sábado, 7 de febrero de 2015

4 de febrero de 2015, SOTOS DEL HENARES

Que también se podía haber titulado "Cerros de Henares", puesto que ambas formas se usan en la abundante cartelería con que se adorna hoy el inicio de esta ruta, como cualquier rutilla que se precie, que tal parece que no hay mejor oferta al ciudadano mayor que la de espacios para caminar y así dejar libres las calles y los puestos de trabajo para los jóvenes. Cierto lo de sotos y cierto lo de cerros, que los hay, ambos a dos, en abundancia. Ignacio, ausente forzado por culpa de un mal bicho, propuso esta excursión por tierras cervantinas y allá que nos fuimos, huyendo de las recalcitrantes nieves de las sierras. Grupo más bien magro, a saber: Braulio, Joaquín, José Luis H., Pedro y este que lo es. Día bueno, soleado, con fresco, que se hizo más evidente en las alturas a causa del viento serrano.



La partida, puntualmente a las 10,30. Ancha pista, civilizada propuesta de las autoridades y otras hierbas para dar a conocer este Espacio Natural Protegido de los Sotos del Henares, Lugar de Importancia Comunitaria en la Red Natura 2000, que bien está. Así da gusto caminar. Especialmente si las nuevas calles de este espacio se titulan Paseo de la Democracia, de la Igualdad, de la Convivencia, del Diálogo, de la Fraternidad y de la Tolerancia, como es el caso. Tales virtudes las practica este grupo habitual y espontáneamente, no se vayan a creer.



Más adelante y más tarde, como a la hora escasa del arranque del paseo, la pista se adentra en un hermoso bosque de pinos, con alturas del terreno a ambos lados. El camino se hace pindio en su última parte, atacando hacia el oeste la subida al Ecce Homo, cerrete testigo de 836 m. que domina estos parajes.



En la ladera de sotavento, todavía bajo pinos, hacemos el alto del piscolabis. Luego hay que abrigarse, con el viento arreciando; se abandona el bosque y se recorre la muy ancha y plana cumbre del Ecce Homo, con espléndidas vistas sobre Alcalá de Henares y un Madrid lejano, y sobre los cantiles que dan a los sotos del Henares.



Un caminante muy equipado con cámaras de fotos deambula por aquellas alturas como lo hiciera por la terraza de su casa. Más tarde nos lo volvemos a encontrar y nos informa de la existencia de unas interesantes cuevas naturales que tiene la intención de fotografiar. No nos tienta la propuesta ni tampoco lo hacen las vistas, que el tiempo no invita a permanecer quieto. Así que iniciamos el descenso por la ruta trazada en el mapa y que resulta ser un estrecho y más bien vertiginoso sendero, primeramente de tierra suelta y más adelante, y así hasta casi el final, de una roja, húmeda y resbaladiza arcilla que obliga a esmerar la atención en cada paso.



Sin el experto apoyo de Ignacio y sus instrumentos seguramente nos hemos desviado de la ruta, de tal forma que andamos durante un rato haciendo equilibrios hasta encontrarnos de nuevo con el camino más horizontal que recorre la media docena de profundas cárcavas que caen sobre el río. En cualquier caso, el camino es estrecho y el barro abundante, así que se nos da la oportunidad de compensar la tranquilidad que nos ha acompañado en la primera parte de la excursión con algún sobresalto que otro.


El Ecce Homo

De un sobresalto queda huella evidente en los pantalones de Pedro; y del barro, en sus botas y en las de todos los demás. Pasamos por la boca de una de las cuevas que nos había anunciado el fotógrafo: oscura, profunda, inclinada, tenebrosa, como debe ser. ¿Será la de Malvecino o la de los Gigantones? Dicen que se han usado continuamente, desde el neolítico como vivienda y hasta este mismo siglo para cultivar champiñones. Ahora mismo, creo que para hacer botellón y ensuciar. Así que mejorando. Pasamos también al lado de las ruinas de Alcalá la Vieja o Qal'at abd al-Salam, fortaleza hispano - musulmana de los siglos IX y X, y de su torre albarrana, que tan bien se conserva. Ajenos a las huellas de la historia, nosotros atendemos principalmente a la seguridad del próximo paso.



Más cerca de las dos de la tarde que de la una, acabamos el descenso de los cerros y llegamos a los sotos. El barro arcilloso no cede, bien al contrario, se hace más abundante y pegajoso. Aún así disfrutamos de la ribera izquierda del Henares, tan tranquila y tan diferente de una margen derecha que comienza a estar atestada de casas y coches.



Gonzalo nos espera desde hace rato en el aparcamiento. Aunque no ha podido acompañarnos en el paseo, sí lo hace a la comida abordemanteles, que hacemos en el mismísimo centro histórico de Alcalá, cabe las puertas de la Universidad y con una tarde ya nublada y de frío sin recato. En fin, 11'7 km. y 390 m. de desnivel.

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