lunes, 20 de noviembre de 2017

15 de noviembre de 2017, EL CASTAÑAR DE LANCHARRASA

Extendiendo el otoño. Es lo que hace esta meteorología postmoderna del calentamiento global. Exprimiendo el otoño, que es lo que hacemos los del paseo de los miércoles eligiendo algunos de los parajes de nuestra provincia que más lucen el color de esta estación. 


Al Hayedo de Montejo de la semana pasada le sucede en este 15 de noviembre el Castañar de Lancharrasa, en el término de Cadalso de los Vidrios, a 80 km. de la capital y ya casi saliéndose de la provincia, bien hacia Ávila, bien hacia Toledo, para un paseo propuesto nuevamente por Ignacio a quien hay que agradecer sus desvelos por el grupo además de sus magníficas fotos que tanto alivian a este cronista de la obligación de describir con palabras cosas que solamente están hechas para la contemplación.

Nos reunimos junto al ayuntamiento de Cadalso porque el paseo parte de ahí mismo, ventajas de edificar los pueblos en el campo mismo, sin necesidad de suburbios, arrabales, zonas residenciales y otros cinturones de agobio.



Lo bueno también de comenzar el camino desde el centro urbano del pueblo es que se da ocasión muchas veces a mirar la correspondiente fachada del ayuntamiento, la de la iglesia y, como en en este caso, la del antiguo cuartel de la Guardia Civil con su estilo neomudéjar o ecléctico tan del gusto de los cursis, con perdón, de finales del XIX. También aparecen a la vista terrazas floridas y gatos tomando un baño de sol de otoño que se desperezan a nuestro paso.



Casi todo nuestro paseo va a transcurrir por un camino bien trazado que sale del pueblo hacia el oeste, a ratos por terreno despejado y a ratos entre fronda y sombra de castaños. En realidad, nuestra excursión de hoy es la de hacer un camino para llegar al Castañar, camino que hemos prolongado por aquello del esfuerzo necesario para ganarse el almuerzo a bordemanteles, medido en aurelios o como se quiera. Algunos recogemos castañas del suelo y disfrutamos mirando y fotografiando los contrastes de luz y los colores de las hojas. Hay charcos en este camino a pesar de la falta de lluvias: puede que estemos en la cercanía de una derrochadora Fuente el Asno, puede que una nube furtiva haya dejado caer un chaparrón sobre Cadalso y los prudentes cadalseños se lo hayan callado, que es verdad que hay mucho envidioso.



Hacia las 12 y pico se ordena una parada a la voz de hasta aquí hemos llegado, que ya es la hora del piscolabis y, después, de darse la vuelta y llegarnos hasta el Castañar de Lancharrasa. Como seguimos fieles a la regla de discreto silencio acerca de los asuntos que traemos a nuestras conversaciones, les distraigo a ustedes con este escorzo en blanco y negro y poco inspirado de umbelífera seca, quizá como contrapunto a los jugosos matices de color que nos esperan en el bosque.



Un camino de profundos surcos de cuando llovía nos lleva al Castañar. Allí se pierde la huella y hay que buscarse el paso en el terreno profusamente hozado y sobre la mullida hojarasca para descubrir rincones y luces y contrastes y ramajes y celosías y centelleos del sol de entre las ramas más altas...










Voces amortiguadas y algún aviso de que se nos va haciendo tarde. En la foto de grupo, Ignacio sostiene las púas de una castaña sobre la paciente cabeza del paciente Rafa. Desde allí y concluida nuestra visita, podríamos haber cruzado el bosque para dirigirnos más por derecho al punto de partida, pero se opta por volver sobre nuestros pasos, que la aventura contra el reloj del almuerzo supera los límites de más de uno.



Ignacio descubre un remedo de refugio, sede de moderno eremita o puesto de cazador. Ahí, en medio de la espesura y a salvo de vistas y visitas inoportunas, el titular puede dedicarse a otear este limitado mundo verde o amarillo según épocas, o indagar en su propio interior del color que fuere, o recechar el cochino salvaje y otras especies cinegéticas, o simplemente esperar que el tiempo transcurra, como tantos hacen a falta de mejor idea.



A nosotros no nos faltan las ideas ni somos de inútiles esperas, así que emprendemos el regreso a Cadalso donde nos aguarda un buen menú en uno de los bares del pueblo.

Alguna fotografía más había reservado para esta crónica, pero debo haber excedido la capacidad del siempre generoso sistema y ya no se me admite ninguna otra ilustración. Una, en particular, me hubiera gustado incluir: la de unas cepas desnudas, secas, viejas y nudosas que ofrecían un buen contraste con la profusión de colores del castañar y que atestiguaban la renaciente industria enológica de Cadalso. Como me caen bien los emprendimientos con valor y salero aprovecho la ocasión, sin hacer de menos a nuestro muriel de cada día, para invitarme e invitar al lector a que deguste esos nuevos caldos muy ricos y ya premiados entre los mejores. Es el caso del vino "La Mujer Cañón", ¡toma ya nombre!.



Hoy casi imprescindible complemento del mapa, incluyo el trazado del paseo en relieve donde se ve con claridad el desvío para la incursión en el castañar. Y aquí me paro aunque me deje cosas. Las que no quiero dejarme son las superfotografías de Ignacio, pinchando aquí y que ustedes, sin duda, disfrutarán tanto como este cronista.

3 comentarios:

  1. Muy buena crónica Paco. Te estás superando en el montaje de las fotos. Esas diadas y triadas apaisadas quedan fenomenales.

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  2. La excursión fué bonita, las fotos ( tuyas y de Ignacio ) espectaculares y la crónica una guinda. ¿ Como lo haces tan sencillo con lo dificil que es relatarlo ?
    Enhorabuena, Paco.

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    1. ¡Maravillosa crónica! Fotos dignas de la agencia Magnum y texto que ya quisiera escribir el pelao de Hemingway. Porque Hemingway es un pelao al lado de nuestro Paco.

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