Querido Rodrigo,
Próximo ya tu regreso, la primavera, a dos días de su entrada oficial, decidió festejarlo por anticipado con un día magnífico de sol y nubes ornamentales, caudalosas corrientes de agua y campos floridos. Habíamos optado no tanto por una excursión sino por una arriesgada incursión en las tierras del denostado bajo Manzanares, allí donde el pobre río carga sobre sí el peso de los vertidos teóricamente controlados de la ciudad de Madrid. El caso fue que la meteorología y la naturaleza derramaron pródigamente sus dones sobre el grupo permitiéndonos disfrutar de una espléndida, aunque corta, mañana campestre en las cercanías de Rivas-Vaciamadrid, municipio de nombre sospechoso y depurativo.
La fugaz vista de unas carreras de conejitos nada más abandonar los coches en las cercanías de la Escuela Nacional de Protección Civil nos hizo emprender el paseo con el ánimo más risueño, pero siempre hay una china en el plato de lentejas o un grano de pimienta en la crema de aguacate. La china, es un decir, fue la inesperada y temprana aparición de una empleada del Ayuntamiento de Rivas, que interpuso ante nuestro decidido impulso mierconista su rotundo 4x4 oficial, flanqueado por otro vehículo particular de similares características, mientras declaraba que nos adentrábamos en un "parque regional" protegido y, al mismo tiempo, en terrenos de una finca privada vedados al paso, y apelaba a nuestra conciencia ciudadana y a otros conceptos igualmente trascendentes para que retrocediéramos sobre nuestros pasos. Adornaba su discurso con triviales manifestaciones del tipo "el campo no es de todos", "si todos hiciéramos lo mismo" o "yo estoy aquí solamente para informar". Tras un rato, demasiado largo para mi gusto, de protestas civilizadas pero firmes por parte de la práctica totalidad del grupo, apoyadas en las solventes informaciones que nos habían descrito esta ruta, nuestra interlocutora optó por hacer recaer el peso de la decisión sobre los hombros, a estas alturas un tanto encogidos, de su amigo el conductor del otro coche, que se presentó, si no como el propietario de la finca, sí como si lo fuere a los efectos del contencioso. El hombre, que en un aparte y entre dientes se declaró harto de los enormes beneficios derivados de tanta protección oficial y tanto parque regional, hizo ver que no le importaría nuestro paso "por esta vez" y siempre y cuando no destruyéramos la finca, cosa que, evidentemente, no formaba parte de nuestros planes. De manera que, contentos de habernos topado tan pronto y tan gratuitamente con un tema de conversación, seguimos la ruta prevista procurando mirar lo más posible hacia el suelo para no dañar la finca, el paisaje y las aves canoras y otras especies protegidas. En descargo de nuestras conciencias, aporto plano de Medioambiente, Parques y Jardines de Rivas, en el que se dibuja milimétricamente la ruta que estábamos a punto de iniciar.
La fugaz vista de unas carreras de conejitos nada más abandonar los coches en las cercanías de la Escuela Nacional de Protección Civil nos hizo emprender el paseo con el ánimo más risueño, pero siempre hay una china en el plato de lentejas o un grano de pimienta en la crema de aguacate. La china, es un decir, fue la inesperada y temprana aparición de una empleada del Ayuntamiento de Rivas, que interpuso ante nuestro decidido impulso mierconista su rotundo 4x4 oficial, flanqueado por otro vehículo particular de similares características, mientras declaraba que nos adentrábamos en un "parque regional" protegido y, al mismo tiempo, en terrenos de una finca privada vedados al paso, y apelaba a nuestra conciencia ciudadana y a otros conceptos igualmente trascendentes para que retrocediéramos sobre nuestros pasos. Adornaba su discurso con triviales manifestaciones del tipo "el campo no es de todos", "si todos hiciéramos lo mismo" o "yo estoy aquí solamente para informar". Tras un rato, demasiado largo para mi gusto, de protestas civilizadas pero firmes por parte de la práctica totalidad del grupo, apoyadas en las solventes informaciones que nos habían descrito esta ruta, nuestra interlocutora optó por hacer recaer el peso de la decisión sobre los hombros, a estas alturas un tanto encogidos, de su amigo el conductor del otro coche, que se presentó, si no como el propietario de la finca, sí como si lo fuere a los efectos del contencioso. El hombre, que en un aparte y entre dientes se declaró harto de los enormes beneficios derivados de tanta protección oficial y tanto parque regional, hizo ver que no le importaría nuestro paso "por esta vez" y siempre y cuando no destruyéramos la finca, cosa que, evidentemente, no formaba parte de nuestros planes. De manera que, contentos de habernos topado tan pronto y tan gratuitamente con un tema de conversación, seguimos la ruta prevista procurando mirar lo más posible hacia el suelo para no dañar la finca, el paisaje y las aves canoras y otras especies protegidas. En descargo de nuestras conciencias, aporto plano de Medioambiente, Parques y Jardines de Rivas, en el que se dibuja milimétricamente la ruta que estábamos a punto de iniciar.

