martes, 1 de octubre de 2019

25 de septiembre, MONDALINDO

Para organizar este paseo, el tercero del curso 19 - 20, Aurelio piensa en ir elevando los "aurelios". Ya saben los enterados de eso que hay dos formas de hacerlo: aumentando la altura o aumentando la longitud. O aumentando las dos cosas, que sería una tercera forma no siempre acogida con entusiasmo por el respetable. El monte Mondalindo ya lo conocemos y, cosas de la confianza, incluso lo pisamos de vez en cuando. La última vez, si mal no recuerdo, en mayo de 2015. Desde entonces, Mondalindo sigue ahí y ahí seguirá por mucho tiempo, salvo cataclismos geológicos. Pero como los que no seguiremos ahí durante eras geológicas somos estos de los miércoles, es cosa de aprovechar el tiempo y visitarlo una vez más. Entre las dos opciones, menos distancia y más desnivel o más distancia y menos desnivel, Aurelio se decide, gracias a una súbita revelación y al borde de la campana, por la segunda. Lo secundan Antonio, Ignacio, José Luis y este moroso cronista. Casi todas las ausencias, temporales, se han justificado debidamente, así que no hay de qué preocuparse por el momento.

En Miraflores, a las 10 de la mañana de un espléndido día, Gonzalo nos acompaña en el café. En el puerto de Canencia una multitud de escolares desembarca de su autobús; afortunadamente echan a andar en dirección opuesta a la que nosotros seguiremos. No piensen ustedes mal, es que los escolares, en contacto con la naturaleza, meten mucha bulla.



La marcha comienza pasando una puerta doble, para personas y para ganado, a las 11:10. Allí mismo, los bomberos forestales reivindican seguridad en el puesto de trabajo con la humilde ayuda de la mitad de una sábana (otros tienen a Greta) y nosotros les deseamos suerte. Los primeros tres cuartos de hora transcurren a la sombra de los pinos, en horizontal y por una pista bien trazada, con todas las facilidades para departir.



El bosque y, por lo tanto, la sombra, se acaban al llegar a "Las Hiruelas", donde una ancha abertura en una pared de piedra da acceso a un terreno bravo, surcado de trecho en trecho por cauces de arroyos y cubierto de matorrales. El sendero, ahora estrecho y en ocasiones impreciso, apunta derechamente a Mondalindo.



Como son cerca de las 12:30 hay que hacer un alto para ese piscolabis que José Luis no perdona a pesar de la tostada con complementos que, algunos, no él, han disfrutado apenas hace un rato en el bar de Miraflores. El sitio elegido es especialmente bueno, con jugosa hierba, húmeda aquí y allá, aderezo malva de tímidas quitameriendas (colchicum montanum) y asiento de roca para las posaderas necesitadas de seguridad y firmeza.



El trayecto hasta la cumbre de Mondalindo se hace largo; más de una hora de ese tirar para arriba que tanto suma en aurelios e ibp's y que tanto resta las energías ganadas en bolitas de queso y plátanos. Pero se llega, al fin se llega, rozando las 2 de la tarde. Otros también han llegado, ellos en bicicleta, tres de las de toda la vida y una con ese truco mecánico que llaman motor pero que ni se ve ni hace ruido. Gente simpática y satisfecha con su paseo, así que hay que hacerse fotos que lo muestre. Luego, ellos se van y nosotros nos quedamos.



Se retira también la nube que agrisó las fotos anteriores y queda un tibio sol de almuerzo y sesteo. Puede que todavía fuera un poco pronto, pero no hay que perder la ocasión. Corre el Muriel y se suelta la lengua, lo que no es más que una forma de hacer literatura porque las conversaciones no han faltado en ningún momento. Hacia el oeste, la vista de los canchos que jalonan la cima de Mondalindo y Bustarviejo con sus cerros. En el pedestal del vértice geodésico, una maqueta en escayola de nuestra cumbre sobre una arqueta que contiene un cuaderno, un gran rosario y unas llaves. En el cuaderno, dejo constancia de nuestra presencia allí firmando "mierconistas". Hacia el este, los canchos más cercanos, Peña Negra en sombra y La Cabrera.



El descenso, por el mismo camino, se hace largo; mejor, se me hace largo, al menos tan largo como el del ascenso, y hablo solamente de mí porque no tengo por qué interpretar las sensaciones de mis compañeros. A nuestro paso, ¡bien por los toques de color de los escaramujos!, mal por sus espinas; bien por ellos, fruto poco apreciado, aunque fuente riquísima de vitamina C y remedio radical contra la cagalera con perdón.



Son casi las 5 de la tarde cuando volvemos a la entrada del bosque, en esa llanada entre Las Hiruelas y Roble Llano. Allí hacemos un breve descanso antes de seguir hacia el puerto, ahora ya por la ancha pista, con sus pilas de troncos aserrados y sus vacas rubias tan mansas y el sol de la tarde tan prudente y hermoso cuando se mete por entre la fronda.



Ahora, cuando llegamos al puerto de Canencia, a las 6 menos cuarto de la tarde, la reivindicación de los bomberos se ha vuelto del revés, pero este reducido grupo de hoy sigue casi tan al derecho como cuando empezó a andar sus casi 17 km. hace 6 horas y media más o menos. Tres de ellos aún disponen de un rato más para tomar unos refrescos en el bar de Miraflores.



3 comentarios:

  1. No solo Aurelio tuvo una revelación, sino que afortunadamente a Paco Blog se le apareció el espíritu de Google rogándole que no dejara en las nubes el blog de los mierconistas. Para que después digan que los espíritus no existen....

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  2. Una vez más he revivido con todo su color, anéc.
    dotas y detalles el paseo , ya legendario, de nuestros miércoles. y te lo debo a ti, amigo Paco, que continuas enriqueciendo el blog para regocijo de 1 millon de chinos( tirando por lo bajo ) Te voy a dar ***** estrellas.

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  3. Un gran día mierconista en el ya legendario Mondalindo, aunque pierde un poco al comprobar que también se puede acceder en bicicleta...(con todos mis respetos)
    Felicidades por la magnífica crónica.

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