sábado, 18 de enero de 2014

15 de enero de 2014, CAÑÓN DEL RÍO AULENCIA

En esta ocasión, Paco A. nos ha propuesto un paseo de fácil trámite pero de menos fácil preámbulo. El punto de reunión no es una gasolinera, ni un aparcamiento, ni un apartadero de vehículos, ni un área de recreo; carece de cafetería, de edificaciones, de calles numeradas; por carecer, carece hasta de vistas en esta mañana de niebla espesa. Pero, inopinadamente, casi como si de un encuentro fortuito se tratara, allí coincidimos los que se han apuntado a la excursión, Antonio, Gonzalo, Ignacio, Joaquín, José Luis H., Paco A., Pedro, Salva y el que suscribe. Un espacio, ancho para estacionar, en medio del mundo gris y en las cercanías de Villanueva de la Cañada. Sus coordenadas: 40º, 28' 43,70" de latitud y 4º 0' 49,73" de longitud. Hay allí unos camiones y unos hombres que trabajan en lo que parece ser una infraestructura hidráulica.


Lo dicen quienes saben de eso. Durante un buen trecho aparecen a ambos lados del camino embarrado casetas, registros, arquetas, sumideros, sifones, colectores... Yo no estoy seguro de lo que veo y tampoco de lo que digo, pero me consuela que los más técnicos, tampoco. Más adelante, antes de cruzar precariamente el arroyo llamado del Conejal, y después de pasar por encima de la Conducción del embalse de Picadas, nos detenemos a leer uno de esos paneles con que nos ilustran las instituciones públicas y otros variopintos entes. En el que digo, aparecen con sus escudos y blasones los ayuntamientos de Valdemorillo y Colmenarejo, además del de la Suma de Todos, de la Red Natura 2000, de lo de Vías Pecuarias y de algún otro ente de más confusa identidad. Se refiere al Molino del Puente Caído y contiene su texto palabras tan sonoras y antiguas como caz, canal, rodete, templador, farinal, saeta y graonza. También aparecen en él bonitas ilustraciones del Pseudo - Juanelo "Los veinte y un libros de los ingenios y máquinas de Iuanelo, los cuales le mando escribir y demostrar el Chatolico Rei D. Felipe Segundo, Rei de las Hespañas y del Nuebo Mundo". Como la cosa va de obras hidráulicas, pasamos por debajo de un melancólico, por abandonado e inútil, acueducto y nos orillamos ya al Aulencia.



El camino, trazado sobre la obra de otra antigua conducción, sigue la escarpada margen izquierda del río Aulencia en dirección al embalse del mismo nombre. Nos detenemos a hacer los honores a las bolitas de queso de Ignacio y a otros acompañamientos nutritivos de menor rango en unas rocas resbaladizas que dominan un verde y profundo bodón del río.



Hay mucha ciencia en esto de pasear por el Aulencia. Lo digo porque, en la conversación con Paco A., salen a relucir las variadas y múltiples iniciativas municipales, cívicas y asociativas por mantener vivo el conocimiento y disfrute de los ríos de la región madrileña. Tal parece que hay que recordar el arte de la caminata en estos tiempos tan propicios al sedentarismo y al uso de la escalera mecánica. Busquen ustedes en internet "rutas por el río Aulencia" y ya verán que es cierto lo que digo. Así, de paso, aumenta la cultureta sobre el trazado de las conducciones de agua y otras importantes cuestiones. A mí eso me interesa, pero normalmente prefiero dejar vagar los pensamientos y fantasear sobre el misterio de un paisaje en medio de la niebla, por ejemplo.



Al rato de abandonar las cercanías de la poza verde, cuarenta minutos más tarde para ser preciso, alcanzamos a ver delante y encima de nosotros la presa del Aulencia y unas construcciones de servicio de la presa a nuestra derecha. En el sendero, un balconcillo o púlpito con precaria barandilla de tablas de madera protege un cilindro de cemento, que tiene su réplica en el otro lado del río. Allí, Antonio aprovecha para otear el horizonte y la hondonada del Aulencia.



Tras una breve visita a las vetustas construcciones de servicio de la presa, paseamos por encima del dique hasta la cancela que impide el paso al otro lado. Además de deleitarnos con la vista de la garganta del río y de la extensa superficie de agua del embalse, se vuelve al tema - casi lema - de estos días, discutiendo acerca de la función de los mencionados cilindros; que si sifones, que si hitos geodésicos...


La parada se prolonga un poco más, lo suficiente para hacer las fotografías que completan nuestra ya abundante muestra de esta temporada de aguas, reflejos, plantas palustres y construcciones del ramo de la ingeniería civil, sección canales, y que serán mostradas en tiempo oportuno. Luego, una buena subidita por la Colada del Molino Sopas (¡viva la toponimia!) hasta la altura donde se encuentra un mojón de piedra fechado en 1795 que marca un vedado de caza del rey Carlos IV. Veo la gran extensión de monte que nos rodea y agradezco que algunos de estos cazaderos reales sigan siendo en el día de hoy naturaleza no asfaltada. Más adelante pasamos por el escaso rastro de la que dicen fue una mina y posamos para una foto. Se hacen cábalas sobre su antigüedad y naturaleza de la explotación que, naturalmente, no concluyen en nada definitivo y cierto contribuyendo a aumentar el censo de los misterios del día.



El almuerzo tiene lugar al amparo de una pequeña construcción, seguramente un almacenillo, con tejado que parece de uralita y puerta metálica bien cerrada. Unas desvencijadas sillas acomodan las posaderas de algunos de los apenas fatigados paseantes. Las pinturas "al spray" de la fachada y algunos restos de ladrillos y otros desperdicios contribuyen a crear una cierta imagen de decrepitud que nos viene bien para la burlona foto de grupo. Las descaradas sonrisas señalan a los que complace adoptar, aunque sea provisionalmente, la apariencia de "vieux clochards", inadaptados y transgresores.


Un paseo cercano a la hora hasta los coches. Con una puntualidad rayana en el portento, la lluvia hace su aparición. Surgen algunos paraguas y el paso se aligera. El día, que ha ido de aguas, sigue mansa y obedientemente su curso, y nosotros también.

1 comentario: