lunes, 14 de septiembre de 2020

9 de septiembre de 2020, COLLADO CABRÓN

Desde junio, este año ha pasado más tiempo del natural y cronológico. En una suerte de compás de espera, de paréntesis vital, todos hemos aguardado la vuelta a una habitualidad interrumpida, ¿quizá perdida?. Pero los miércoles, nuestros miércoles, que forman parte de esa habitualidad, se seguirán sucediendo en el calendario y nuestra obligación es doblegar el sino o cabalgar con él, que tal es la forma de proceder humanamente. 

Así que llegando este 9 de septiembre, fecha en la que Salva había comprometido su dirección y guía para hacernos a la mar, echamos cuenta de efectivos y resultó que Antonio estaba dispuesto; y Aurelio y Gonzalo y Ignacio y Joaquín y Rafa y Rodrigo y también este cronista. Braulio, ¿por donde andabas ese día?. ¿Y Pedro, y José Luis, y Marc, y Paco, y José María? Sí sabíamos por donde andaban y sabíamos que andaban bien y con eso nos bastaba, pero aquí no vamos a decir más, que hoy lo de la movilidad es casi materia reservada. 

Salva propuso para hacer boca el Collado Cabrón, que si no ha visto un centenar de veces pasar por su lomo a nuestro amigo poco le debe faltar. Hado, sino o mengue menor se cruzó en el último momento por el camino de las intenciones de Salvador y dió al traste con su proyecto de llevarnos de la mano. Los demás mencionados nos reunimos o juntamos, prudentemente, a las 10 de la mañana en ese sitio de la Pedriza llamado Canto Cochino, hoy repleto de coches; un amistoso borrico se pasó por allí para darnos la bienvenida y con eso, y tan contentos, nos sentimos bien acogidos y emprendimos la marcha. 




Buena mañana: buena temperatura, poco o ningún viento, sol en su sitio, dejándose ver y dejándonos ver. El camino pegado al río, ligeramente ascendente, ni tan fácil como una pista ni tan esforzado como el paso de las termópilas. El uso de las mascarillas, tan prudente, creo que impedía en buena medida el disfrute de de la fragancia de los pinos y de las conversaciones que dice Manolo R.


Antes de la 12 del mediodía el camino asciende en zigzag hacia el collado. Sin atajar en ninguno de los tramos y como si este no fuera el primer día del curso ni se tuviera el aliento enmascarado, el grupo fue haciendo los deberes y, en apenas media hora culminó la subida.

Hora del piscolabis en el collado, entre sol y sombra, con buenos asientos y buenas sensaciones. Alguno, que no lo recordaba, llegó a exclamar "¡qué magnífico sitio!".  







Desde allí, ya todo es bajada. Para hacerla se puede optar por dos o tres trazados. El que este grupo eligió en ausencia de su líder y bajo la dirección de Ignacio fue el más frecuente, con tramos de piedras sueltas y muchos tramos de suave pendiente y buen firme. Aún así hubo algún discreto lamento y es que las bajadas ya se sabe que no están hechas para edades grandes. Cree el cronista, que aprovecha cualquier oportunidad, que cuanto más grande es la edad más propio de ella es el subir, subir siempre y no bajar nunca. 


A las dos de la tarde ya se había hecho la mayor parte de la bajada y volvía a haber apetito. Otro buen sitio, a lado de una gran roca, entre sol y sombra, en la compañía de un resto de tronco devorado por el tiempo y los insectos.



Y la foto de grupo en la que, como debe ser, están ausentes los fotógrafos.



En Canto Cochino hubo tiempo aún para que algunos nos sentáramos en la terraza del chiringuito para el café o los refrescos.


Unos números discretos: 6,7 km. y 311 m. de desnivel. A pesar de eso y de los tapabocas no faltó el aliento ni el apetito, ni faltaron las conversaciones ni el deseo de que estas salidas de los miércoles no se interrumpan.



2 comentarios:

  1. Lo bueno si breve dos veces bueno. Paco, lo has bordado.

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  2. Querido Paco: cuanto sacrificio con Google, ya les daba yo a esos. Se podían estar quietecitos de una punta vez, y dejar de "mejorarlo" porque nos vuelven locos. Pero vamos al grano.
    Tu crónica como siempre muy buena, aunque menos picante que otras veces.
    Te vas ablandando. Se noto que faltaba Salva.

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