domingo, 8 de octubre de 2017

4 de octubre de 2017, DEHESA DEL BERRUECO

El Berrueco es un pueblo con inquietudes artísticas de las que lo que sigue, en esa fotografía en blanco y negro, es una muestra. Me propongo, en una futura visita, dedicar algo de tiempo a explorar tal sugestiva faceta de esta antigua población y sugiero a los lectores que hagan lo mismo si tienen la oportunidad. El Berrueco también tiene una picota, hoy ya desprovista de su utilidad original y convertida en pieza de museo, en competencia con el estilizado perro de chapa.



Nuestro paseo de hoy, tras el prólogo habitual de la reunión con cafés y el motivo de este breve excurso en forma de nota turística, comienza a las 11 de la mañana. Nos guía Rodrigo, perdón, quiero decir Antonio, que nos llevará alrededor de la Dehesa Boyal de El Berrueco para hacer apetito y acabar almorzando abordemanteles en un prestoso restaurante. Modalidad de excursión de pocos aurelios, muy del gusto de algunos de los componentes de este grupo de paseantes de los miércoles. El día está soleado y más que templado, lo mismo que el ánimo de los 12 concurrentes: Antonio, Braulio, Gonzalo, Ignacio, Joaquín, José Luis A. y José Luis H., Pedro, Rafa, Rodrigo, Salva y este servidor de ustedes. Como hoy no es muy importante el orden de factores para dar cuenta de lo sucedido, aquí traigo a todos en la foto del final del paseo obtenida con el amable concurso del maestro o tutor de un grupo de chavales que pasaba por allí.



No es que la furgoneta tuviera un especial interés; es que, desde el mismo arranque del paseo, se dudó si el trayecto previsto obligaba a pasar por la puerta que acababa de abrir su conductor. Ignacio, Rodrigo y otros cartógrafos resolvieron inmediatamente la cuestión y seguimos por fuera de la finca, que no es cosa de molestar invadiendo propiedades ajenas, al menos a la vista del dueño.



Alguna cerca más nos salió al paso, pero esta cuadrilla ya está hecha a tramitar discretamente y sin daño para personas o ganado, cercas, puertas, paredes y alambradas de distinto tipo. Llama la atención de Gonzalo la cuidadosa disposición de los elementos que componen una de las puertas con que nos encontramos y dejo aquí testimonio fotográfico para deleite de ingenieros de puertas: unas muy sólidas jambas que sostienen la elaborada estructura de alambre, sisal y palo, todo ello trenzado y armado de forma ligera y atractiva; lo completa un sistema de cierre sencillo pero seguro.



Mientras tanto, el otoño pugna con el incansable verano y logra establecer un intento de color en la arboleda.



A las 12,10 del mediodía aún no se ha logrado el nivel de apetito que lo justifique, pero la hora del piscolabis ha llegado según se encarga José Luis de recordar y, unánimemente, todos y cada uno de los miembros de la expedición deciden hacer un alto y dar cuenta de plátanos y bolitas de queso. Y es que no hay nada como los buenos hábitos y la obediencia al reloj.



Más que cumplida la mitad del recorrido y en el punto más elevado de esta exigente y fatigosa ruta, este cronista apunta la cámara hacia el paisaje lejano. La imponente ladera de La Cabra, la sierra del Rincón, el Cancho de la Cabeza... El cronista agradece mucho a este grupo de buenos amigos el descubrimiento de la sierra norte de Madrid y reivindica su áspera belleza, su altiva soledad, su digna pobreza.



En un punto entre La Mejorá y Los Carboneros, algo más allá quizá, una puerta -una vez más- invita a quedarse a este lado so pena de "grave accidente" (sic). El grupo se divide, en opinión y en decisión. A este lado, los que prefieren la feble y burguesa seguridad, el camino ya transitado, la vida muelle y placentera; al otro, más allá de la puerta, los que optan por el riesgo y la aventura, el descubrimiento, la gloria. En la primera foto, el momento de duda; en la segunda, Gonzalo, que encabeza la porción de la gloria esa, cierra tras de sí la puerta con firmeza para indicar que no hay marcha atrás. Este cronista, al que no se les ocurra atribuir heroicas cualidades, sigue a Gonzalo por amistad y por entender que la crónica está siempre donde están la aventura y la exploración de nuevas tierras (y si hay ganado suelto, mejor).

Todo este párrafo no es más literatura, no vayan ustedes a creer.



A los que prefirieron la aventura se les ofrece una preciosa fresneda que, en primavera, como Gonzalo señala, está alfombrada de hierba húmeda, verde, jugosa, ideal para que los nietos retocen y los abuelos disfruten. Ahora la tal alfombra se ve más bien entre amarilla y parda. Será por eso que el bravo y peligroso ganado ha decidido hacer mutis y dejar las embestidas para mejor ocasión, cuando el grupo esté completo y confiado.



La parte del grupo a la que me uno posa para esta fotografía conmemorativa. La otra parte, es decir, los demás, supongo que si no posa, reposa o está a punto de hacerlo.



"Abordemanteles" es lo que Antonio dice que sucede lo que se muestra en la siguiente fotografía y un poco después, con las viandas ya dispuestas sobre la mesa. En esta ocasión, había un arroz caldoso que he de reconocer como delicioso, además de otras especialidades de la casa. Salvador aprovechó la ocasión para obsequiarnos con un ejemplar dedicado de su nueva obra "Cruz de San Andrés en negro sobre fondo blanco". Enhorabuena al autor y mi propósito de releerlo, ya en su estado de libro encuadernado con su ISBN y todo.



Por mi parte, ya saben que yo siempre les dedico a ustedes estas crónicas, al menos las que salen de mi puño y letra.


Y ha sido un gusto, José Luis A., tenerte de nuevo entre nosotros.

3 comentarios:

  1. Excelente crónica que puedes completar con la anécdota de las botas sedentarias de Joaquín, que prefirieron quedarse en El Berrueco en lugar de seguir siendo magulladas contra las piedras todos los miércoles. Al final, una oportunidad para que Joaquín renovara sus neumáticos con unas despampanantes Bestard que le vienen como anillo al dedo.

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  2. Solamente por puntualizar y para que entre en mi contabilidad de excursiones " Patrocinada por..." me atrevo a aclarar que en esta ocasión no fué Rodrigo el promotor de la misma sino este humilda servidor.
    Sin duda Rodrigo habría alcanzado niveles de excelencia superiores a los mios, como en otras tantas ocasiones nos ha demostrado.

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    1. Querido Antonio, ¿en qué estaría yo pensando?. ¡Ya me parecía a mí que no era Rodrigo el que nos señalaba el camino, pero no sabía porqué!. Introduzco inmediatamente una salvedad. Y gracias; muy agradable marcheta gastro-saludable.

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