El camino discurre al lado del elevado cantil, rodeándolo por el norte y aproximándose cada vez más a la orilla del Manzanares, hoy de aguas más bien ocres como corresponde pero abundantes y rumorosas. El cortado está plagado de cuevas y oquedades en los que imaginamos buscan refugio y anidan las numerosas especies protegidas del Parque Regional del Sureste. En los numerosos folletos que describen los encantos de la zona, su fauna y su flora, se dan los nombres de algunas de tales especies, aunque probablemente omitirán la mención de las más amenazadas, tal como hizo la diligente empleada del ayuntamiento cuando le preguntamos qué especies presentes eran las más cercanas al peligro de extinción y nos respondió "como comprenderán no se lo voy a decir". Supusimos que esas especies, además de amenazadas y probablemente por eso, son muy prudentes y prefieren el anonimato.Ciertamente vimos pajaritos y murciélagos que se alimentaban al vuelo de incautos insectos, además de obtener alguna furtiva visión de alguna rapaz, pero nada más que atrajera nuestra atención particularmente, lo que me hace pensar que este grupo necesita un baño de inmersión en ciencias naturales para redondear su vasta formación en tantos otros aspectos.

Desde hace rato la ruta transcurre por un trazado señalizado con las banderas blancas y rojas de los GR o senderos de gran recorrido. Parece se trata de la prolongación del GR 124, o Senda Real, hacia el sur por el Parque Lineal del Manzanares, donde se unirían, en un mismo recorrido, la Senda Real de los Trastámara y Habsburgo con el sueño ilustrado de los Borbones de crear una vía fluvial desde Madrid hasta Lisboa. ¡De qué cosas se entera uno! Y para que los demás también se enteren , sigue la oportuna explicación.
En el siglo XVII se previó la canalización de los ríos Tajo y Manzanares para hacerlos navegables. Se nombró una Junta para su estudio y, al poco tiempo, la Junta, revisando las enormes dificultades técnicas e ingentes recursos financieros necesarios, dio la contestación rechazando la obra con el siguiente argumento: "Si Dios hubiese deseado que ambos ríos fuesen navegables, con sólo un fíat lo hubiese realizado, y sería atentatorio a los derechos de la Providencia mejorar lo que ella, por motivos inescrutables, había querido que quedase imperfecto". A pesar de este concluyente argumento, en el siglo XVIII se emprendió una colosal obra de ingeniería, que por sus enormes exigencias, nunca fue acabada, la cual tenía como objetivo comunicar las aguas del cercano río Guadarrama con las del Manzanares y el Tajo, hasta llegar al Guadalquivir y al océano Atlántico, mediante un canal navegable de casi 800 kilómetros, con la Presa de El Gasco (Torrelodones) como punto de origen

