lunes, 10 de febrero de 2020

5 de febrero de 2020, CASCADA DEL CANCHO

No se vayan ustedes a creer lo que no es. El del Cancho es un chorro más de entre los abundantes de la sierra. Pero suficientemente vistoso como para merecer una visita en un miércoles cualquiera, en el que no hay, por disposición libre, voluntaria y compartida, otra cosa más importante que hacer.

Este cronista tiene la secreta ambición de ir visitando, junto con sus amigos, espacios aún no estrenados por el grupo, así que mirando el mapa y solamente un mapa, cayó en la cuenta de que el territorio al sur de Valdemanco, tantas veces oteado desde las alturas que rodean al pueblo, todavía no se había pateado, salvo error u omisión, por esta peña de los mierconistas. Investigando un poco más, resultó que allí había una "cascada" y un terreno movido, interesante para el que no se conforma con caminar por una pista, pero muy transitable, con un ligero ascenso a la ida y un ligero descenso a la vuelta, como no podía ser de otra forma. Además, por allí están esas enormes canteras que tanto y tantas veces nos han llamado la atención desde la lejanía.

Total, que propuso hacer nuestro paseo de este miércoles por aquellos lares, que convocó la reunión de partida en la gasolinera de Cotos para luego dirigirse a Navalafuente y allí empezar a andar. Al cronista le pasaba con Navalafuente como con la tal cascada, que nunca antes había estado allí ni la había mirado sin mediación de fotos o pantallas. Así pues, en Navalafuente, pasadas las 10 y media de la mañana, nos hemos reunido los integrantes de la excursión: Antonio, Aurelio, Gonzalo, Ignacio, Joaquín, José Luis, Marc, Pedro, Rodrigo y el instigador que lo es de ustedes y que tiene la intención de seguir siéndolo en la medida en que se le conceda.

Nada más salir del casco urbano de Navalafuente se pasa por un puente el arroyo Gargueña -ausente la diéresis- o de Navalengua, así escrito, en ambos casos, y uno u otro en función de la vista que se elija del mapa del IGN en internet. Son esas cosas de la toponimia, difícil materia.


Pues si la tal cascada del Cancho era la atracción del paseo de hoy y es la que titula esta crónica, aviados vamos, que quiere decir que por encontrarse un poco a desmano, semioculta entre rocas de difícil acceso y con poco appeal o atractivo a pesar de calificarse pomposamente como cascada, fue objeto del mayor desprecio por la mayor parte de la cofradía, excepción hecha de los dos fotógrafos. A cinco minutos del arranque del paseo, la del Cancho es una chorrera un tanto magra, enteca, alta, eso sí, pero quebrada en varios tramos y entre un sol y sombra violento y poco favorecedor para el retrato. Ignacio y el cronista hicieron lo que pudieron aún a riesgo de dar un resbalón y salir magullados: el cronista, explorar y poco más, con la foto que encabeza estas líneas como trofeo más presentable; Ignacio, por su parte, logró una mejor faena, si no con orejas y rabo, sí con las fotos que ustedes pueden repasar aquí. Muy bien, Ignacio, colega.

Exploración y fotos, además de salir del embrollo de piedras resbaladizas, pasos verticales y matorrales interpuestos, llevaron su tiempo para disgusto de los compañeros que decidieron seguir camino sin distracciones ni cascadas. De modo y manera que los ocho restantes expedicionarios tuvieron que esperar a que se les unieran los dos de la cascada, y prometo que por hoy ya está bien de decir y escribir cascada, cas-ca-da. Reunidos al fin los efectivos de la marcha, tres cuartos de hora más tarde, se pudo continuar el paseo, ahora por un terreno con sus subidas y bajadas como corresponde y cuadra con las ambiciones de este grupo.



Se anda por el campo durante otros tres cuartos de hora. Digo lo de andar por el campo porque simple campo, ni monte ni, menos aún, montaña, es lo que abunda mucho por donde Navalafuente y alrededores, con su abundancia de piedra y matorral enano, casi rastrero, algún camino, alguna pista de tierra, un letrero en un cruce, un tendido de cable eléctrico, un enorme volquete que parece va de rally levantando polvo y, eso sí, buen olor a tomillo y un horizonte amplio, muy amplio, luminoso y lejano. Con la vista de las cumbres del Mondalindo y la sierra de la Cabrera, hacemos un alto en medio del campo y tomamos el piscolabis, medio de pie, medio sentados, aunque en la foto casi todos aparezcan de pie y algunos en posición de marcha.



