martes, 10 de noviembre de 2020

4 de noviembre de 2010, ALTO DE CANENCIA Y PRADO DEL TORIL

De milagro. Quiero decir que a punto estuvimos de quedarnos en casa, tales eran las predicciones de lluvia  y tiempo, peor que desapacible. Pero los reflejos de Gonzalo no fallaron y enderezó la situación atendiendo a los cambios que supieron ver los meteorólogos a última hora del martes 3. Así, de la propuesta inicial de acercarse al hayedo de Montejo, se pasó al más cercano puerto de Canencia y sus alrededores. Nuevamente, las limitaciones a la movilidad dejaron el grupo muy mermado: el propio Gonzalo, José Luis, Marc, Rafa y un servidor, los cinco efectivos de esta marcheta otoñal que mereció la pena muy de veras. 


A las 10:30 de la mañana, viniendo desde el café en Miraflores, en el puerto de Canencia, un día gris, fresco, sin lluvia, de los que invitan a ponerse en marcha pronto. La fuente de la Raja no está muy espléndida con el agua esta mañana, pero me da la impresión que ha decidido teñir sus piedras de los colores circundantes para no desentonar. Enseguida, los dorados y los ocres de los robles, desde el mismo arranque de la pista -PR M 12, para ser precisos- que vamos a seguir. En media hora mal contada pasamos por ese edificio de la Comunidad de Madrid que se ha cansado de interpretar a la naturaleza y ahora decae a la orilla del camino, todos sus huecos clausurados, los soportes vacíos de las placas solares cogiendo herrumbre y el presuntuoso cartel todavía alardeando del gasto millonario de sus promotores.

11:05 El antiguo Centro de Interpretación de la Naturaleza 

















Desde el Centro abandonado hasta el cruce del arroyo de las Chorreras hay otra media hora de marcha tranquila por el PR y otra media más hasta el Prado del Toril, meta hoy del paseo.

11:35 Cruzando el arroyo de las Chorreras


















Se han ganado algo más de 200 m. desde el puerto de Canencia. En ese gran llano del Toril, abierto también hacia el sur y el oeste, con las nubes casi pegadas al suelo, llueve muy suavemente, sopla el viento y se agradece el abrigo. El Toril es un cercado de piedra, perfectamente circular, que debe tener cerca de los 50 m. de diámetro y que conserva en su interior, aunque caídas, unas piedras adosadas a la pared que seguramente hacían de burladeros. De las diversas veces en que hemos estado allí, en ninguna de ellas hemos visto ganado dentro, pero sí, y numeroso, en el exterior; será, digo yo, para proteger el albero.

12:00 Asomados a "la plaza" desde el tendido de sombra

El tendido de sol, mirando hacia el Collado del Hontanar, al fondo, hacia el oeste.

12:05 Un piscolabis al relativo abrigo de los pinos y hoy sin asiento

En las zonas de la sierra expuestas al viento, llanadas altas, brañas, collados, los troncos y las ramas se retuercen  y contorsionan para suerte del fotógrafo





Dicho queda lo del piscolabis de pie. Ahora se trata de decidir si hacer el camino de vuelta dando el rodeo que se acerca más a la Perdiguera o acortar por esa otra pista, por encima y casi paralela a la que hemos seguido hasta aquí, que acaba en el Centro de Interpretación. Con pocas dudas se da por buena esta segunda opción, así que ¡al avío, padre cura!, que aquí hace fresco y no es cosa de agarrar un pasmo.

En el prado del Toril y jalonando nuestro camino hay una pequeña repoblación con abedules de troncos blancos y de amarillos, quizá naranjas o violáceos, en las hojas, que al cronista se le aparecen como de otro lugar o de otra época. Muy bellos ejemplares en todo caso.














En esta parte del camino, ya de vuelta, el Pinar de Canencia está salpicado de árboles de otras especies, como los abedules de hace un rato, que se prestan mejor que los pinos a vestir las galas de otoño. Luz tamizada perfecta para disfrutar de los colores, que el sol no es siempre la mejor opción para las candilejas de este gran escenario de la sierra.

