domingo, 2 de junio de 2013

29 de mayo de 2013, CAMINO SCHMID

Imposible negar que estábamos avisados. Las predicciones del tiempo, tan frecuentemente erráticas en primavera, acertaron plenamente esta vez. Un grado bajo cero en el termómetro de la Venta Arias, ventarrón, la sierra entera con asperura (*).

Hoy ya está Rodrigo entre nosotros. No tendrá queja de la bienvenida que le hemos preparado, con nuestra sierra esforzándose en establecer las oportunas diferencias con aquellas otras latitudes, no fuera a ser que no llegara a percatarse del todo del cambio de continente.

Reunión para el café, esta vez con churros recién hechos, en Venta Arias. Lenta ceremonia, obstaculizada por la competencia ante la barra de un autobús entero de chavales. Da alegría ver tantas excursiones escolares. Seguro que el informe PISA no las valora lo suficiente.

Dudas acerca de la ruta a seguir. Hemos estado a punto de volver sobre nuestros pasos y hacer algún otro recorrido por más bajas cotas, al resguardo del tiempo inclemente. Pero puede más el brío con que los mierconistas acometen sus empresas y se decide permanecer en estas alturas aunque abandonando la idea inicial de recorrer los Siete Picos Siete, uno a uno y, en su lugar, seguir la huella del austriaco Eduardo Schmid por su accesible y bien conocido camino.

La novedad del día y del camino está hoy en la nieve helada que reviste de encaje blanco los pinos más cercanos a la cresta. Hay que resistir el deseo de acercarse más a ellos, mal que le hubiera pesado al viento feroz, y de recorrer pausadamente con la mirada y el objetivo de la cámara la minuciosa labor de blonda y puntilla en las ramas.


El grupo se ha fragmentado mucho, en beneficio del número y variedad de los temas de conversación. Joaquín y yo nos detenemos al lado de un gran pino seco. Alguien ha atornillado y grapado en su tronco blanco unos versos titulados "soneto a un árbol solo". Bien está. No soy yo el que, tras las elegías dedicadas en la pasada excursión a los pinos muertos, proteste ahora al vate aficionado. Pero sí que digo que, puestos a dedicar piropos a las bellezas naturales, prefiero su publicación por este medio tan moderno y ecológico que el recurso al tornillo y la grapa. ¡Pero, hombre, por favor!


Llegados al collado Ventoso tomamos un piscolabis frío. Podrá haberlo caliente, ya lo dije, pero siempre y cuando Antonio aporte su magnífico bizcocho y avise oportunamente. Claro que entonces ya no se llamaría piscolabis. Y es que no se puede tener de todo.


De nuevo, la energía sobrante en exceso a algún miembro del grupo hace su aparición en forma de propuesta para regresar al puerto de Navacerrada por las cumbres de los Picos. Pero prevalece el sentido común y se decide continuar hasta el puerto de la Fuenfría recorriendo un tramo de la carretera de la República y, desde allí, volver al camino Schmid rodeando el cerro Ventoso. En la bajada hacia la carretera por las cuestas del Lanchazo, las raíces de los pinos culebrean y reptan en la pendiente como oportunamente advierte Ignacio, y este reportero de ocasión se presta a testimoniarlo mientras se resiente de la rodilla izquierda. Fortuna que las rodillas sean dos y fortuna tener a Ignacio como ojeador de la caza fotográfica.


A la carretera se accede junto a la Fuente de Antón Ruiz de Velasco. No se quien es el caballero y lo siento porque me gusta recordar a la gente sana, como es el caso de los montañeros y de los payasos. Un Ruiz de Velasco, me dice la wikipedia, fue el payaso Pototo de la posguerra (aún recuerdo la pareja Pototo y Boliche) y director de la antigua cadena Ser en Bilbao. Pero no era éste el Ruiz de Velasco que andaba buscando. Hoy la fuente nos despide melancólica por no haber prestado sus aguas, aunque sí su arrimo, a los caminantes de este grupo. Efecto del frío día y del sentido descendente de la marcha.


Después de la Fuenfría, hoy sin  foto ya que son multitud las veces que la he retratado, en un prado sobre la divisoria de Navalazor, bonito topónimo, almorzamos. Pedro me ofrece, con la complaciente mirada de Salva un poco más allá y la ignorancia de Joaquín, la oportunidad de jugar (muy discretamente por cierto) con los colores textiles de temporada para el deporte de montaña.


El resto del camino es coser y cantar. (Antonio, ¡tus boleros!)


En el puerto, unos se dirigen rápidamente a los coches para volver a Madrid. Otros entramos en la Venta Arias por segunda vez en el día para tomar un café y... pero esa es otra historia, más en la esfera de la intimidad de nuestro grupo. Ahora sé que volveremos y haremos completa y por su orden la cresta de los Siete Picos.

(*) En Segovia llaman asperura a la precipitación de aguanieve fuera de temporada, que hace palidecer a las cumbres y enfría los ánimos. También: "nombre popular que se suele dar a la precipitación que ni es en forma de nieve, ni de lluvia, ni de granizo. Se da en situaciones de frío intenso, como si se tratara de una precipitación de escamas de hielo, pasando a ser nieve cuando las temperaturas se suavizan alrededor de los 0º"

Algo más de 12 km. y 455 m. de desnivel acumulado, ¡quien lo diría!


1 comentario:

  1. En esta entrada del blog te has superado en lo que mayormente viene a llamarse fotografía. Se nota que al ser mas suave el camino tu respiración no estaba entrecortada y te daba tiempo a observar la belleza del entorno. Muchas gracias por brindarnos una segunda oportunidad para deleitarnos con la excursión. Ignacio

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