domingo, 2 de diciembre de 2018

28 de noviembre de 2018, TRAVESÍA COLLADO HORNILLO

La mañana de este miércoles de finales de noviembre estaba preciosa en el puerto de los Leones o alto del León como ahora prefiere llamársele. Fresco el aire y limpio, un cielo azul más bien pálido de ligeras nubes altas, ese verde agrisado de la pinada, las cumbres ya tocadas brevemente de blanco. 10 en punto. Cafés y, detrás de los cristales empañados de una vitrina, hermosas piezas de carne para un churrasco. Joaquín aplasta la nariz al cristal de la vitrina como el niño en el escaparate de caramelos; el cronista también. En menos coches de los que han llegado, los excursionistas bajamos a San Rafael, despacio, despacio, no vaya a ser.

En San Rafael, el de la larga calle o carretera que lo atraviesa de punta a cabo con pocas contemplaciones para con el viandante, apartamos los coches a un lado -donde el parque Rafael Calvo Ortega-, sacamos las mochilas y las botas del maletero y, sentados en un poyo de piedra muy conveniente, nos aviamos para el camino. A las 10,30 ya estamos andando, cruzando por mitad del parque. Alguno, Ignacio dice bastante después, va ligero de equipaje. El avisado lector puede ir haciendo sus cábalas con la ayuda de las fotografías.



Siempre hay alguna puerta en el campo, esta de ahora, muy al principio del camino, pulcra y civilizada. También prolija es la pista del GR-88, muy lisa y de suave pendiente, muy alfombrada de pinaza, con sus pasarelas y todo para no mojarse los pies en el arroyo Mayor.



Más adelante y más arriba, el Mayor se ha hecho aún más grande y más travieso y salpica la siguiente pasarela, más rústica y resbaladiza. "Alguno" tiene que hacer los primeros equilibrios del día, muy facilitados por la menos que ligera impedimenta.



El GR-88 se camufla en el bosque y hay que extraer del gps de Ignacio la pizca de aventura correspondiente al día de hoy. Rodrigo sube ligero, alado. Oigo, detrás de mí, voces y exclamaciones. Rodrigo pregunta por su mochila, pero nadie sabe darle razón de ella. Las fotografías confirman que la mochila de Rodrigo se ha quedado detrás, tan detrás que no ha llegado a participar ni en el arranque del paseo, hace ya más de una hora. Demasiado trecho recorrido para deshacer el camino, de manera que se acuerda continuar con el plan trazado y cruzar los dedos para encontrarla a la vuelta.

Cerca de un promontorio de rocas el bosque está más abierto y la hora del piscolabis más cercana. Aparece un mirador, con su antepecho de madera, sus paneles informativos y sus vistas hacia el norte. Allí Ignacio reparte las bolitas de queso, nos hacemos unas fotos y se comenta la jugada, es decir lo del estupendo día y lo de la esquiva mochila. Aparece también una joven excursionista que viene de Guadarrama y que se dirige a San Rafael, con prisas, sin apenas tiempo para aceptar las almendras que le ofrecemos.



Nosotros también tenemos algo de prisa. Quedan por delante camino que recorrer, incógnitas que despejar, alambradas que salvar y nuevas contorsiones. Los mapas de papel protegidos en su funda de plástico demuestran su superioridad sobre los electrónicos en pantalla como escudo de las púas metálicas. En cualquier caso, parece que siempre es Ignacio el encargado del manejo de la cartografía.



Pronto, como a la media hora del piscolabis, alcanzamos la comodidad de la pista que nos llevará al collado del Hornillo. No obstante las prisas, hay tiempo para asegurarse de nuestra posición con ayuda del mapa en su uso más ortodoxo, e incluso de mirar hacia atrás, como Joaquín, sin peligro de convertirse en estatua de sal.



La última parte del trayecto, en suave descenso por la pista de la Mina y el Camino del Vía Crucis, se le hace poco grata a este cronista, con un trastorno en su pierna izquierda que le puso a la cola del pelotón. Antonio y Joaquín, generosamente, adaptaron su paso para hacerle compañía hasta el mismo Alto del León.

Durante el recorrido, se ofrecen unas vistas magníficas hacia el embalse de la Jarosa, con Guadarrama detrás y Alpedrete y Collado Villalba y así hasta Madrid, velada por la bruma y la distancia. Y alguien ha repuesto algunas de las cruces que jalonan el Camino del Vía Crucis, ya llegando al León, donde las antenas de la escuadrilla de transmisiones número 3 del Ejército del Aire.

En los coches que han quedado en el puerto, bajamos a San Rafael. Se cruzan apuestas acerca del paradero de la mochila de Rodrigo. Pierden los que creían que se había quedado en el maletero del coche. Se intenta una breve gestión en la cercana oficina municipal, por si alguien la hubiera llevado allí, pero la oficina está cerrada y no se abrirá hasta mañana, de manera que no hay mucho más que hacer hoy por el huidizo macuto, con sus pertenencias y sus chocolates.



Así que nos congregamos alrededor de una mesa del parque para comer, que ya son cerca de las cuatro de la tarde y las bolitas de queso quedaron muy atrás. Y en esas estábamos cuando una joven se nos acercó, preguntando si alguno de nosotros había extraviado una mochila. Júbilo, regocijo y alborozo y allá que se va Rodrigo con la bienhechora dama, funcionaria del ayuntamiento de San Rafael, a la oficina municipal a rescatar su equipaje que alguien había encontrado abandonado en el lugar donde nos habíamos cambiado de calzado y había depositado allí. De tal manera que el chocolate llegó a tiempo y la jornada no pudo concluir mejor.



Epílogo. Todavía no nos habíamos levantado de la mesa donde dimos cuenta de nuestro almuerzo cuando un par de chavales que salían del colegio de allí al lado se nos acercaron y nos informaron de que había sido su madre la que, esta mañana, había visto la mochila abandonada y la había llevado a la oficina municipal.

Este grupo de amigos se lleva de San Rafael un muy buen sabor de boca -chocolates aparte- y manifiesta su reconocimiento a las principales protagonistas del hallazgo y la devolución de la mochila. Buena gente.

3 comentarios:

  1. Teniendo en cuenta el furor de los Ayuntamientos por colocar estatuas, placas y otros adefesios en rotondas ad hoc, no me extrañaría que sin tardar mucho descubramos una nueva rotonda en San Rafael con la estatua a la mochila perdida y hallada en el parque. Tanto ha sido el impacto que en la adormilada San Rafael ha causado tan relevante acontecimiento. Yo me apunto a la suscripción.

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  2. Lo de la mochila perdida y hallada resultó como un cuento anticipado de la Navidad. Reconfortante y que da constancia de que hay gente de buena voluntad en todos los rincones.

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  3. Una vez más felicito al cronista que con tanto salero ha relatado "Las peripecias de una mochila", pero debo recordarle que ha olvidado enumerar, como habitualmente hace, a los participantes en la marcha. Si la memoria no me falla, allí formaron Gonzalo, Juan Ignacio, Joaquin, Jose Luis Hermida, Paco M , Rodrigo y servidor.

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