El Pico de la Miel es una peñotota o peñototota, dicho a lo Cantinflas,
que preside La Cabrera. Paraíso de escaladores por su cara sur, tiene un
acceso asequible por el otro lado. Aún así, desde La Cabrera hay que
remontar una empinada cuesta para que su cumbre se ponga a tiro sin ayuda
de cuerdas, clavijas, estribos y otros archiperres de escalada. Nada de
todo eso quiso Aurelio para el paseo del día de hoy. Si en vez de salir de
La Cabrera, se emprende la marcha desde Valdemanco, la altura se va
ganando paulatinamente y ya, desde la misma base de los gigantes monolitos
que dan a la serrezuela ese perfil tan quebrado, llegarse al Pico es casi
o menos que una pequeña caminata descendente con trepada final para los
que quieran y no les asuste la roca. Tal era el plan de hoy.
Todos los apuntados optamos por reunirnos a las 10 en la gasolinera de
Cotos. La alternativa era quedar directamente a las 10 y media al tanatorio
de Valdemanco, lugar elegido para iniciar el paseo. Resultó que, puestos a
ir al tanatorio, preferimos hacerlo todos juntos y no solos o en pareja como
se suele hacer para otros menesteres. La ventaja del tanatorio para
ocasiones como ésta es que está en el lugar más elevado del pueblo,
orientado hacia nuestro recorrido y provisto de un buen aparcamiento; crean
al cronista que no había otra razón para quedar allí.
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10:46 Del tanatorio de Valdemanco se sale por una pista bien trazada y
bien afirmada, al menos en los primeros metros.
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El día, nublado parcialmente, de temperatura ideal para andar cuesta arriba,
amenazaba lluvia y alguna funda de mochila se instaló preventivamente; todavía
no los impermeables.
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10:52 La firmeza anterior de la pista era engañosa: a poca distancia de
su arranque, el agua de lluvia ha dejado un profundo surco que exige
atención a la pisada.
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El camino se orienta derechamente al pequeño
collado que está entre las peñas del Hierro y del Tejo, a la izquierda, y la
Torre de Valdemanco y el Cancho Monejo, a la derecha. Alrededor de 150
metros de desnivel que se recorren en algo más de media hora. Las blandas
nubes se apartan de cuando en cuando y dejan que el sol ilumine las
peñas como si quisieran animar el paseo en su inicio.

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Desde el collado, la Torre de Valdemanco, el Cancho Monejo y otros
canchos velados y mojados por lluvia reciente.
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Ahora el camino se estrecha y apunta en dirección Este. Con menos
inclinación y más variado en trazado y en vistas, se puede transitar
cómodamente y piensan los paseantes que el de hoy es de esos recorridos a
repetir cada vez que haya ocasión y no se ofrezca nada mejor.
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10:52 Digo yo -dice el cronista- que ese debe ser el Cancho Gordo, no sé
si el más gordo de la sierra de la Cabrera, pero sí el más alto, con
1.563 m.
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El sendero se pierde de vez en cuando al pasar por grandes lanchas de roca
aunque siempre hay a la vista alguna marca pintada que indica se está en la
PR-M 13. Sobre una de esas peñas, un poco pasado el mediodía, hacemos la
parada para el piscolabis. El cielo se cubre más y baja la
temperatura.

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12:20 Desde el lugar elegido para el piscolabis, la vista hacia el
E-NE. Destaca el trazado de la línea férrea del Tren Directo Madrid
- Burgos y no sé si de alguna carretera, a la izquierda de la fotografía.
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Termina el piscolabis y hay que seguir, que el día aún da de sí. Nuestras
fuerzas también dan de sí, pero unos las utilizan para continuar y otros
para volver. Gonzalo dice que hasta aquí el día ha ido tan bien que para qué
correr el riesgo de estropearlo, y que más vale pájaro en mano que ciento
volando, y que picos de la miel, mejor en los labios, y que se retira ya. Y
Antonio, solidario como acostumbra, decide acompañarlo para no dejarle solo
y para que las conversaciones que nunca faltan en estos paseos no se
conviertan en monólogos.
