viernes, 10 de febrero de 2017

2 de febrero de 2017, EL EMBALSE DE RIOSEQUILLO

El embalse del Riosequillo es un destino muy apropiado para el paseo del miércoles, o incluso del jueves si es que a este grupo de amigos le hubiera dado por reunirse al día siguiente de aquél en que lo hacen habitualmente. El embalse del Riosequillo, medio lleno o medio vacío según me sienta de humor y tal como le sucedía al del Villar hace exactamente una semana, es hoy un motivo que ni pintiparado para una lámina japonesa o china, con sus veladuras y sus brumas y sus reflejos plateados, ora rosados, ora azulados. Esto no se le ha ocurrido al cronista sino a Ignacio, pero el cronista está de acuerdo. El embalse Riosequillo tiene, también como el del Villar, una turbina vertical Francis, de lo que me ha informado Joaquín, buen conocedor de estos detalles de la técnica de generación eléctrica. La cosa no queda ahí sino que el muro de presa resulta que mide más de un kilómetro de una punta a otra, lo que quiere decir que en ir y venir por la calzada de su coronación ya se puede emplear un buen rato y dar un buen paseo higiénico aunque corto para lo que acostumbramos. Este cronista piensa que ya nos vamos haciendo algo especialistas en esta materia de los embalses de la provincia de Madrid y adyacentes (Europa diría Ignacio); no solamente especialistas sino aficionados, y es que los embalses ofrecen una combinación muy molona de técnica, vistas, ocasiones para el paseo, la pesca, los deportes náuticos y las conversaciones. Del embalse de Riosequillo presume el Canal, su gestora, por cuidar y ofrecer al público allí mismo un hermoso parque recreativo y la mayor piscina natural de España según dicen. El cronista sigue pensando, aunque ya le va costando pensar, que hay mucho de bueno en los alrededores de la capital; que, en el fondo, abundan esos que antiguamente se llamaban benefactores y que sería una tontería no estar agradecidos.

Para pasear por el embalse de Riosequillo no hay más que acercarse a Buitrago del Lozoya y dejar el coche a la entrada del recinto cercado de las instalaciones del Canal, donde sigue la carretera hacia el área recreativa. Eso hacemos un poco pasadas las 10,30 de la mañana, después de tomar café en la gasolinera de Venturada, y con un cielo muy nublado que dejaba lluvia al salir de Madrid.



Hay que pedir permiso, o conviene saludar, al vigilante de la caseta de la entrada para entrar en el recinto: Ignacio lo hace en nombre de todos. Hay que cuidar de recoger los excrementos de la mascota, en el caso de llevar a pasear la mascota y en el muy probable de que a la mascota le de por hacer sus necesidades durante el paseo. Los que hacemos esto de los miércoles nos damos por enterados y tomamos buena nota para cualquier ocasión futura en que se nos ocurra ir acompañados de algún animal doméstico de compañía. Nada dice el aviso sobre excrementos de otra procedencia.



Se puede apreciar en la fotografía que no se exageraba con lo de la longitud de la presa; también se puede apreciar la solidez del parapeto con sus remates de sillería.



El embalse de Riosequillo hoy se viste de motivo para una aguada china. Como todavía no ha llegado San Blas, que es mañana, no tenemos a la vista las cigüeñas, pero tampoco esas elegantes garzas que adornan tanto en la pintura oriental; si acaso, algún ánade vergonzoso que no ha querido salir en la fotografía. El embalse de Riosequillo se nos presenta desierto, ancho y extenso, reluciente y manso.



La turbina Francis, como el tímido ánade, no ha salido en la foto. La turbina queda por encima del desaguadero del embalse, hoy abierto no vaya a ser que Puentes Viejas primero y luego el Villar y más tarde el Atazar se nos queden escuálidos de puro secos. Joaquín se pregunta porqué la turbina no turbina. De otra forma dicho, se pregunta Joaquín porqué no se estará utilizando el agua que desagua nuestro embalse de hoy para producir kilovatios de electricidad, y luego dicen que el pescado es caro. Hasta con 7,2 Mw de potencia instalada cuenta la minicentral de Riosequillo, que no están los tiempos para dejar de producir un bien tan necesario como la luz eléctrica, piensa el cronista por su parte, aunque muy ignorante en estas cuestiones.

Rodrigo, me dice Ignacio que te haga ver el comportamiento impecable de las compuertas de este embalse, que no dejan pasar ni una sola gota de agua. No estoy seguro de si Ignacio desea establecer comparaciones con otras compuertas, pero me barrunto que por ahí van los tiros y se me ocurre que no estaría mal que le dieras tu opinión al respecto.