12:43 Sobre la alfombra de los grandes estrenos y de izquierda a derecha, Marc, José Luis, Rafa y Gonzalo.

Como la pista por la que andamos es imperdible, toda la atención se puede dedicar a las conversaciones y a las vistas. De las conversaciones sigue vigente nuestro pacto de no dar tres cuartos al pregonero, así que este cronista se centrará en las vistas, de las que hoy habría mucho que decir si no fuera porque las palabras se le agotan al plumilla y prefiere acudir al testimonio objetivo de las fotografías. De manera que aquí tienen algunas instantáneas de esta parte del mundo, tan agraciada en este día del comienzo del mes del Tenorio... y del aniversario de Gonzalo.

12:45 Un golpe de viento y vuelan alrededor las hojas doradas
12:46 En esta curva tan pronunciada se cruza un pequeño arroyo tributario del Toril 
12:50 Solamente un retazo más del lienzo en el que se ha pintado este día 

Hay dos tajaduras profundas en la ladera de este pinar: la del arroyo de las Chorreras y la del arroyo del Toril. La del Toril se acentúa más abajo hasta la Chorrera de Mojonavalle, vieja conocida nuestra y motivo fotográfico habitual. Hoy no falta el agua en los arroyos ni en los abundantes riachuelos que riegan el valle de Canencia; incluso algunos atraviesan con descaro el camino poniendo en riesgo su integridad y saltándose la normativa hidrográfica.

13:03 Rafa se asoma hacia la caída del arroyo del Toril tratando de intuir la chorrera de más abajo
13:04 El agua que pasa por encima y por debajo de la pista

Trata el cronista de recordar detalles de los tres cuartos de hora, más o menos, que transcurren entre el paso por las cercanías de la chorrera y nuestra parada para almorzar en el refugio, y no consigue más que imágenes como las que siguen y otras que solamente conserva en su memoria, volátil por cierto, muy volátil y, por lo tanto, no se sabe hasta cuando. 

Entre la 1 y pico y cerca de las 2, qué más da, unos troncos de abedul
Riachuelo sin nombre y puente

El cobertizo anejo al centro de interpretación decadente -qué digo, decaído- nos viene pintiparado para el almuerzo porque el día sigue fresco. Hemos llegado antes de las 2 de la tarde pero no era cosa de retrasar; lo mejor del día ya había pasado. Ahora las conversaciones sustituyen a las imágenes.

13:51 Abandonando el comedor; Marc tuerce el gesto; seguramente por la falta del muriel y del chocolate y la ausencia de tantos
14:13 La jornada se ha concluido y hay que cruzar la zona acotada de "picnic" y la carretera para llegar hasta los coches
9,2 km. y 354 m.

Dirán los que no estuvieron que las cifras les parecen pobres. Ignacio ha atribuido solamente 13 antonios a este estupendo, milagroso, paseo. Se equivoca: de 18 o 20 no ha bajado, doy fe.

P.S. Cómo no mencionar -un olvido lo tiene cualquiera- las imponentes vistas de los bosques durante la subida en coche al alto de Canencia, con el sol jugando al escondite y poniendo relieve en los ocres, amarillos y verdes. Lástima no poder pararse para fotografiarlos. Seguramente ese asombro causó la salida del coche -por cierto, de matrícula alemana- que vimos medio volcado en la cuneta cuando volvíamos a Miraflores.

2 comentarios:

  1. Bonita y meritoria crónica de un día que mereció mucho la pena. Las fotos ¡qué fotos! magníficos colores otoñales.

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  2. Magníficas fotos. En este caso no tuve ocasión de asistir pero viendo las fotos me doy por satisfecho porque es como si la hubiera hecho. Esto que se llama realidad virtual es de lo más cómodo, no te cansas y lo ves casi igual, ...bueno, exagero un poco y no quiero que se me entienda mal, mucho mejor batirse en cuero en la naturaleza que quedarse en la cama. Eso siempre.

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