita de San Blas" -sic- y que pueden ustedes curiosear aquí.

En el porche de la ermita instalamos nuestro comedor hoy, unos al sol y otros a la sombra, lo que da idea de lo agradable del día y de que no hacía ni frío ni calor. Al lado de la ermita, una buena finca con mastín de voz grave y ademán displicente.


14:41 A los postres, Ignacio acaba de repartir un delicioso chocolate

Quedan como tres kilómetros y pico de paseo para regresar a donde hemos dejado los coches, en la atalaya de Venturada. Volvemos a los caminos embarrados, a la vecindad de fincas de buenas puertas y cachivaches varios, de perros ladradores detrás de las paredes, de encinas y charcas. Ignacio dice algo sobre los reflejos del sol de la tarde y la fotografía minimalista, y el cronista guarda una de sus propias imágenes para pensar más tarde en qué hacer con ella.

15:04 Una lagunilla temporal muy bien sujeta por el camino, a la salida de El Vellón, donde Valdepocilgas.
  

Y ahora piensa el cronista, antes de dar por concluida la página del cuaderno, si esto fue todo o si hubo otros asuntos que hubieran podido quedar en el tintero. Y concluye, como siempre, que equivoca el tiro y que esto, como buen cuaderno de bitácora, debería limitarse a los datos que describen la singladura - las horas, la posición, los cambios de rumbo - y al pequeño manojo de sucedidos importantes, y que no debería andarse tanto por las ramas. Así que, repasando lo anterior, lo da por suficiente y vuelve a invitar al resto de la tripulación a que añadan lo que consideren necesario en el lugar reservado para ello.

15:47 Esta charca parece permanente, de las que sirven para dar de beber al ganado.

Antonio y Gonzalo se separan brevemente del resto y trazan un rumbo distinto a su paso por una gran charca. La atalaya está ya muy cerca y quedan los ánimos contentos de la vuelta a las andadas y predispuestos a seguir en ello el próximo miércoles 3 de febrero, en el que -fiesta de San Blas- volveremos a celebrarlo, aunque sin ermita, si el tiempo no lo impide.

16:08 Fin del paseo, con la silueta de ¿El Pendón? -Gonzalo dirá- en el horizonte.
12,8 km. y 222 m de desnivel

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