lunes, 8 de mayo de 2017

3 de mayo de 2017, SENDA DEL HORNILLO

Esta vez es Rodrigo el que me escribe aunque sin franqueo internacional. Me gusta que me escriban. Y si es a mano, con pluma o con boli, mejor. Ya hemos hablado de eso de escribir cartas y postales. Y no estamos seguros de que esa forma de comunicarse sobreviva. Me propongo escribir postales este verano. Gracias mil, Rodrigo, por tu bonita carta. Y gracias, Ignacio, por tus fotos que, por cierto, no se si habrán caído donde deberían estar.


Querido Paco:

Juan Ignacio me ha pedido que te envíe un texto para el blog de los mierconistas y es lo que me dispongo a hacer. No sin antes lamentar tu ausencia, sobre todo porque este relator se había ya creado expectativas gozosas al respecto de tu presencia.

Una excursión que se programa después de un puente largo trae consigo, normalmente, una reducción en la asistencia y esta marcha, denominada Senda del Hornillo, no fue una excepción. Finalmente la participación quedo reducida a la población majariega de los mierconistas.

Aurelio, Joaquín, José Ignacio y Rodrigo estaban puntuales, a las 9, en el punto de cita habitual de los majariegos. Desde allí, Joaquín condujo hasta el punto de salida en el aparcamiento del puente de Aceña, situado poco antes de llegar a Santa María de la Alameda.

Dada la baja asistencia y que la excursión prometía, Ignacio, con el apoyo tácito de Joaquín y Rodrigo, sugirió una marcha alternativa, más llevadera que la programada. Mas Aurelio lo tenía muy claro. Si Aurelio hablase español de ultramar hubiera dicho eso de “Déjenme ustedes de pendejadas” o “No me sean ustedes pendejos”. Pero Aurelio es de Bilbao, y con la rotundidad que le caracteriza, zanjó la discusión. Sin que nos atreviéramos a responder nos pusimos en marcha para seguir el plan previsto.

Salimos del estacionamiento por un sendero de tierra y pasado un primer puente — atravesaríamos un sinnúmero de ellos en nuestro recorrido— remontamos el arroyo del Hornillo dejándolo a nuestra derecha. Unos centenares de metros más adelante cruzamos a la otra orilla del arroyo. Siguiendo el sendero bien definido, como a un kilómetro más o menos, de la partida ya empezamos a divisar la chorrera del Hornillo. El caudal es escaso pero la cola de caballo tiene un aspecto muy garboso. Subimos a la parte alta de la chorrera para ver su nacimiento. Todo el lugar es una hermosura y nos tomamos un tiempo, sin prisas, para gozar del salto y las pequeñas pozas que nos encontramos.




Dejando atrás la chorrera continuamos la marcha dejando el arroyo a nuestra izquierda. Nuestro próximo destino es un mirador en un verde collado a unos 1300 metros, donde se encuentra un cartel explicativo de la zona.



Después de este giro a la izquierda no volveríamos a encontrarnos con el dichoso Hornillo hasta después del piscolabis, unos kilómetros más adelante. Por cierto para que nos ubiquemos, hidrográficamente hablando, el bendito Hornillo es tributario del río de la Aceña, que a su vez lo es del Cofio, que vierte al Alberche, que vierte al Tajo. Sugerente ¿verdad? En verdad, en nuestro caminar seguimos, en cierto modo, el curso aguas arriba del Hornillo que nace en el puerto escurialense de San Juan de Malagón.



El piscolabis tuvo de reseñable que la baja asistencia hizo que hubo una oferta que desbordó ampliamente la demanda de Muriel y quesitos de Juan Ignacio. De esta última commodity se encargo con gusto este que os escribe.


Hasta llegar al puerto de Malagón, donde tuvimos la comida, tengo que recoger el avistamiento de jabalíes. Uno de buen tamaño y dos chicos. Yo no los vi, pero los otros tres compañeros del alma, sí.

Acabado el refrigerio, seguimos hasta el embalse de Tobar, precedido de una presa chiquita cuyo nombre no os puedo transmitir. ¡Todo sea por aumentar nuestra cosecha de embalses! Al dejar atrás los embalses continuamos por una ruta que seguía a mayor o menor distancia el curso del arroyo del Tobar, que cruzamos y recruzamos. Recuerdo esta parte del camino en descenso como trufado de incomodidades por el piso de piedra suelta, que no es lo más aconsejable para mi tobillo derecho ni mi rodilla izquierda. Llegados al punto donde el arroyo Tobar vierte al río de la Aceña y acercándonos a la zona de La Retuerta el piso mejoró notablemente.



El camino, que nos ofrece un paisaje precioso y nos depara vistas con la presencia y sonido casi continuo de corrientes de agua, también está salpicado frecuentemente con la aparición de vacas y toros. Por cierto que ya cerca del final pudimos contemplar los avances amatorios de una pareja. El toro lamía con ternura a su compañera que tras un ratito le devolvía al toro los lametones. Todo sin prisas, serenamente. Tras unos minutos de contemplar el idilio y sin llegar, ni mucho menos, al climax sexual de la pareja, continuamos nuestro camino. ¡Con que calma, con que ternura se toma este ganado este asunto!



Ya solo me queda por recoger la aparición inesperada de un edificio sólido, bien mantenido, de buen tamaño. Responde al nombre de Escuela de Pesca de Santa María de la Alameda. Nos hicimos preguntas sobre la idoneidad y el buen uso de los euros invertidos en este empeño.

¡Qué jodienda! Me acuerdo ahora, al final, que no he ofrecido a mis compañeros de camino, como de costumbre, el chocolate que llevaba en mi mochila.



Ya vemos a nuestra izquierda el aparcamiento, solo nos queda cruzar el arroyo por última vez por el puente de la carretera. Ya hemos llegado. Una más, ¡qué buena sensación!




1 comentario:

  1. ¡ Qué bonita carta ! ¡ Qué sentida descripción de los amores bovinos !
    Rodrigo, ¿ pero quien te equivocó a ti para mandarte a los negros pozos de la hulla y la antracita en vez de hacerte un Virgilio asturiano ?
    Cuando yo sea mayor, trataré ¡ oh, vano intento ! de alcanzar tu bella prosa.

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