domingo, 11 de febrero de 2018

7 de febrero de 2018, CASA DE CAMPO

El barro, para los pies, decíamos hace menos de un mes en la pista de la ermita de San Antonio. Pues si no quieres caldo, tres tazas, lo que significa que hoy nos hemos fartucado (hartado, en bable, ahora que a cada cual le ha dado por elevar a la categoría de oficial lo que es solamente natural, consuetudinario, familiar y de andar por casa, que es como las cosas deben ser) de barro, en la Casa de Campo de Madrid.

¿Que cómo es que hemos acabado -es un decir- en este parque de la capital? Porque el padrecito invierno sigue cumpliendo con su obligación y nos ha dejado la Calzada Borbónica como la ruta del Mc Kinley, es decir, con mucha nieve aunque sin sus perros huskies y sin sus trineos, cosas aquí todavía escasas y de elevado precio. El previsor Antonio, siempre al quite, se sacó de la manga esta alternativa y bien que le salió. Gracias, Antonio.

Por lo que este día soleado y fresco nos reunimos en un bar a orilla del lago de la Casa de Campo, a las diez de la mañana como de costumbre, para tomar el café y para salir andando todos juntos que es de lo que se trata. Para información de ausentes, elogio de la innovación, defensa de la austeridad y contento del ayuntamiento de Madrid, debo señalar que algunos de los del paseo vinieron en metro desde sus casas.



Lo que se ve en las fotos de encima de estas líneas, todas tomadas nada más comenzar el paseo, se puede resumir de la siguiente manera:

- El lago está vacío temporalmente porque se van a llevar a cabo labores de limpieza y mantenimiento y de remodelado de algunas zonas y usos; todo su perímetro está vallado y hay casetas de obra como la que soporta la pintada "carpas vivas" ante la cual el cronista queda con la duda de si se trata de una llamada de socorro en favor de la vida del ciprínido o de un reclamo comercial que anuncia la venta de pescado fresco.
- Un montón de basura ordenada permite apreciar que el lago ha servido a desaprensivos para desprenderse de neumáticos, sillas de velador, una portería de ¿balonmano quizás?, mangueras y tuberías y restos diversos de metal y de madera.
- Hay escaleras para comenzar, arriba y abajo: es decir, eso de estirar piernas, que viene tan bien a los que ya pasamos de los cuarenta y tantos.



En la subida hacia el cerro de Las Canteras damos con una explanada que parece un campo de fútbol pero que no lo debe ser a juzgar por el empedrado de su superficie. En efecto, se trata, según dicen unos paneles que hay allí, de unas antiguas eras, de cuando la Casa de Campo era más campo que parque y aún se trillaba. Nosotros, o algunos de entre nosotros, nos dejamos tentar por el señuelo de la información escrita y allí nos paramos para aprender. También se aprende con las vistas de la fachada oeste de Madrid -el skyline que se diría en inglés de USA- y el perfil de los edificios que destacan: el gran hotel de la calle Princesa, las torres de la Plaza de España, el Palacio de Oriente, el Teatro Real, la iglesia de la Santa Cruz, la catedral de la Almudena, las iglesias del Madrid antiguo...



Con el barro, quedan restos de la abundante nieve de estos días pasados. Las paradas que dan lugar a las fotos -"conversando a la antigua" se podrían titular- suceden en el largo tramo que en el mapa se nombra como Covatillas, antes de enfilar los pasos hacia el cerro de Garabitas.



En Garabitas, nueva parada, vemos las vistas de nuevo, ahora más hacia la sierra; nos hacemos una foto de grupo; tomamos el piscolabis -son las 12 pasadas-; y cruzamos unas breves palabras con una pareja de paseantes que vienen todos los días andando desde el centro de Madrid.



Después, en el Puente de las Garrapatas, nos acordamos de Braulio y agradecemos la gentileza de la institución que ha instalado cerca de allí unas barras para hacer ejercicio. Ignacio muestra su agradecimiento más ostensiblemente.

Volvemos hacia el lago acortando el recorrido inicialmente previsto, que llegaba hasta el arroyo de la Zarza, bastante más al sur. Dejamos a nuestra izquierda la estación del teleférico -ahora inactivo hasta que se ocupe de él el ayuntamiento de la capital, que tiene previsto imaginativamente transformarlo de atracción turística en una alternativa de transporte urbano; digo yo que como la bicicleta, el patinete eléctrico y el esquí de fondo.



Antes de las 2 de la tarde estamos ya a pie de coche cambiando las botas embarradas por otro calzado. La imagen de Rodrigo y su fotográfica indumentaria precede a la del cocido que casi todos los paseantes trasegamos total o parcialmente en un restaurante a la orilla del lago. Muy merecido colofón de esta jornada por haber afrontado con tanto pundonor y éxito el reto planteado por Antonio.

4 comentarios:

  1. Amigo Paco, algunos cientos de miles de lectores de este blog se preguntarán por la extraña postura que muestro en las barras de ejercicio que aparecen en la foto. Me produce un cierto bochorno revelar las causas, pero anticipandome a algunas mentes calenturientas que lo asocien con la cercanía del zoo, tengo que declarar que la causa es bastante prosaica. ¿Qué haríais vosotros para evitar manchar de barro el asiento del coche después de una gran culada en una buena plasta de barro? Pues eso, poneros a secar. Fin del misterio.

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  2. Me lamentaré por siempre de no haber pedido cocido. Se entiende la frustración que me acompaña todavía al ver la foto del manjar.

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  3. Rodrigo, eso tiene arreglo. Seguro que habrá una próxima oportunidad.

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  4. Por otra parte, a mi me ha parecido una jornada mierconista original. Me preocupa que algunos de esos miles de lectores orientales no lo entiendan. Pero bueno, a nosotros que nos quiten lo bailao...

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