lunes, 15 de febrero de 2016

10 de febrero de 2016, LA PUENTE MOCHA

Introducción y parabienes

Querido Rodrigo,

Antonio nos ha propuesto -y he de decir que con mucho tino- uno de los paseos que recoge Andrés Campos en su guía: un recorrido variado -el pinar, el río, el puente, la cumbre, las peñas-, con un tiempo que ni de encargo -niebla y nublado, viento y calma, sol, el punto justo de humedad y de temperatura- y unas dimensiones en horizontal y vertical muy al alcance de cualquiera. Por su parte, Ignacio mejoró la ruta estándar con alguna variante que añadió interés y algo más de esfuerzo.

Como se va viendo, eso de la elección de la ruta de cada miércoles no es asunto baladí: hay que planificar y avisar con tiempo, procurar la variedad, adaptarse a la previsión meteorológica y a las posibles condiciones del terreno, sopesar bien distancias y desniveles, precisar la hora de salida y el punto de arranque, orientar la mayor o menor formalidad del almuerzo, etc., etc. Es hasta cierto punto sorprendente que el porcentaje de éxitos en la organización de nuestros miércoles alcance casi el cien por cien del total, y si digo casi es por no parecer excesivamente parcial. De manera que, en el fondo, la excursión de hoy ha sido tan buena como de costumbre y las felicitaciones a Antonio se corresponden con las que deberían destinarse cada semana al responsable de turno.

Tostadas

10:00 El bar que hay en el puerto de la Cruz Verde es punto de reunión tanto de aficionados a la moto como de aficionados a las grandes tostadas con aceite y tomate. Nuestro caso es el segundo. Así que Antonio, Braulio, Ignacio, José Luis H., Pedro y este cronista allí se vieron y juntaron alrededor de los cafés y las susodichas antes de dirigirse a Valdemaqueda para comenzar el paseo de hoy.



Cacareos

11:02 El camping "Canto de la gallina", en cuya proximidad arrancamos, no parece encontrarse esta mañana en uno de sus mejores momentos: ajado y mustio, diría yo, como poco. Además, tiene un nombre que se presta a confusión por poderse referir tanto a los sonidos que emiten estas aves de corral, como a una posible piedra, roca o peñasco que los de este pueblo relacionan de algún modo con la gallina, bien por el parecido en sus formas, bien por su aptitud para acoger a su amparo el guisado de una pepitoria campestre. El caso es que, poco interesados por permanecer en este lugar, de allí nos vamos en busca de aventuras. Valdemaqueda se cobija bajo un manto de nubes, que estamos en febrero y no es cosa de exponerse demasiado a la intemperie con la que está cayendo.



La aventura de la depuradora

El camino principal a la puente Mocha es muy bueno pero nosotros lo abandonamos pronto siguiendo el trazado de Ignacio y por lo de buscar aventuras que se resisten a aparecer. Como no se puede atender al gps y al teléfono al mismo tiempo, casi vamos a parar a los cerros de Úbeda, pero rectificamos enseguida: una oportunidad de aventura que se esfuma. Al otro lado del valle y por encima del arroyo Rodajos, a nuestra derecha, hay un grupo de construcciones entre las que, según nuestro mapa, debería encontrarse una depuradora. Al no haber forma de identificarla a simple vista y este grupo es de los que solamente atienden a pruebas fehacientes, tenemos que recurrir a la foto aérea que Ignacio proporciona tras el paseo para confirmar su existencia. Este suceso no puede considerarse como aventura según los cánones clásicos, pero estamos en tiempo de sucedáneos y aventuras virtuales y nosotros somos gente de buen contentar.

No es éste el teléfono al que me refiero

Un parque temático

El entorno de Puente Mocha es como un parque temático, con sus barandales, mesas de picnic, rampas y escalones de piedra y cercas de madera de pino creosotado. El propio puente está tan rehabilitado y limpio que parece un decorado de cartón piedra para una película de Samuel Bronston. El río Cofio luce un cauce muy fotogénico, pero sus aguas se muestran sospechosamente oscuras. Un panel ayuda a interpretar lo que se ve e incluso lo que no se ve.




