sábado, 16 de marzo de 2013

13 de marzo de 2013, CANCHO DE LA CABEZA

Querido Rodrigo,

A unos cuantos mierconistas nos ha dado por celebrar tu onomástica con un paseo hasta el Cancho de la Cabeza. Tierras del bajo Lozoya, ora agrestes y expuestas a los vientos en las alturas, ora llanas y protegidas en las riberas. De ambos ambientes disfrutamos este día, que comenzó con la habitual reunión en Cotos. Allí, Gonzalo, Ignacio, Pedro, Rafa, Salva y este cronista se reunieron alrededor de los cafés de máquina moderna e hicieron votos por tu salud y felicidad.

A eso de las 11 estábamos empezando a andar desde un lugar señalado en el mapa como Los Laderones, cercano al punto kilométrico 3 de la carretera M-134 y más arriba de la presa del Pontón de la Oliva. Había que protegerse del viento frescachón, término náutico que arrastro hasta aquí, un poco nostálgicamente, desde pasadas singladuras. Pero ya se sabe, a la mar fui por naranjas, cosa que la mar no tiene o, dicho de de otro modo, al monte fui por besugos...

Con intención de buscar un poco de abrigo dirigimos nuestros pasos hacia el ribazo del Lozoya, un par de kilómetros más abajo, hasta la antigua carretera sin asfaltar que bordea el río, flanqueada por preciosas protecciones de pizarra que separan la vía del talud, y de un trazado suavemente sinuoso, poco apto para velocidades de motor pero más que adecuado para carretas y caminantes de ocasión. Esa parte del camino, llana, resguardada, soleada, fue muy grata. Unos árboles en flor (lástima de mis escasos conocimientos botánicos) nos acompañaron en el recorrido celebrando tu día y la próxima primavera. Ocasión para la fotografía romántica, quizá tan poco actual pero tan propicia para la evocación de misterios y borrosos buenos momentos. Veo en el mapa que la altura que nos domina se llama Chortal Cimero y veo en el diccionario que se llama chortal a una lagunilla formada por un manantial poco abundante que brota en el fondo de ella. Así que probablemente hubo una lagunilla en una de estas cimas, derramando sus aguas ladera abajo en el Lozoya. Como ya no debe existir, puesto que llegados a lo alto no vemos nada que asemeje laguna o lagunilla, cuento con un motivo más para la saudade y la reflexión geológica y ecológica.


Llega la cuesta arriba, que ya sabes que "Cuando de mi patrona voy a la ermita, se me hace cuesta abajo la cuesta arriba. Y cuando bajo, y cuando bajo, se me hace cuesta arriba la cuesta abajo." Seguro que le pones la música. La cuesta, en la "senda del Genaro", nos lleva, entre jarales y romeros que ya empiezan tímidamente a repartir fragancias, en dirección al poblado del Atazar. No llegamos a entrar en ese remedo artificial de aldea porque nos lo impide una cerca de alambre. Probablemente sus habitantes, de ingenieros de caminos para abajo, están un poco hartos de mochileros que buscan acomodo en el umbral de sus casas para tomarse el bocadillo. En cualquier caso, los tales o están muy escarmentados o manifiestan escasa confianza en sus congéneres ya que hasta prohíben tocar los árboles. ¡Tiempos recios estos que corren! Yo, por el contrario, preferiría que se animara a tocar, delicadamente eso sí, la corteza de tan nobles seres y apreciar así que la aspereza externa es, las más de las veces, en los árboles y en otras especies, compatible con las verdes hojas y los dulces frutos.

Por debajo de nosotros ahora se muestra la hermosa perspectiva de ese recorrido del Lozoya que los mapas titulan "Los Churrascados". Como ya he acudido en exceso al diccionario y la bibliografía, omito aquí el esfuerzo de interpretación y que cada cual se imagine lo que quiera. Gonzalo solicita, probablemente con finalidad más práctica que estética, una foto detallada de la zona y así lo cumplo y testifico.
El aspecto soleado del paisaje en la foto es engañoso. Un viento más que fresco trae del norte copos enloquecidos, sin tino ni fijeza, que se van por donde han venido o por cualquier otro sitio. La vista de los montes más al norte, blancos de nieve reciente y velados por nubes en movimiento y que se rompen en jirones, mete miedo. Suena el teléfono y Mari Paz informa a Gonzalo de que en Cotos nieva a todo nevar. Así que Ignacio no puede por menos de elogiar tanto la precisión del pronóstico meteorológico como la oportuna decisión de Gonzalo al traernos a este estrecho pasillo de relativo buen tiempo, entre ventiscas y chubascos de nieve al norte y al sur.

