lunes, 30 de enero de 2017

25 de enero de 2017, PRESA DEL VILLAR

Manjirón y su crucero; unos caballos simpáticos; rótulos y planos para no perderse; la ubicua senda del Genaro; un hospitalillo en ruinas; un embalse "medio lleno"; una cueva de paso y el paso de dos aviones - botijo; una senda vertiginosa; una bonita presa con su coronación y pie y un campo de fútbol de dimensiones reglamentarias, en el campo todo ello.


Con el sucinto subtítulo podía quedar lista la crónica, pero, a lo mejor, quieren ustedes algunos detalles más.

A las 11 menos 10 de la mañana, soleada y fresca, echamos a andar desde el centro de Manjirón, donde hay una iglesia y un bonito crucero asentado sobre rocas. El café y la reunión para quedar habían tenido lugar en la gasolinera de Venturada, donde ya nos van conociendo. Ustedes también nos van conociendo, así que les informo de que el líder del paseo de hoy ha sido Pedro y de que los paseantes, por orden alfabético, han sido Antonio, Gonzalo, Ignacio, Joaquín, José Luis H., Rafa, Salva y este servidor de ustedes.



En las afueras del pueblo hay unos cercados denominados El Rodeo. A falta de una explicación más precisa que no puedo dar, deduzco que algo tendrá que ver el tal nombre con los amigables caballos, casi zalameros, que nos saludan al paso. El camino discurre entre dos muros de piedra pulcramente reconstruidos, livianos y calados como de encaje.



Aún sin las ayudas electrónicas de Ignacio y de algún otro excursionista que se inicia en las artes de la aguja de marear de tierra firme, hoy hubiera sido casi imposible perderse, de tanto poste indicador, letrero, rótulo y guía de caminante con que, cada dos pasos, se nos obsequia. Se ve que el Genaro anduvo mucho por aquí.



Una vez dejado atrás El Hospitalillo, ruina de paredes garabateadas a orilla de la carretera y cuyo origen desconozco, pronto aparece ocasión para la foto de grupo, en un altozano de rocas a 50 o 60 metros sobre el embalse del Villar, medio lleno o medio vacío según el lector prefiera o le dicte su estado de ánimo.



Y no mucho más allá, precisamente a las 12 y poco del mediodía y también sobre una peña, José Luis H. ordena una parada para el piscolabis. He dicho ordena y no será él quien me contradiga, que es hombre que mantiene su palabra. Después, hay un descenso hacia el embalse hasta alcanzar un bien marcado sendero, que probablemente coincide con el trazado de una conducción de agua.



Por el sendero que discurre sobre el canalillo caminamos en dirección a la presa, tanto en llano y con paso seguro como practicando alguno de esos equilibrios que han dado fama universal a este grupo. Incluso hay que atreverse a penetrar en un pasadizo en forma de cueva, cuya seguridad garantiza Ignacio. Más allá, la presa ya a la vista, el avance se interrumpe por un contrafuerte rocoso. Tiempo por tanto para disfrutar de las vistas del embalse ...



... y de las pasadas de un par de "botijos" Bombardier 415, antes Canadair, seguramente en prácticas y cazados por Ignacio en estas inmejorables instantáneas.



Las fotografías bajo estas líneas ilustran mejor que la tecla, ya perezosa, el ambiente de esta parte del recorrido.



Hay que desandar lo andado y pisar un poco el asfalto de la carretera para acercarse a la presa y ver de cerca su impresionante fábrica, primera en el mundo, según averiguo, del estilo llamado de gravedad de planta curva. Por la carretera que recorre la coronación de la presa se accede a la margen izquierda del Lozoya y, desde un mirador allí construido, se desciende hasta el acueducto del canal que vuelve a situarnos en la otra margen.



De ingenieros se compone mayoritariamente este grupo y a los ingenieros que diseñaron esta presa pionera dedicamos modesto homenaje reproduciendo la vistosa placa conmemorativa.



Desde el acueducto del canal podemos ver y oír el desagüe del embalse después de que haya alimentado eficientemente la minicentral eléctrica instalada en una cueva en la margen derecha del río. Oportuna ocasión para meditar sobre los precios de la electricidad, tan de moda.



Ni a propósito hecho, el recinto - mirador con que se nos obsequia para disfrutar de nuestro almuerzo. Son las 2 de la tarde y aunque queda aún un pequeño tramo de subida hasta volver a alcanzar la larga horizontal que nos llevará de vuelta a Manjirón, no podríamos haber encontrado un comedor más cómodo, con su gran banco corrido y sus vistas hacia el muro de la presa. A los postres, Gonzalo distribuye la manda de chocolate de Rodrigo, pero falta él lo que es mucho faltar. También falta Braulio desde hace demasiado tiempo, y Aurelio el esquiador, y el menos que intermitente Paco A., y el querido José Luis A., que tan caro se vende.



Para compensar la más bien ruin imagen de un Pedro a cuatro patas, obligado tanto como todos los demás a infringir una norma en forma de alambrada, ahí le tienen ustedes en una foto de PMC (plano medio corto, no se vayan a equivocar) resplandeciente.



Hasta llegar a Manjirón no sé si Pedro o Ignacio o ambos de común acuerdo han decidido no llevarnos por el camino más corto y recto. Si miran ustedes el mapa verán que hemos transitado por los parajes de El Terzuelo, El Rodeo, La Dehesilla y Valladares. Este segundo Rodeo sí que tiene significado, el de mareando la perdiz, que se dice. Todo muy bonito, muy llano, muy apropiado para la conversación y la digestión del almuerzo. El campo de fútbol de dimensiones reglamentarias (amplíese la foto superior) acogió en su día, hace mucho tiempo a juzgar por el estado del terreno de juego y las porterías, un épico partido entre el Manjironés y el Berzosano. Ganó este último por goleada, lo que provocó la crisis y el abandono del deporte rey a este lado del embalse. No queda mucho más que reseñar. Acaso que la decadencia de la economía y el fútbol rural va pareja con la del arte del grafiti o garabateo. Ha sido una excursión - gymkana espléndida.

3 comentarios:

  1. Naturalmente no seré yo quien te contradiga, "que aún seguimos siendo amigos."
    Por otra parte, como siempre, me ha encantado la crónica, tanto en su parte literaria como gráfica.

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  2. Querido cronista, me veo obligado a utilizar mi derecho de réplica ante una atrevida alusión a mi persona intentando minimizar los riesgos inherentes a las excursiones mierconistas. Decir que "incluso hay que atreverse a penetrar en un pasadizo en forma de cueva, cuya seguridad garantiza Ignacio" es cuando menos un atrevimiento arriesgado, teniendo en cuenta que ni este servidor ni el gps adosado garantizan nada cuando de aventura se trata. Por si esto no quedara claro, a partir de ahora estableceremos la categoría de EXCURSIÓN DE AVENTURA NO GARANTIZADA POR EL GPS NI NUNGÚN OTRO ADMINÍCULO MÓVIL y para el resto de excursiones, aunque sean por terreno llano y acolchado la categoría: PUEDEN CONTENER TRAZAS DE AVENTURA.

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  3. Paco,
    Muchas gracias por la crónica me ha prestado a raudales.
    Abrazos a todos. Da gusto verlos.

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