lunes, 12 de marzo de 2018

7 de marzo de 2018, EL PICAZO

Por si a ustedes les va lo de las expresiones "a la moda", generalmente venidas de otra lengua, una "window of opportunity" es lo que hemos tenido en este día. Es decir, que el día anterior llovía y que el día siguiente nevaba en el lugar de nuestro paseo y que este grupo estaba ya necesitado de una cierta bonanza meteorológica. Dice Ignacio como resumen, en su habitual envío de los datos de la jornada: ¡Albricias!, una ruta sin lluvia, sin nieve, sin sin. Solo sol y camino por delante. Pues eso, que la propuesta de Gonzalo fue muy oportuna y que las previsiones meteorológicas se cumplieron para nuestro beneficio.

Omito detalles de la reunión para el café en la gasolinera de Venturada y de los atascos previos en las carreteras hasta llegar allí, y comienzo la crónica donde comenzamos a andar: a eso de las 11 de la mañana, en la pista que sale de Robledillo de la Jara y con el tiempo que se puede ver en las fotografías. Pedro se nos ha reincorporado con buena salud y en un estado de forma espléndido como tuvo ocasión de demostrar.



A la pista llana y de buen firme le sucede pronto un senderillo que reclama para sí el dicho "cuando el camino suena, agua lleva". Sonaba el agua que bajaba deprisa por el sendero entre jaras y había que cuidarse de no comenzar la jornada con los pies empapados como un día más de entre los últimos.



La subida, por la ladera del que el IGN identifica como Cerro Porrejón (mucho porrejón hay por estos andurriales), dura alrededor de una hora hasta alcanzar el cordal donde se suceden, acompañando a este Porrejón menor, varias alturas por las que ya hemos andado en otras ocasiones. El Picazo, meta en altitud de la excursión de hoy, es una de ellas y no muy distante, pero el trazado de la ruta nos lleva a descender por la otra vertiente hasta una buena pista, que seguimos en dirección norte unos veinte minutos más hasta situarnos justo por debajo y al este del Picazo. El piscolabis es sagrado (que inspira veneración o respeto) y allí mismo, a la vera del camino, a las 12,25 del mediodía, minuto más, minuto menos, le hacemos los honores debidos.



También allí se decide democráticamente atacar el ascenso al Picazo desde ese mismo punto, en lugar de prolongar el recorrido por la pista hacia el norte y hacerlo recorriendo la cresta desde el collado de Matalinares y Peña Portillo.



Desde la pista, pues, un tramo inclinado hasta la cima del Picazo, corto pero exigente, con el grupo un tanto fragmentado aunque entero en fuerzas. Allá arriba hay una caseta de cemento gris rodeada de un quitamiedos pintado de verde, como un balcón al ancho valle, donde el Lozoya -el gran Lozoya- abastece los embalses del Villar y de Puentes Viejas y del Atazar.



Aprovechando el mirador, Gonzalo sitúa y pone el nombre a muchos de los lugares que están a la vista, que ya hemos recorrido en muchos de nuestros paseos y que aún patearemos mientras las fuerzas (y el muriel, el chocolate y las bolitas de queso) no fallen.



Hacia el otro lado, la presencia imponente de la Peña de la Cabra no nos abandona. También allí y hasta allí - Albirigaño, la Peña del Águila, el alto de las Rozas, el collado de la Tiesa- las huellas de nuestros pasos. El descenso hasta la pista por el ancho cortafuegos de tierra roja no es menos exigente que la subida y las rodillas protestan aún más si cabe. Como puede deducirse por la foto, alguno ha quedado bien detrás, atrapado en la enorme plástica de la vista.



En el mismo lugar del piscolabis, el almuerzo, entre las 2 y media y las 3 de la tarde. Queda así este lugar consagrado como comedor al aire libre y señalado -waypoint- en los mapas y en la memoria del grupo.



Para regresar al punto de partida nos queda una hora y pico de fácil pista y carretera asfaltada, ¡qué se le va a hacer!. En todo ese tramo de la M-130, carretera "de montaña" que une Robledillo de la Jara con Prádena del Rincón o viceversa, pasando por Puebla de la Sierra, un solo vehículo a motor. Si no demasiado útil para el tráfico rodado, por lo menos a nosotros nos vale para descuidar la atención en el paso y ponerlo más en las conversaciones, lo que no es mala cosa a la hora de la siesta.




Así, poquito a poco, recalamos por Robledillo, donde los coches, cerca de las cuatro y media de esta tarde soleada y fresquita. Revelando nuestra condición, Ignacio aprovecha un cómodo banco de madera para hablar por teléfono. A Pedro le ha sentado muy bien esta primera salida tras su prolongada ausencia y Joaquín precisará más tarde "la rodillera me sentó bien", suponemos que además del paseo. En resumen, pocos aurelios, 16, pero grandes vistas, cómodo terreno y una cumbre que añadir a nuestras conquistas, sol invernal y tibio y ningún accidente excepto los del terreno.

Hay que repetir que Gonzalo no solamente supo aprovechar la window de marras, sino llevarnos de paseo con mucho tino y mimo. Eso te cuento, Rodrigo.

1 comentario:

  1. Me ha gustado la ruta y la crónica. Especialmente destacaría la fotografía impresionante del cortafuegos con cuatro mierconistas en la bajada.

    ResponderEliminar