Pues lo que parece es que los grandes recorridos - e incluso los pequeños - se arman un buen lío en cuanto se aproximan a las ciudades, tratando de salvar las autopistas y sus raquetas, los pasos elevados y el amontonamiento de regulaciones varias, con lo cual este GR resulta ser de poco fiar. Pero la bandera bicolor queda bonita pintada sobre una piedra. ¡Viva la abstracción!
Más allá y sin abandonar el camino pasamos por una explotación agrícola - ganadera que se denomina Casa de los Conejos, momento en que Antonio dice que ya podían tener sus mandamases un poco más de sentido estético y no dejar todo tirado por en medio o amontonado desordenadamente en cobertizos improvisados. Tiene razón aunque me haya jorobado un poco su comparación elogiosa con las cosas del campo en Francia, tan arregladitas y "coquettes" que parece no están sino para adornar el medioambiente. Por cierto, que el medioambiente es frágil lo demuestra un gran obstáculo en el camino en forma de bloques de piedra amontonados que obligan al grupo a recordar que también existen los senderos escabrosos, como oportunamente se indica en la cabecera de nuestro blog. Se trata de los restos del derrumbe, hace una docena de años más o menos, de uno de esos airosos pináculos que nos vigilan. La maniobra para salvar el escollo ofrece, por primera vez en el día de hoy, vistas en escorzo de los mierconistas mucho más fotogénicas que las que se dan en el camino llano y carretero.
Un poco más y aparece la unión de Manzanares y Jarama, medio oculto éste por la arboleda. ¿Cuál de los dos es el vencedor del encuentro? ¿Hay un vencedor o se trata de un esfuerzo cooperativo? La respuesta es, lamentablemente, que siempre se acaba por manifestar una jerarquía y que el superior también siempre acaba por exigir al inferior una exacción o tributo. De tal manera, resulta que el Manzanares es tributario del Jarama, a pesar de los méritos de aquél como sufrido albañal de la Villa y Corte. Así que el río que se enmarca en las ventanas gemelas con arcos peraltados del torreón o garita aneja a la Presa del Rey es el Jarama y no hay más que hablar. Por cierto que a Ignacio -¡lo que son las fantasías de la nostalgia!- esas aberturas le traen el recuerdo de las nobilísimas de Santa María del Naranco. Se trata de una evidente exageración pero yo y mis añoranzas se lo agradecemos.
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Cortesía de www.elcoleccionistadeinstantes.com |
Llegados a la Presa del Rey, que alimenta el azud desde donde se abastece la Real Acequia del Jarama, comprobamos que no podemos cumplir con nuestro propósito de cruzarla para asomarnos a las lagunas del otro lado, restos de antiguas graveras. Así que decidimos quedarnos allí para el piscolabis, sentándonos algunos con los pies colgando sobre la extensa corriente de agua, como raqueros en el puerto de Santander. Otra ocasión para la nostalgia, de manera que no resisto la tentación de copiar una foto del monumento que se ha dedicado en el muelle del Paseo de Pereda a esos chavalucos que conocí en mi infancia y que me acompañaron frecuentemente en mis tardes de pesca desde el muelle.




La última parte de la excursión, como corresponde a esta primeras horas de la tarde, tan propicias para la pereza, es un dejarse deslizar hacia los terrenos aluviales de la vega del Manzanares, con sembrados de rutilantes verdes y almendros de blancas y candorosas flores. Solamente la inquietud producida por la cercanía de una larga fila de colmenas y por la posibilidad de nuevo encuentro con la diligente funcionaria del Ayuntamiento de Rivas disminuyeron mínimamente el enorme placer del paseo hasta los coches, bajo el templado sol declinante y la fragante brisa todavía no contaminada, a estas alturas del año, por el pestilente tufo de las aguas residuales que se vierten en el castizo río.

No hay mucho más que decir, creo yo, salvo que la próxima semana hacemos vacación de paseo y que se prevén abundantes lluvias para la Semana Santa, de manera que tendremos la oportunidad de ofrecerte a tu vuelta los verdes más intensos, los campos más floridos y las alergias -¡tan modernas y frecuentes!- más agresivas con la mucosa nasal. Deberían dar fe de lo expuesto por este cronista, matices aparte, los siguientes mierconistas, asistentes a la excursión: Antonio, Braulio, Gonzalo, Ignacio, Joaquín, Pedro y Rafa.
Un fuerte abrazo.