miércoles, 1 de mayo de 2013

16 de abril de 2013, COLLADO DE LA VENTANA

Querido Rodrigo,

En esta excursión, devolución de los amigos alicantinos de la visita que les hicieron algunos mierconistas a primeros de marzo, hubo dos grupos que caminaron separadamente durante la segunda mitad, más o menos, del paseo. Por lo tanto, dos crónicas hay: la de Salva, que formó parte del grupo que hizo el recorrido previsto, y la de un servidor, que, con Gonzalo, Braulio y Richard, volvió sobre sus pasos a partir del collado de la Ventana o casi. Ambas crónicas se alternan. La de Salva en caracteres de color azul y la de este editor en color ladrillo, color elegido al azar y exento de connotaciones, que bien he procurado no extenderme más de lo necesario. Juntos sí pero no revueltos. Allá vamos.

“Luce el sol en lo alto y en la lona gime el viento… ¡no! ¿En qué estaría yo pensando? La presencia de los alicantinos altera mis paupérrimas neuronas (ya lo dijo Aurelio: dos y una con pus) pero lo cierto es que tenemos buen tiempo para darnos un garbeo por la Pedriza y mostrársela a nuestros amigos de Levante. Paco, José Luis y Salva llegan los últimos después de lidiar con terribles atascos. Sin pérdida de tiempo, sobre las 9 y media, nos ponemos en marcha. Somos doce: tres alicantinos, un camarrupa y ocho mierconistas. Marchamos alegres y gozosos por la “Autopista” sabiendo que nos esperan 800 metros de desnivel. Rebasamos el Prado Peluca, ahora intensamente verde y proseguimos rumbo a la Pedriza Posterior.

El Manzanares, al paso por el puentecillo de los Barracones, se ve pletórico y optimista. Las recientes lluvias han alimentado su normalmente magro caudal y se cree un guapo galán que podrá presumir de sus aguas en Madrid Río. Pero aquí es joven y libre y en Madrid será ya un anciano intervenido, canalizado o regulado, tal como muchos hoy en día, de lo cual, y no me refiero precisamente a la ancianidad, no se puede presumir sino todo lo contrario.

Cruzamos el Arroyo de la Ventana con elegancia y donosura. Respiramos hondo y acometemos la subida hasta el Collado de la Ventana como primer objetivo del día. No es que sea una subida terrible pero exige paciencia y buen ánimo. Ganamos altura sin prisa pero sin pausa, como dijo el Bombero Torero . Cuando estamos a punto de salir del pinar que se plantó allá por los años sesenta, Richard se siente indispuesto. Pronto queda claro que no debe seguir y que lo mejor es que baje despacito hasta Canto Cochino. Paco y Gonzalo renuncian a la excursión y le acompañan.

No debo dejar pasar la ocasión de ofrecer una muestra de la "elegancia y donosura" con que los excursionistas vadearon el arroyo. Opino que, entre los ejercicios de preparación para la práctica del excursionismo, debería figurar siempre el paso de arroyos, regatos y riachuelos a fin de prevenir indeseables accidentes. Tampoco debo omitir una mención al alto en el camino, un poco más arriba del paso, en la cercanía de una enorme roca "de una sola pieza", muy familiar para los que frecuentan estos parajes. Siempre he tenido allí la sensación de estar como al resguardo, bajo la protección de la imponente mole pétrea.

Más arriba hacemos una nueva parada para contemplar los elevados riscos conocidos como El Cocodrilo, en los que yo nunca he sabido adivinar la figura de un saurio. Me lamento de mi falta de imaginación. Aprovechamos para el piscolabis.Volviendo atrás la mirada, se nos ofrece la magnífica vista de La Maliciosa vestida de sus mejores galas invernales.

Los restantes nueve montañeros siguen subiendo. El grupo se escinde ya que una miríada de caminejos se ofrecen a nuestros ojos. Finalmente, todos se reúnen en el Collado de la Ventana, nada menos que a 1784 m. de altura.