Mientras tanto, el kilómetro largo del muro va haciendo entrar en calor al grupo de paseantes que, como puedes imaginar, ya han puesto en marcha conversaciones de esas que Manolo, el amigo de El Escorial, siempre recomienda traer junto con las vituallas "deli", es decir, exóticas, raras, de elevada calidad o alta gama. Lo digo para los lectores que no estén al tanto de las modas que imperan en estos tiempos tan sofisticados y, al tiempo, tan menesterosos. Por nuestra parte, seguimos fieles a los principios establecidos en la cabecera de este periódico, más partidarios de la frugalidad aunque con sus pequeñas excepciones como las tuyas, por ejemplo.


Lo bueno de los embalses medio llenos es que suelen tener playas por donde deambular y recolectar conchas vacías y coquinas y berberechos y hasta almejas, es un decir. Siempre hay algo en las playas con lo que entretenerse. Ignacio y José Luis han descubierto unos interesantes restos de la seta "estrella de tierra" o similar y ahí los tenemos antes de ponerse a hacer castillos de arena mientras Antonio sigue su camino, indiferente ante los inocentes juegos infantiles. No muy lejos de allí hacemos los honores al piscolabis.



Los restos con que damos un poco más allá sí que son de una excursión playera de verdad. Sillas, tablas de surf, aparejos varios, bidones de refresco, deportivas de niña, hasta una hermosa barca de plástico verde con sus toletes para remos, su tambucho y su espejo de popa preparado para el fueraborda. No pongo aquí su foto para evitar tentaciones. Es una pena dejar tiradas esas cosas, además de una porquería. Ya lo dicen tus conocidos de la tribu panameña Guarum, Rodrigo, aunque utilicen una comparación, excesiva a mi modo de ver, pero muy en línea con los tiempos.



El salto de paredes y vallas es otra de las especialidades o aficiones de este grupo. El cronista ya no se recrea, ni gráfica ni literariamente, en los detalles morbosos simplemente porque ya no los hay. Todos y cada uno de los mierconistas solventan con soltura y gracia alada los obstáculos tan frecuentes en nuestros paseos, limpiamente y dejando las cosas tal y como nos las encontramos, no sea que el ganado que pasta por allí se vaya por donde no debe. La orilla del embalse, tan ancha y descarnada, tiene rincones sugestivos, como ese que recuerda un rústico embarcadero. Y una oportunidad para subir y bajar en este día de recorrido tan plano: el cruce del arroyo de la Pinilla para acceder al último tramo de la excursión.



La comida, en el punto de retorno y sobre unas acogedoras piedras, no ofrece más novedad que el nuevo tipo de chocolate "deli" incorporado por Rodrigo a su legado. Buen chocolate, en gruesa tableta endurecida por el frío de esta mañana inverniza hasta el punto de que se sufre algún apuro al trocearlo y al masticarlo. Ya de vuelta, pasa el grupo por la Cerrada de Garay, con sus caballos y sus piraguas aguardando tiempos más bonancibles para sacar de paseo a jinetes y remeros. Una delicada seta madrugadora, a la que no soy capaz de poner nombre, adorna el tronco caído.



En la zona denominada Los Valladares, la orilla del embalse se hace inmenso arenal y la tarde se oscurece.



Y acaba en lluvia, ligera y por poco tiempo, mientras recorremos la Cañada del Zarzo con el fin de no repetir el mismo camino que hemos seguido por la mañana.



Solamente con el objeto de explicar porqué Ignacio ha titulado la ruta de hoy como la del salto de la reja, incluyo estas fotografías que hablan por sí mismas. Tiempo habrá de entrar en mayor detalle, que no es cosa de poner en guardia a los que tan celosamente protegen sus propiedades.

Y acabo, como acaba este bonito paseo de hoy cerca de las cinco de la tarde, después de volver a recorrer el kilómetro largo de la presa, con el buen gusto de una jornada original y pródiga en saltos aunque no en sobresaltos, y con otras instantáneas del embalse, émulas del ambiente oriental y brumoso que nos ha acompañado.



3 comentarios:

  1. Qué buen recuerdo de una excursión que en mi modesta opinión ha sido una de las mejores de los últimos tiempos. Creíamos conocer la mayoría de embalses de Europa y parte del extranjero pero siempre queda algún bonito sitio por descubrir.
    Gracias Paco por tu fluido verbo y la selección de imágenes insuperables.

    ResponderEliminar
  2. Por alusiones. Las compuertas de las esclusas panameñas son impermeables. No dejan escapar ninguna gota.
    Los permeables aquí son sobre todo los que se dedican a la cosa pública.
    Abrazos y besos,
    Rodrigo
    Paco.- Extraordinaria la crónica

    ResponderEliminar
  3. Me ha encantado esta crónica de una jornada muy especial. Distinta.
    Magnífica defensa de la cosa ecológica (o educación ciudadana) con una sutileza inigualable.

    ResponderEliminar