sábado, 1 de febrero de 2014

29 de enero de 2014, PUERTO DEL "CUARTO Y MITAD DE CELEMÍN"

Efectivamente, hay que reconocer que la magnitud de las gestas de este grupo de caminantes disminuye y encoge en ocasiones, aunque siempre con motivo. Este es el caso de la excursión de hoy, en la que tiempo se ha mostrado más inclemente de lo previsto, obligando a un cambio de objetivo y a un acortamiento de su longitud y duración. La tal sisa ha afectado incluso a su título: el puerto del Medio Celemín, precioso topónimo más destacado de nuestra ruta, ha venido a quedar, por obra y gracia del incisivo Ignacio, en puerto del cuarto y mitad de Celemín.

Pedro había previsto hacer un recorrido por el pinar de Casasola desde el embalse del Villar pero, ya  en el camino hacia allá desde Cotos, la densa nevada y la creciente oscuridad del cielo, aconsejaron un cambio de rumbo, tal como Gonzalo había presagiado en la convocatoria. Una breve encuesta entre todos los presentes, en la misma cuneta de la carretera, decidió, bien que por corta mayoría, dirigir nuestros pasos a Valdemanco y, desde allí, abordar la ruta del Medio Celemín y lo que hiciera falta.


Los motivos épicos aducidos por los que optaron por esta ruta pudieron ser excesivos y quizá poco sinceros, pero la elección nos permitió, desde el mismo arranque del paseo, al borde de las 11 de la mañana, disfrutar de unas magníficas vistas de la sierra de la Cabrera velada por la nevisca y las nubes bajas.

Desde que comenzamos a andar hasta el puertecillo del Medio Celemín, apenas transcurrieron cuarenta minutos de cómodo paseo por la pista nevada. Las fuertes rachas de viento helado, ¿aliciente o molestia?. No seré yo el que sentencie en cuestión tan profunda y compleja. 



Dos anotaciones del paso por el Medio Celemín. La primera: Quizá evocando los antiguos usos, que obligaban al abono de una tasa a los que cruzaban el puerto con mercancías, hoy se han instalado  allí diversas barreras. No me gustan las barreras y disfruto levantándolas, tal como hoy hacemos, o saltándolas. Pero me disgustan más aquellas cuya utilidad no es evidente, las que parecen un monumento a la prohibición, las gratuitas o arbitrarias. Supongo que éstas tienen su razón de ser y ahí me quedo.



La segunda: No contentos con poner barreras, se ponen avisos atemorizantes y escasamente informativos. Los que celebran, es un decir, monterías bien podrían precisar fecha y hora. Dejar así el aviso, escueto y desnudo, es tanto como decir, chulescamente, aquí estamos pegando tiros y si le cae alguno a usted no se me queje porque ya le habíamos avisado. Zafia y poco civilizada, como poco, forma de proceder.

Una vez visitado el puerto y rumiadas estas consideraciones, invertimos la dirección de la marcha y ascendemos por una fuerte pendiente para recorrer por pista un tramo de la ladera de la sierra que nos separa del valle de Canencia. Por encima de nosotros y a nuestra derecha, el Cancho del Pastor y el de la Zorra y las alturas del Regajo y el Mondalindo y el Cervunal. Lo digo no solamente por informar sobre nuestra posición, cosa que los mapas de Ignacio hacen con mayor precisión y técnica, sino para recrearme y recrear al lector con los sencillos y expresivos términos de la toponimia local.



Del carácter de la marcha a partir del puerto dan parcial testimonio las fotos anteriores. No se refleja adecuadamente el picotazo en el rostro de la cellisca impulsada por las fuertes rachas de viento, ni el sedoso crujido de la pisada en la nieve virgen, ni otras circunstancias igualmente agradables que hicieron a más de uno alegrarse de la elección de esta ruta. Llegamos a una fuente de piedra y caño y aprovechamos para reponer fuerzas. Puesto a aprovechar, yo aprovecho para seguir ilustrando la crónica con algunas fotos sin comentario y sin color.



El camino y los caminantes van descendiendo lentamente, sin sucesos, sin anécdota. Las impresiones visuales hoy ganan a las verbales e imaginativas y así sigo dejando muestra de rostros y figuras.



Más abajo y fuera del bosque la pista ha perdido ya su capa de nieve. Se atraviesa la Cañada Real. Valdemanco está allí abajo, aplastado y gris entre la bruma. Apenas la una y media de la tarde. Tiempo sobrado para abordar los coches y dirigirse sin prisas al sitio elegido para la comida.



Números: distancia, 6,3 km. Tiempo con paradas, 2,5 horas
Personas: Gonzalo, Ignacio, José Luis H., Paco A., Pedro, Rafa, Rodrigo, Salva y este cronista.




1 comentario:

  1. Excelente reportaje fotográfico y como siempre con una prosa digna de los mejores anales montañeros, aunque a veces de montaña tiene poco y llega a la categoría de colinillas. Muchas gracias.

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