Y un pase de modelos

Lo que sí hemos visto ha sido un pase de modelos. También los pases de modelos necesitan interpretación y a tal menester dedicamos un rato. Como no quiero resultar tan oscuro como las aguas del Cofio, aclararé que el pase de modelos lo hemos visto en la pantalla del teléfono de Antonio, autor de un breve videoclip sobre esa singular temática. Acerca de tal ocasión -no me atrevo a titularla de aventura- y sus circunstancias concretas mejor inquieran del propio autor; este cronista no sería fiel al original por mucho que se esforzara.

Para el piscolabis, mejor la orilla del río que las coquetas instalaciones

Por San Pedro arriba

13:39 Es el último repecho antes de alcanzar la cima del cerro de San Pedro, émulo del más conocido en las proximidades de Colmenar Viejo. Detrás, el cerro Boquerón. José Luis H. dedica un recuerdo a Aurelio, más partidario del sustantivo anchoa. La cuesta de San Pedro arriba me trae a la memoria la transformación sufrida por el nombre de una calle muy empinada en Arcos de la Frontera: del "San Pedro" oficial del nomenclátor al "San Pedro Madre de Dios" del vecindario. Cuando el turista mesetario pregunta el porqué de semejante dislate, se le explica que, a mitad de la cuesta de San Pedro, "tó er mundo", resoplando y a punto de perder el resuello, exclama "¡Madre de Dió!". Pues aquí, por el estilo.



"Hacemos cumbres"

13:57 En todo lo alto del cerro de San Pedro (son 1.021 m. imponentes), con parada para descansar y hacer la foto de grupo. Eso de hacer cumbre, forma habitual de significar que se ha llegado a la cima de una montaña, me recuerda lo que dijo un tío mío con mucha retranca y una pizca de mala leche cuando, a su pregunta sobre qué carrera estudiaba un muchacho conocido de la familia y un tanto tosco, éste le respondió "hago aparejadores". Lo que dijo mi tío fue "¿y cuántos has hecho?" y ahí se acabó la conversación. Nosotros no solamente hemos hecho hoy una cumbre sino varias y no con nuestras manos sino con nuestros pies. En concreto, y aparte del Boquerón y el San Pedro éste, la llamada La Corbera, que viene después.



El testigo

Desde la roma cumbre del cerro se disfruta de una espléndida vista de Valdemaqueda. Nosotros disfrutamos un rato más bien pequeño por causa del antipático ventarrón, pero el pino de la foto, que no se mueve de su sitio, lo hace todo el tiempo. Incluso llegó a ver, sin disfrutarlo por supuesto, el incendio del 2013, que amenazó a las casas del pueblo bajando por la Solana de San Sebastián desde los montes del vecino Robledo y que finalmente se detuvo a las puertas. Este pino aislado, ajeno por tanto a la amenaza de los fuegos que se propagan saltando de copa en copa, tiene bastante con resistir vientos como el de hoy y hasta más fuertes. Que lo siga haciendo por mucho tiempo.



Un almuerzo amenazado

Nuestro encuentro con la aventura empieza, por fin, al descender del San Pedro. Como no quiero exagerar y una imagen vale más que mil palabras, en la foto de más abajo pueden ustedes ver el cariz de la pronunciada bajada hasta el lugar que elegimos para el almuerzo, al resguardo del fuerte viento.


14:07 Efectivamente, estamos al resguardo del viento pero no de otras amenazas. Advertidos hoy de la gran abundancia de procesionarias en este pinar, tratamos de situarnos para almorzar en un lugar libre de tan antipático bicho, pero, aún así, uno de los representantes de la especie "Thaumetopoea pityocampa" se atreve a escalar la espalda de Pedro mientras éste come tranquilamente su bocadillo. Manos mal que José Luis se percata y antes de que la peluda oruga culmine su ascensión hasta el cuello del inocente comensal, lo descabalga de allí con presteza y con la ayuda de un palo por si acaso.