Aún nos queda por cumplir un propósito, si no meta, del paseo: la ascensión al Cancho de la Cabeza, rocoso monte de 1.264 m. y atalaya magnífica sobre el embalse de El Atazar. Poco tiempo en la cumbre, casi el imprescindible para las fotos de rigor, del grupo y del embalse, no fuera a ser que alguno de los mierconistas más ligeros de peso fuera arrebatado por el vendaval.


Aparece en este punto la única persona que encontramos en todo el recorrido. Se trata de un ciclista, ya no tan joven, que tiene la tarea de colocar carteles para una prueba de ciclomontaña que se va a celebrar el próximo domingo 17. Saluda de forma risueña y se deja fotografiar. Saca de su mochila carteles y grapadora y procede. Al cabo de un instante sigue su camino en bicicleta dando botes entre afilados pedruscos. Cada alma en su almario y a cada cual su mérito. El de éste se me hace no pequeño, porque pone su tiempo y sus energías al servicio de una causa tan gratuita. Y no como disminución de su mérito, apunto que el ciclomontañero afirmó con seguridad y entre sonrisas que este tipo de días, viento-nieve-sol-frío, son los que más le gustan. Hay gente pa tó, dijo el insigne matador de toros.

En el camino de vuelta tenemos la sensación de que el frío aumenta y, expuestos al ventarrón ya constante, no acabamos de decidirnos a parar para el almuerzo. Solamente un acto de voluntad y quizá algo de hambre nos animan a detenernos en el pinar, en una breve mancha de sol, y sentarnos sobre la pinaza para dar cuenta de los bocadillos. Tengo un amigo que se niega a decir sandwich y usa siempre la palabra bocadillo o, en todo caso y cuando no hay más remedio, emparedado. Yo no quiero tomar postura y me avengo a los usos y costumbres del lugar o del grupo.

En esas estamos cuando el viento arrecia y los volanderos copos aumentan. Ignacio sugiere oportunamente que quizá se puedan fotografiar con el flash, y eso hago. También sugirió antes que registrara el rugido del vendaval, en un momento de imponente presencia sonora, pero no lo hice porque es sabido que solamente se obtiene una especie de ronco golpeteo y porque hay fenómenos que solo se pueden apreciar debidamente en su mismísima presencia. Así que, probablemente, esta narración no te haya podido transmitir más que unos rasgos abocetados de las sensaciones, placeres y esfuerzos de la excursión de hoy. Pero esto es lo que hay, que dijo aquél al que le pilló su mujer en la cama con la vecina.

Las posibles posdatas incluirían:

  • algunos interesantes temas de conversación, que fueron desde los ritos utilizados para la elección del Papa a la historia remota del Airbus; 
  • el olvido de Gonzalo de sus botas en el coche, lo que le obligó a hacer, afirmo que muy airosamente, todo el trayecto en zapato más o menos deportivo; 
  • el catarro de Pedro, del que predije al comienzo del día se iba a curar y me equivoqué; 
  • la ofensiva presencia de un basurero o punto sucio lleno de botellas de vidrio rotas y ollas desportilladas en medio del monte, siendo que los agentes forestales, tal como avistamos, se pasean arriba y abajo en sus todo-terreno haciendo no-se-sabe-qué; 
  • los postes de señalización de la senda de Genaro, cuyas cartelas hace tres años giraban libremente apuntando hacia cualquier dirección a gusto del viento y del consumidor y ahora ya son fijos y señalan  imperativa y abusivamente un único sentido por destino;
  • la gran carpeta de Salva, que, en esta ocasión, no contenía ningún nuevo título sino una muestra de sus magníficos dibujos montañero-surrealistas, por lo - los que fue muy elogiado; 
  • los números de hoy, 14,1 km., 565 m. de desnivel, 2ºC. al llegar a los coches a las 4 y pico de la tarde
Y acabando como comencé, el especial abrazo de hoy por San Rodrigo.

2 comentarios:

  1. ¡VIVA SAN RODRIGO Y LA MADRE QUE LO PARIÓ!. Perdonad el exabrupto, pero es que me ha salido espontáneo al recordar la deliciosa excursión que el Santo nos deparó. Por cierto, Rodrigo, no creas que la prosa de Paco ha exagerado ni un ápice. Es una prosa hermosa y culta, pero sin hipérboles, vamos, a la pata la llana.

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    1. ¡Que exquisito relato! ¡Qué gran día el que le inspiró! ¡Qué ventarrón soplaba en el Cancho de la Cabeza! Por cierto, ¿no notásteis los devastadores efectos de la altitud en la cumbre y sus aledaños? Es lo que tiene el subir a cumbres que rivalizan en tamaño con los gigantes del Himalaya.
      Se acerca la Primavera y con ella el regreso de Rodrigo. ¡Sumsun corda amigos!
      Salva

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