jueves, 18 de abril de 2013

10 de abril de 2013, CHORRERA DE SAN MAMÉS

Querido Rodrigo,

Contrariamente a lo que se dice, la distancia no es el olvido. Prueba de ello, que me acuerdo mucho de tí a pesar de tu lejanía. El olvido es, más bien, la dificultad de traer a la luz del pensamiento ciertas cosas de entre el batiburrillo de una cabeza poco organizada, vieja ya y demasiado expuesta, como sabes, a los agentes atmosféricos y otros agentes. Quiero decir que como ha pasado una semana desde la excursión que motiva esta crónica, los recuerdos se difuminan y juegan al escondite. Menos mal que, a falta de esas notas que debería tomar y nunca tomo, cuento con algunas fotografías mías y de Ignacio y con el material cartográfico que éste puntualmente elabora.


Sí puedo decir, porque me acuerdo, que la excursión se inició con el habitual café en la gasolinera de Cotos, seguido de la oportuna reducción de coches; que después nos dirigimos a San Mamés, uno de los núcleos urbanos de los dos que constituyen el municipio de Navarredonda - San Mamés, en la sierra norte de Madrid y a unos 90 km. de la capital; que el pueblo está muy arregladito y ordenado y que para aparcar hay que utilizar un solar oportunamente destinado para tal fin; que habíamos quedado allí con José Luis A. y que cuando éste llegó, en lugar de contribuir cívicamente a justificar el destino del solar, prefirió encaminarse directamente al punto de arranque de la ruta, en un camino rural al lado de una quesería, principal industria del pueblo. Me llamó la atención la pimpante iglesita, hoy adornada con la bonita estampa de un árbol de flor rosada, tan primaveral y chévere.


Lo que nos ha traído hasta aquí no ha sido solamente el pueblo coqueto, ni los "quesos de campo" - como prolija y ambiguamente se anuncia en un rústico letrero - ni el hecho de que la ermita fuera supuestamente el escenario de la coronación como reina de Castilla de la pobre Juana, sino la Chorrera de San Mamés, salto de agua en el cercano arroyo de la Pinilla o de las Monjas. Imaginábamos que la abundancia de lluvia en los pasados meses habría hecho de la chorrera más bien una gran cascada, una catarata comparable al Niágara o al Iguazú o a las del valle de Antón, tan propio es de nuestra raza confundir molinos con gigantes. No fue tal el caso. En la Chorrera de San Mamés vimos lo que es, ni más ni menos: un muy bonito y ruidoso salto, una "chorrerona" como lo llaman las gentes del lugar, una meta muy adecuada para nuestro paseo mierconista y un más que atractivo motivo para los fotógrafos del grupo.


Pero no anticipemos, que la memoria va recuperando detalles. Al pasar cerca de unos hatos de ganado se nos acercaron varios mastines de imponente presencia pero de buenos y amables modos. Uno de ellos mostró simpatía por el grupo, arrimándose a nuestros pantalones, dejándose acariciar y decidiendo finalmente unir sus pasos a los nuestros, desde allí hasta que volvimos a pasar por el mismo lugar. Su caminar pausado y aire de lejana distinción yo creo que prestaron el tono adecuado al paseo de hoy.

A la entrada de un bosque de pinos, detrás de una alambrada con su correspondiente puerta metálica que se debe franquear, hay una casa abandonada que debió servir de vivienda al ingeniero forestal responsable en su día de la repoblación. En su fachada todavía blanca alguien ha escrito "smirri libertad" y yo ahora me contengo para no meterme en vericuetos impropios de este blog, aunque la mención de la palabra libertad, aunque sea esmirriadamente, siempre me interpele.


Ya bastante más arriba y tras un paseo sin mayores dificultades hay que atravesar un pequeño arroyo, maniobra que alguien ha querido facilitar mediante un par de troncos tumbados sobre la corriente. Como afortunadamente para gustos hay colores, algunos utilizan la facilidad y otros no. Que yo sepa, ninguna de las opciones resultó en inconvenientes mojaduras.

Se produce un titubeo en el grupo al elegir la dirección de la marcha para encaminarse a la chorrera. La razón cae del lado de los que eligen ir hacia su izquierda y alguno tiene que volver sobre sus pasos, bien que satisfecho de haber explorado libérrimamente otros caminos.

Orgía fotográfica al pie de la chorrera. Allí se practicaron velocidades y apertura de diafragmas; allí se buscaron nuevos ángulos de observación, a veces desde posiciones arriesgadas; allí se dio rienda suelta a la creatividad y al sentido artístico. Se acompañan unas estupendas muestras del resultado de tales inofensivos juegos practicados por Ignacio, invitado especial (siempre lo es) a la parte gráfica de este cuaderno.





...y una más de este plumillas, lo que demuestra la atracción irresistible del motivo.


Ni que decir tiene que unas  lanchas de piedra pulida por las aguas de nuestro salto sirvieron de acomodo para la degustación del piscolabis habitual - plátano, almendras, bolitas al queso - y tan conveniente para reponer fuerzas.

La vuelta, por el mismo camino que la ida, no desentona con la placidez de la jornada. El bienquisto mastín se despide silenciosamente de nuestro grupo y se vuelve a integrar en el suyo propio que permanecía más o menos en el mismo lugar en que lo encontramos. Pasamos al lado de una manga de manejo de ganado y me acuerdo de Temple Grandin, fascinante personaje y protagonista de una muy digna película.



Hoy se había previsto el yantar a borde manteles, así que, fieles como siempre y en la medida de los posibles a nuestros planes, nos reunimos alrededor de una mesa bien dispuesta en el bar del pueblo. Allí damos cuenta de unos buenos y variados platos, a gusto de cada cual. Como muestra, se presenta aquí, junto a estas letras, el elegido por Braulio, quien tramitó solventemente la propuesta. Añado que se trasegó un buen vino etiquetado con el nombre de Don Rodrigo, lo que provocó numerosos y entusiastas brindis a tu salud.


Seguro que omito detalles interesantes y que no he sabido responder en esta crónica con la gratitud necesaria a los dones recibidos de parte de una jornada tan amena, pero ya sabes, ni la distancia es la única causa del olvido ni el numen de las letras acompaña siempre al menesteroso escribidor.

Ya va urgiendo tu vuelta.

Antonio, Braulio, Gonzalo, Ignacio, José Luis A., José Luis H., Pedro, Rafa y el que suscribe.

Datos para los aficionados a los números: 9,1 km. 3 horas y media con paradas. 289 m. de desnivel.

3 comentarios:

  1. ¡Excelentes las fotos y el relato! Desde el lejano Tenerife estuve con vosotros y vosotros conmigo en la excursión de ese mismo día por el Malpaís de la Rasca.
    Salva.

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  2. Parece que aún te queda un resquicio de memoria que funciona muy bien. Excelente resumen, aunque no estoy de acuerdo con la simplificación de los riesgos. Pones la foto del mastín acariciado por Jose Luis, pero has omitido la foto de los 5 mastines ladrando como demonios y relamiéndose pensando en los filetes que se podrían llevar a casa.

    Ignacio

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  3. Leyendo reseñas como esta me viene a la memoria unas estrofas del himno asturiano:

    "quien estuviera con los mierconistas en algunas ocasiones"

    ¡Tremendo el plato de Braulio!

    Rodrigo

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