Acabamos el refrigerio y, cosa de 500 m. más adelante, hete aquí que nos damos de bruces con la primera de las canteras incluidas en nuestro recorrido, desviándonos unos metros del camino hasta llegar al borde mismo del "mirador de la cantera", que es como Ignacio ha titulado al sitio. Mirador imponente, como en lo alto de un acantilado de perfiles geométricos, un enorme estanque sin agua, con fondo de blanco granito brillando al sol y dados de piedra numerados para un juego de gigantes. Ahí sí, y no donde el salto de agua que da título de esta excursión, se detiene el grupo y se admira del trabajo ciclópeo mientras el cronista lo retrata.



Nos vamos de allí con la grata sensación de que hoy ya tenemos algo que contar y que añadir a nuestro inmenso vademécum de interrogantes, aunque puede que esto lo diga solamente por mí, piensa el cronista. Y, esa enorme cantidad de piedra, ¿para qué se usa?, ¿todo en adoquines?... Luego, una vez concluido el paseo y en días sucesivos, se aprende que este granito apenas se usa en adoquines y sí mucho en revestimiento de fachadas, poco en lápidas y mucho en construcción; que de aquí, o de cerca de aquí, salió mucha de la piedra de El Escorial; que aquí trabajaron canteros gallegos y de Trasmiera en Santander; que los canteros gallegos utilizaban una jerga propia para entenderse conocida como el "latín dos canteiros" y que la jerigonza de los de Trasmiera se conocía como "la Pantoja"; y que, por lo tanto, Juan de Herrera, el arquitecto del monasterio, debió oír a aquellos trabajadores de la piedra utilizándola... Y todo eso porque Gonzalo se lo topó en una lectura y de ahí tiró del hilo y lo compartió con nosotros. Joaquín, una vez más, "al tiempo que me deleito, me instruyo".

Se nos va haciendo tarde y buscamos un atajo para acortar el paseo sin llegar hasta Valdemanco y lo encontramos en un sendero que es al tiempo el cauce de un torrente y que va a parar al Albalá, importante arroyo que llega hasta Venturada y más allá hasta el embalse del Vellón. El de Albalá se cruza cómodamente por un puente y luego no hay más que seguir, mapa y gps en ristre, por buenos caminos.




De la comida, entre 2 y cuarto y tres de la tarde pasadas, pobre testimonio fotográfico pero quizá suficiente para que el lector se haga una idea del sitio escogido y de como se aprovecha el tibio sol de la tarde para disfrutar mejor de murieles y chocolates.



Y hay que volver a pasar otro arroyo, el Gamonal, donde un letrero a mano "proibe" el paso sin concretar suficientemente a donde. Lástima de la hache, ya sabes que hoy prevalece el criterio de la utilidad sobre el respeto a la etimología y a la tradición y así nos va.



Son las tres y media pasadas y llegamos a la segunda cantera de este día que iba de chorros y acabó en piedras, que "piedras son, y se encuentran". En esta cantera falta de perspectivas desde lo alto se vuelve a lucir Ignacio con su cámara. El cronista se contenta con unas imágenes manipuladas, para adornar.



A media hora de Navalafuente, aún hay tiempo de disfrutar de la tarde, sin prisas, recreando el paseo con la ayuda de un panel, que nos cuenta, entre otras cosas, que los vecinos de Navalafuente cambiaban antiguamente su trigo, sus garbanzos y sus algarrobas por las patatas, judías o manzanas de Valdemanco. A las 4 y media de la tarde, 5 horas y media después de pasarlo esta mañana en dirección contraria, estamos de nuevo en el puente.



Naturalmente que hay un café abierto en Navalafuente para los refrescos de despedida. El cronista ha disfrutado con la novedad de las canteras y la primera visita a este pueblo, tan apañado como se puede comprobar en la foto de debajo de estas líneas. Y, perdón, se me olvidaba el chorro.



3 comentarios:

  1. Parece ser que soy yo el primer comentador, cosa rara, porque Ignacio no se lo pierde. Y debo decir, que me maravilla una vez mas, la capacidad del cronista para narrar con tanta precision y detalle los sucesos de una excursión celebrada hace mas de dos meses.
    ¡ Que grande eres, Paco !
    La foto inicial me ha encantado. Congratulations.

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  2. Original y bonita ruta esta de la Cascada del Cancho. Me llama mucho la atención la cantera que tantas veces hemos visto desde la lejanía de otras rutas. Ahora, vista desde tan cerca impresiona.
    ¡ya falta menos!

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  3. Antonio, aquí va mi comentario, que por esto del coronavirus hay que poner en cuarentena todo, hasta mirar el email. Mi opinión es que fué una excursión muy apañada, porque aunque la cas-caca-da no era nada del otro mundo, nos permitió sentirnos un rato montañeros de roca en lugar de montañeros de prau como estamos siendo últimamente. Y la sorpresa que nos tenías reservada con la cantera creo que coloca a esta excursión en un lugar destacado, de las que recordaremos en lo más selecto de nuestra memoria perecedera.

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