Ellos se van y los restantes seguimos según el plan trazado. A poco de
aquí, el collado Alfrecho, de donde parte una trocha que desciende muy
verticalmente de la sierra hacia la cercanía del convento de San Antonio.
Un buitre, más de uno quizá, aprovecha para hacer vuelo a vela en las
corrientes de ese gran ventanal abierto sobre la llanura.
Desde el collado, el sendero se complica un tanto, con tramos de
roca, hierba crecida y mucho matorral que casi lo ocultan, subidas y descensos, pasos
estrechos y todas esas cosas con las que algunos lo pasamos bien y otros
también aunque les cueste reconocerlo.
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13:17 Con el objetivo de nuestro paseo a la vista, empiezan a caer algunas gotas. Ignacio sopesa las alternativas.
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El embalse del Atazar y el Pico de la Miel
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La lluvia no suele ser buena compañera para estos paseos nuestros. En el
día de hoy, pisando roca lisa durante muchos tramos del recorrido, hay que
poner atención a los resbalones y no tentar demasiado a la suerte. El
líder de la excursión propone darse la vuelta y poco cuesta obtener
consenso. Ahora sí salen de su encierro los chubasqueros y los paraguas y
las fundas de mochila. Queda el Pico de la Miel para mejor ocasión y que
no es hablar por hablar lo certifican y avalan los cinco de la
partida.
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13:24 A mal tiempo buena cara... incluso la que se oculta tras la
mascarilla.
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13:30 En pocos minutos, ya diluvia. El cronista se piensa, esta vez
de verdad, lo de incorporar el paraguas a su equipaje de montaña.
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Durante esta parte de la marcha, el paso rápido y cauto, apenas hay
conversaciones. Bajo el aguacero, la capucha bien calada y la visera muy
cerca de los ojos, los de delante apenas han llegado a volver la cabeza de
vez en cuando y cuando lo hacen los restantes se han perdido de vista. Hay
que parar y agruparse de nuevo. Tiempo muerto para disfrutar del
paisaje.
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13:45 Al fondo, entre brumas, la alturas del Mondalindo.
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Unos minutos después llegan los rezagados, que habían perdido
momentáneamente las marcas del PR. Buena ocasión para recordarnos, como en
el pase misí - pase misá - por la puerta de alcalá, cuando los de alante
corren mucho, que hay que respetar esas buenas reglas, especialmente con
mal tiempo y en terreno áspero: no perder el contacto visual y no perder
las marcas o los hitos cuando los hubiera, que aquí los hay.
Poco a poco la lluvia va cediendo. El Mondalindo enorme se quita el velo gris. Escaramujos y quitameriendas, retamas y jaras empapados se sacuden, como un perro tras el baño, el agua de encima. Es tarde, muy pasadas las 2 y media, y hay que buscar un sitio para el almuerzo. Encontrar un asiento seco sería mucho pedir pero, Rodrigo, tus alfombrillas están para eso.
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15:22 La comida al resguardo relativo de una gran visera de roca.
Suficiente.
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Apenas llueve y la comida se toma su tiempo, relajadamente. De aquí al
tanatorio donde los coches, el camino se va haciendo cada vez más sencillo
y las conversaciones vuelven a florecer. Aparte de eso, Bowman diría, y
este cronista lo dice también, que el resto de la jornada fue "uneventful"
y que, a pesar de la lluvia, vengan muchos días como este. Hubo tiempo
incluso para un café en La Cabrera.
No hay buen producto sin trabajo. Gracias Paco por la estupenda crónica, fotos incluidas.
ResponderEliminarUn buen recuerdo de un día complicado climáticamente, pero disfrutado a tope. Con un punto de aventura y entorno de gran belleza.
Una crónica amena que se podría resumir en un haiku:
ResponderEliminarMiel sin lograr
la tempestad impide
disfrutamos la hidromiel
¡Quién habrá inventado esta estupidez de haikus!.
Pero bueno, como uno de los protagonistas de la aventura del tanatorio, me reafirmo en que lo mío no son los anticiclones sino los días tormentosos. Es una excursión que recordaré con gusto por las sensaciones tan diferentes que un día como ese nos ha deparado.