

En Patones de Arriba no pueden entrar coches que carezcan de salvoconducto, así que, siempre obedientes, aparcamos en el lugar destinado a tal fin a la entrada del pueblo, al lado de los cubos de basura, municipales y autonómicos. Sobre el asfalto de la carretera reservada comienza nuestro paseo cerca de las 11 menos cuarto de la mañana. El asfalto da paso a un bonito empedrado cuesta arriba, gentileza del rey de Patones o de quien hoy en día haga sus veces.

El gasto efectuado en la instalación del gran panel con tejado protector a dos aguas, que informa sobre sendas en el entorno del Atazar, queda totalmente amortizado después del intenso uso, en atenta observación y lectura, de este selecto grupo de excursionistas.

Una hora más tarde, exactamente, Patones de Arriba se ha convertido a nuestra vista en Patones "el de allá abajo". Aprieta el calor y este cronista necesita la sugerencia de Gonzalo para salir de su creciente marasmo y hacer la foto del paisaje.

Allí mismo y aprovechando la buena disposición de la cámara, fuera de su funda, y de los paseantes, fuera ya del agobio de la pendiente, se hace la foto de grupo. Para el piscolabis, unos metros más allá, un promontorio de rocas proporciona asiento y sombra exigua. Al cronista le han abandonado los reflejos y olvida retratar el sitio.

Llegados al pequeño collado por el que pasa la carretera M-133, el cronista, aquejado de no sabe qué malestar, tiene que abandonar el paseo y solicita de la buena voluntad de sus compañeros que le recojan en ese punto una vez finalizada la jornada. Rafa decide acompañarle y los demás, acortar el recorrido abandonando el proyecto "cabezas" y regresando a Patones desde allí por el arroyo del mismo nombre. El descanso y la buena compañía tienen efectos lenitivos en la salud del cronista, que incluso se aproxima a una abertura que hay entre los pinos para fotografiar la vista del Atazar.


Más tarde, Gonzalo viene en su coche a por los cesantes y los conduce hasta Patones, donde el resto del grupo se ha sentado a la sombra en la terraza de un bar. Refrigerio variado y bien atendido y los efectos beneficiosos de un remedio natural "a la tónica" -gracias, Rodrigo- para acabar felizmente la jornada.

La ruta prevista y la acortada y, aún así, más de 10 km. Gracias, Rafa, por tu compañía, y a todos.

Como se ve, somos un grupo con recursos y ante una incidencia sabemos reaccionar con valor añadido de una terraza a la sombra, cerveza de la Estrella de Galicia y embutidos y quesos de la zona. Y no hubo que molestar al helicóptero para nada.
ResponderEliminar