lunes, 3 de junio de 2019

29 de mayo de 2019, LOMA DEL NORUEGO

Dice Ignacio que dice la enciclopedia de todas las enciclopedias que el noruego al que se refiere el topónimo se llamaba Birger Sörensen, y este cronista, aunque tiene razones sobradas para dudar de la tal enciclopedia, no las tiene para dudar de lo que dice su amigo Ignacio, así que queda dicho.

Y todo para introducir la breve crónica de esta jornada de monte en la que participaron siete de los censados como mierconistas, a saber: Antonio, Aurelio, Braulio, Gonzalo, Ignacio, José Luis H. y el que firma en esta ocasión. Jornada que comenzó con unos cafés y tostadas compartidas en la venta de siempre del puerto de Cotos, en un día despejado, y solamente fresquito al empezar. La máquina de fotos del cronista se ha quedado sin pilas pero los teléfonos, ubicuos y polivalentes, vienen al rescate haciendo lo que pueden.



Se comienza el paseo ascendiendo entre pinos al Altozano, con lo cual quedan resueltos los apenas primeros cien metros de los cuatrocientos y pico que separan en altura el puerto de Cotos del Cerro de Guarramillas o Bola del Mundo, donde las antenas en forma de cohetes espaciales de Tintín, que es a donde nos dirigimos y que se ven en la foto allá, por encima de las huellas de las pistas de Valdesquí. Dije lo de día fresquito pero ya hay que quitarse ropas que la cuesta arriba es lo que tiene.

Pasada la cota de los 2.000 m. el grupo se acomoda a sotavento de unas peñas y da cuenta del piscolabis. Decía antes que la cuesta arriba es de quitarse ropa y ahora digo que es de ponérsela en este tramo final hasta la cumbre de Guarramillas porque el viento fresco arrecia. Es decir que, dejando a nuestra espalda las rocas refugio donde un cuervo oportunista ha ido inmediatamente a ver si habíamos olvidado por casualidad alguna de las bolitas de Ignacio, nos vamos de allí con viento fresco.



Unos un poquito antes y otros un poquito después, pero poco, alcanzamos la cumbre de la Bola y nos preguntamos por la utilidad actual de aquellas instalaciones y de las enormes antenas. Hay un vehículo de una compañía de calor y frío, o sea de calefacción y de aire acondicionado. Queremos interpretar su presencia pero no llegamos a ninguna conclusión, salvo esa tan de la ciencia ficción de que hay vida afuera.

En ese planeta desolado, algunos rodean el cercado de las instalaciones y otros nos quedamos allí para una foto, para sentir el viento y para mirar lo que se ve. Un veterano paseante solitario se interesa por el camino hacia la Cuerda Larga y nosotros le informamos con la mayor precisión aprovechando la claridad del día, la nitidez de las vistas y nuestra buena disposición. El caminante dice no tener prisa y que hará noche por aquellos parajes; dice también que va bien equipado y comunicado, de manera que nos quedamos tan a gusto y le deseamos una feliz travesía. Estas cosas pasan entre la una menos cuarto y la una y media de la tarde aproximadamente.



Luego, Ignacio y Aurelio informan de su intención de seguir hasta la cima de Valdemartín. El resto les felicitamos por la iniciativa y declinamos la invitación a acompañarles, cada uno por su motivo y todos ellos justificados y razonablemente expuestos. De manera que el grupo se fragmenta, con la mayoría deambulando por aquellos parajes haciendo tiempo hasta la hora de comer.



El cronista, que viene de la época en que los teléfonos eran negros de bakelita y con un disco para marcar, no se ha hecho aún del todo a la idea de que los de hoy también sirven para hacer fotos, así que el reportaje de este miércoles queda tan soso y deslucido, sin las instantáneas de los almuerzos y sin casi nada. El caso es que mientras Aurelio e Ignacio coronan el cerro al que se dirigían y que da nombre a las pistas de esquí, el resto se acomoda al abrigo de unas peñas y come y bebe lo que lleva en las mochilas aunque se pierde el muriel lo que es una gran pérdida. Las tales peñas están puestas en un sitio muy estratégico y acogedor como demuestra la gran cantidad de basura abandonada por otros excursionistas seguramente de la generación del sostenimiento medioambiental. Uno hace lo que puede y recoge latas, bolsas de plástico y envases para bajarlos hasta el cubo de la basura del puerto de Cotos. Una lagartija sale a tomar el sol y apenas retrocede cuando el cronista se acerca a mirarla más de cerca. Es una lagartija que, a pesar de habitar un lugar tan agreste, tolera razonablemente las intromisiones de los paseantes.



Acabado el almuerzo de los de aquí y de la pareja de Valdemartín, cada uno en su sitio, nos juntamos todos donde acaba una de las pistas de esquí y descendemos por ella, por lo tieso, tramitando como podemos las piedras sueltas. Al lado de la estación final de los telesillas unos terneros de talante muy primaveral, ese que la sangre altera, juegan a treparse por parejas unos encima de otros. En la estación de arranque, unos operarios trabajan en desmontar las sillas y alinearlas ordenadamente. Quiero decir que cada cual a lo suyo. Y estos de los miércoles alcanzan la carretera que conduce hasta el puerto de Cotos y caminan por ella con la sensación de haber empleado bien la mañana de este día. Aún tienen ganas y humor de atajar en la parte final por un camino que cruza un trozo de bosque y lleva directamente al aparcamiento.



Se concluye tan agradable jornada tomando unos refrescos en la venta de Cotos y posando para la foto de grupo. Encuentro a Aurelio y Braulio un poco más anchos de lo que acostumbran. Podría ser por la satisfacción pero me temo que se debe al indeseable efecto de las lentes del teléfono.



Dicen los registros que se han caminado 12,5 km. y que se han superado los 650 m. de desnivel. Bien entendido que los perezosos que no prolongamos el paseo hasta Valdemartín y nos quedamos en la compañía de la lagartija hicimos menos de eso. Para que conste y no se produzcan piques.

3 comentarios:

  1. He leído la crónica en voz alta, teniendo como oyentes a Nani y mi hijo Guillermo. Ante tanto detalle y garbo alucinarán. Lo de la lagartija colmo las expectativas. Eres grande, Paco. Me temo una invasión de chinos pidiéndote que les firmes tu blog. Ellos ya lo deben tener impreso.
    Enhorabuena.

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  2. Decía no se quien que lo bueno si breve dos veces bueno. Pues eso. Gracias por la crónica a la antigua usanza, o sea, poquitas fotos, como si hubieras llevado una cámara de rollo y costara revelarlas.

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  3. Era difícil pensar que, siete días después, caería aquí una nevadita de 3 centímetros. Suponemos que no habrá pillado a nuestro solitario amigo por la Cuerda Larga.
    Bonita crónica

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