domingo, 19 de enero de 2020

15 de enero de 2020, DEHESA DE NAVALVILLAR

Mañana gris donde las haya; fría también. Pero cálida respuesta a la convocatoria de Ignacio para dar un paseo por la Dehesa de Navalvillar: Antonio, Aurelio, Ignacio, Joaquín, José Luis, Marc, Pedro, Rodrigo y el que suscribe, o sea, nueve y lo digo para los de letras.

En honor a Marc, que se reincorpora hoy al grupo tras años de ausencia, Ignacio ha preparado un día belga de cielos uniformemente cubiertos. En honor a esta peña mierconista -y a cualquier otro que se deje caer por estos andurriales- el municipio de Colmenar Viejo, por su parte, ha sembrado en este fincón ganadero tan soso algunas atracciones dizque turísticas aprovechándose de los restos del quehacer humano, unos muy antiguos y otros menos. Así que nuestro paseo consistió en recorrer ese gran tablero como en el parchís, saltando de casilla en casilla hasta regresar al punto de partida acumulando premios.

La casilla de partida estaba en una gasolinera para variar. Hoy no en Cotos sino en Tres Cantos o cerca, también con cafés. Luego había que saltar en coches hasta un descampado con camión enorme, donde nos esperaba Marc desde hacía rato, que para eso se ha venido a España, entre otras razones más importantes, para esperar siempre aunque solamente un poco.



La siguiente casilla contenía la explicación del juego, con mapa incluido, y el grupo se la estudia para no perderse nada o incurrir en falta y tener que regresar enseguida al punto de partida. Hasta la siguiente casilla, el camino se prolonga un buen trecho permitiendo conversaciones y desentumecimientos.



Black Hell Co., casilla con parada de diligencias del lejano Oeste. Nos hacemos una foto. Ignacio, con su cámara sabia, le saca el jugo que puede al stagecoach, que no es poco dadas las circunstancias. Alguien apunta como improbable que la próxima diligencia llegue hoy, así que decidimos seguir. En la mirada de Antonio se dan cita la vana esperanza de que llegue y el gesto desafiante del sheriff.



Hasta la siguiente casilla hay un recorrido más interesante y más gris. El terreno, salpicado de matas de escaramujos, se ondula y prescinde de caminos marcados. Este cronista, que ha visto mucha película del Oeste, se imagina a sí mismo a caballo, lentamente, al paso y bien envuelto en una manta. Los dados nos colocan en la casilla del Complejo Minero Las Gateras. La correspondiente explicación está provista de bancos, de manera que, como son ya casi las 12 del mediodía, hora de Bruselas, nos sentamos allí para dar cuenta del piscolabis. De la mina queda poco a la vista, apenas unas piedras sueltas, pero nos basta con la lectura de los textos para hacernos una idea.



Nuevo salto, corto esta vez, y nueva casilla, ahora yacimiento arqueológico. Se trata de las ruinas, apenas la base de los muros de piedra, de un pueblito, de allá por los siglos VI o VII, cuyos habitantes se dedicaban, dicen los que saben, a la reducción del mineral de hierro y a la ganadería. ¡Bien por ellos, que fácil no debió ser!. En el cuidado de sus restos se ha puesto más cariño que en los de la parada de las diligencias y es que se trata de cosas distintas y de valores distintos. Tras nuestra visita, un largo trecho de buen camino que hay que compartir de vez en cuando con vacas y terneros. El gris del día se aclara y la repentina luz deslumbra un poco a la máquina de fotos, que no estaba preparada -programada dice Ignacio- para estos excesos.



¡Ignacio campeón! La primera parte del juego tiene un claro vencedor que lo festeja subiéndose a una piedra, con los demás haciendo piña alrededor. Hasta llegar allí ha habido que vadear un diminuto arroyo, el de los Cerros, tan discreto, limpio y brillante; tanto, que ni siquiera Rodrigo y Antonio le hicieron ningún asco. Por su parte, este cronista cree que siempre habría que incluir un arroyo o río que vadear en todos nuestros paseos, aunque fuera uno solo y como este de hoy.



Quinta o sexta casilla: vuelta al Oeste. El panel dedicado a interpretar -hoy todo se interpreta, no basta con describir- señala un único resto, una magnífica chimenea de ladrillo, de lo que fue rancho en Montana. Aurelio no es Aurelio sino Clint, cazado por el fotógrafo en el gesto de incredulidad al ver su casa desaparecida; dice que han sido los chinook.



No es un fuerte ni un puesto de observación avanzado. Es el mirador de Peña Gorda, puesto ahí amablemente por el ayuntamiento de Colmenar para mirar. Pero hoy no se ve nada. Tanto es así que hay que recurrir a la brújula y los paneles para averiguar por donde cae el cerro de San Pedro. Pero no pasa nada; la partida continúa y los jugadores se hacen la foto que testimonia su arrojo como caminantes. El líder, cansado de tanto escrutar el tablero, se sienta un momento.



Muy cerca del mirador, todos decidimos seguir el ejemplo de Ignacio y sentarnos, esta vez para almorzar. Son las dos y media de la tarde y no faltan ni el vino de Aurelio, ni los chocolates de Rodrigo, ni el whisky de cantina del Oeste de Joaquín. Baste con la palabra del cronista, porque las fotos del almuerzo brillaron por su ausencia.

Poco duró el descanso porque aún quedaban casillas por jugar. La primera, un nuevo yacimiento arqueológico, el de Navalvillar, que ha tomado su nombre de la finca y gemelo prácticamente del anterior, el de Navalahija. La segunda, el pórtico de entrada al rancho White Rocks. Nada que ver con el rancho Southfork, el de Dallas, más ostentoso y hortera. Aquí ha pesado mucho la vecindad del poblado de la tribu de los chinook, cuyo cercado se puede ver en la misma foto, dotados hoy en día incluso de medios aéreos.



Aún queda una casilla muy interesante antes de la meta final o palacio del sultán. Es la ermita de la Virgen de los Remedios, patrona de Colmenar, que visitamos, y de su yacimiento arqueológico, uno más, aunque quizás el más importante, de entre los de hoy. En la foto, miembros de la peña asomados a los restos de la necrópolis visigoda. Hay allí mismo un bar, en el se celebra el próximo final de la partida alrededor de cafés calientes y bebidas frías.

En la última de las imágenes, la casilla de partida y de llegada. Hacemos recuento y resulta que no ha habido perdedores porque estamos los mismos y nadie se ha comido a nadie. Todos hemos ganado hoy. Sigue gris y frío y el reloj dice que no son todavía las cinco de la tarde.


3 comentarios:

  1. Muy bonita partida de parcheese, perfectamente narrada. He echado de menos la musica de " Los nueve magníficos ", que decía algo así como ... Nueve, son los hombres...nueve, sus caballos...¿ verdad ?

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  2. Fantástica excursión de muchos, muchos antonios de satisfacción.
    Fantástica narración.

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  3. Interesante comparación de una excursión de alta montaña con el juego del parcheese. Aunque en realidad a mi me pareció más el juego de la oca, aunque con una variante: de conejo a conejo y tiro por que me toca. Hemos acumulado unos cuantos valiosos antonios que, según el último estudio de la Yayo Medical & Care Research University Center de Wyoming, aumentarán nuestra esperanza de vida en 2 días y 16 horas y nuestro cociente intelectual en 0,001. No os quejeís porque al menos no ese día no hemos perdido cociente.

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