Levemente corrijo para señalar que también Gonzalo y este servidor hollaron con sus botas el Collado de la Ventana, aunque quizá no en su parte más alta, y que fue de allí desde donde descendieron por el mismo camino para reunirse con Braulio y Richard. En ese trecho pasaron por la cercanía de un grupo de cabras montesas que, tras un educado saludo, se apartaron lenta y civilizadamente de nuestro paso.

Andamos un poco pillados con el tiempo ya que hemos quedado en Casa Julián, en El Tranco, a las 16h. Reanudamos la marcha por la divisoria trepando y destrepando como auténticos expertos. Sobre nuestras cabezas se alza la rugosa Pared de Santillana. Casi nadie se cree que Paco y Salva hayan subido por ella.

La incredulidad de nuestros amigos merece la respuesta adecuada en forma de un testimonio fotográfico que tendré mucho gusto en incluir más adelante en este sitio cuando haya tenido tiempo para buscar entre mis pilas de fotos pretéritas.

Una vez en la Pradera de Navajuelos volvemos a sumergirnos en un verde pinar. Quienes no conocían este corazón de la Pedriza admiran las formas que el granito y la erosión han modelado para nuestro disfrute. Las máquinas de fotos echan humo. Ignacio y Salva sufren un ligero despiste por mirar con demasiada atención al Mogote de los Suicidas. Rápidamente advierten su error y retornan al camino de salvación.

Del trabajo de esas humeantes cámaras no se han recibido resultados hasta la fecha, de manera que solamente puedo manifestar aquí que coincido con el autor de las letras azules en que esos lugares bien merecen el recuerdo de una imagen.

Llega ahora el largo y en ocasiones no fácil descenso. Evidenciando su firmeza de carácter los montañeros bajan y bajan y bajan… Téngase en cuenta que estos senderos pedriceros actúan sobre las extremidades inferiores de los montañeros septuagenarios como máquinas de picar carne, tendones y cartílagos. Enlazamos con el camino de subida, volvemos a cruzar el arroyo y llegamos a la Autopista de la Pedriza. Vamos un poco retrasados y aceleramos el paso

Mientras, nuestro reducido grupo de cuatro desciende sin prisas por el mismo itinerario de la subida y Richard muestra su coraje negociando la larga marcha sin una queja ni un mal gesto a pesar de su arrechucho.

¡Canto Cochino! El Manzanares baja fresco y mugidor como si fuese un río de verdad.  Sin pérdida de tiempo montamos en los coches y nos vamos al Tranco. Richard se ha recuperado sin problemas y descansa con una cerveza en la mano y una sonrisa en los labios. Rafa ha tenido la gentileza de venir a comer con nosotros. El personal de Casa Julián nos atiza un cocido recio y abundante que casi nadie pudo terminarse. ¡Qué bueno es estar sentado, entre amigos y con la tripita llena! Desgraciadamente llega la hora de las despedidas. Menos mal que los alicantinos volverán en octubre y recorreremos otra vez con ellos el Guadarrama.”

Y un par de tonterías como epílogo


Las frases del día:

  • “En el fondo, la Pedriza no es sino una inmensa colección de culos de diferentes formas y texturas” (Ignacio)
  • “Lo malo de las montañas es que hay que bajarlas” (Salva)
  • “¿Os ha sobrado un poco de cocido?” (Pedro)
  • “¡De la que me he librado!” (Rafa)

Por mi parte, agradezco mucho a Aurelio y a Pedro que aportaran con sus muy "técnicas" camisas el toque de color tan conveniente para el quehacer fotográfico. La verdad es que son unos atrevidos.

Por último, mi dedicatoria a Richard, con el deseo de verle de nuevo por estas tierras pletórico de salud.

When will we see
You again...?
The Hills are bare now.

Como siempre, un fuerte abrazo.

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