Amenaza también real de un gran tronco seco, todavía en pie y muy carcomido en su base, que metía miedo contorsionándose e inclinándose hacia el lugar donde estábamos bajo las fuertes ráfagas de viento. Acortamos el tiempo de la sobremesa y nos despedimos de él con la seguridad de verle en el suelo la próxima vez que volvamos por estos lares. Ahí está, el de la izquierda en las fotos de abajo, junto con otro ejemplar que se nos cruzó por el camino, más vivo y aún firme.



Una encarnizada batalla

Que emprendimos a pedradas contra un nido de procesionarias, sirvió para acelerar la digestión del almuerzo y ponernos en riesgo de una luxación de hombro. A pesar de un par de aciertos de Ignacio y de José Luis, el nido permaneció incólume en su sitio, así que, a partir de ahora y además de la caña de pescar plegable, añadiremos al equipo individual estándar del mierconista una escopeta con cartuchos de mostacilla o un "flit".



Poco queda que contar. Antes de la bajada muy directa al camping de la gallina, y a falta de cosa mejor que hacer, "hicimos" la última cumbre del día, La Corbera, un ligero promontorio que, una vez hecho, allí quedó para los restos. Eran las tres de la tarde cuando llegamos a los coches, de manera que decidimos volver a pasar por el bar de las tostadas y tomarnos unos cafés a palo seco antes de regresar a Madrid. Nuestra mala cabeza olvidó señalar un encargado de la próxima excursión, de manera, Rodrigo, que ya veremos si la semana que viene recibes nueva carta. Espero que sí. Abrazos.

3 comentarios:

  1. Curiosa crónica en la que el camino pasa a un segundo plano para ceder protagonismo a la la gallina del canto, las sucias aguas del Cofio, las anécdotas del abuelete Paco, las procesionarias, los pinos en inestable equilibrio y finalmente, el incendio de Valmaqueda, ¿o era Valquemada?. ¿Es que no hubo camino?. ¿Es acaso que Antonio ha inventado la excursión virtual? Cada uno que juzgue por la crónica de el vocero de Valquemada. ¡Ah! y por cierto, la sorpresa al intentar encontrar un bar en el pueblo para tomar el poscafé, fué encontrar a todos los ciudadanos de la emérita e invicta Valmaqueda sentados en largas filas alrededor de mesas sin fin en actitud sospechosa, cual alienígenas practicando un rito oculto y que no nos atrevimos a interrumpir ni siquiera parando el coche para observar. Y si os parece que alucino, explicarme qué hacía todo el pueblo en silencio a las tres y media de la tarde con un frío que pelaba haciendo como que se divertían. Por si acaso le enviaré la crónica a Iker Jimenez para que investigue en Cuarto Milenio.

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  2. Bella crónica, de una riqueza verbal que me recuerda la prosa de Don Alonso Quijano, en sus floridos soliloquios con el querido Sancho. ¡ Y yo me siento muy Panza !
    Queda por añadir a las puntualizaciones de Juan Ignacio , tan acertadas como siempre, que al final nuestros amigos los buitres, que nos sobrevolaron por encima del cerro en varias ocasiones, no pasaron de la amenaza a los hechos y salimos incólumes de la aventura.

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  3. Creo que desde La isla del Tesoro no había leído una narración con trama tan apasionante. ¡Vaya aventuras que han vivido los protagonistas! Gracias a Dios están ustedes sanos y salvos. Lo de tirar piedras al nido de procesionarias me ha hecho recordar tiempos vividos hace mucho, mucho tiempo. Paco, muchas gracias, lo he pasado genial con tu relato. Abrazos a los aventureros.

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